Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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jueves, 30 de septiembre de 2010

Sábados Negros en Traficantes de sueños: José Carlos Somoza, por Paco Gómez Escribano

Con la crisis, la falta de motivación por la cultura y el encaminamiento del ocio hacia actividades que no den que pensar, es una heroicidad lo de montar losSábados Negros en la librería Traficantes de Sueños y que se llene. Y bien que lo hacen, lo organizan y consiguen unas veladas de una excelente calidad. El pasado sábado 25 de septiembre el plato fuerte era la presencia de José Carlos Somoza, autor premiado y prolífico: catorce novelas desde 1994, muchas de ellas laureadas en los mejores premios literarios nacionales e internacionales y adaptadas al cine.

No obstante, la velada comenzó con una disertación sobre la obra de Ramón Díaz Eterovic, reputado autor de Novela Negra chileno, a cargo de la invitada Irene Sánchez Velasco, cuya tesis doctoral versa sobre el autor. Ella nos habló deHeredia, el detective protagonista de las novelas del chileno, un sabueso local que se ciñe a la ciudad de Santiago y que pierde fuerza cada vez que se aleja de la metrópoli. Para finalizar, se proyectó una serie de fotografías en movimiento que mostraban los ambientes en los que se basa el novelista para construir sus tramas negras. Se recomendó para la lectura su novela “Ángeles y solitarios”.

Después, Manolo, hábil conductor y moderador de estos eventos, nos presentó a José Carlos Somoza leyéndo unos apuntes de su bibliografía y de los premios literarios conseguidos. A continuación , le planteó una pregunta al respecto de los géneros literarios. Si bien el autor es una persona que da la impresión de ser seria, su disertación no estuvo exenta de anécdotas jocosas. Baste decir que nos explicó que él había estudiado Psiquiatría y que la ejerció durante un tiempo. Le apasionaba la Literatura, así que finalmente decidió abandonar su profesión para dedicarse a escribir, más cuando ganó el premio “La sonrisa vertical” y vio en un periódico la frase: “Psiquiatra en paro gana premio literario de erotismo”. “Comprendí que no podía volver a ejercer”, dijo José Carlos entre las risas de los que estábamos allí presentes. En cuanto a los géneros literarios, el autor respondió que eran algo que tenía más significado para los libreros y el público, dado que él ,cuando escribe, no está pensando en hacer una novela de tal o cual género. Precisamente él tiene un problema con los libreros, ya que éstos no saben muy bien dónde colocar sus novelas, y cuando las ubican y Somoza saca otro título resulta que han de colocarlo en el estante de un género diferente. No en vano, el autor ha recibido premios de índole policíaca, de intriga, de filosofía e incluso de erotismo. El propio escritor se reía, porque más de una vez una misma novela suya ha sido enclavada en distinto género dependiendo del país donde se editara. Es el caso de “La caverna de las ideas”, premio Gold Dagger 2002 a la mejor novela de suspense publicada en el Reino Unido y premio Flintyxan 2004 de novela histórica en Suecia. Ha sido considerada una obra filosófica en Alemania y en otros países considerada incluso novela icono en el mundo gay, ya que al ser una trama ambientada en la Grecia Clásica, se describe de pasada el mundo de los efebos.

Una vez que quedó claro que los géneros no son para José Carlos, el escritor, a petición de Manolo nos habló de su última novela, “El cebo”. En tono jocoso dijo que la había escrito para contestar de una vez, que sí, a una de las preguntas que más le han hecho en toda su carrera literaria: “¿Le ha servido su profesión de psiquiatra para escribir novelas?” .

En “El cebo” la Policía ya no puede capturar a los malhechores ya que éstos tienen tanta tecnología o más que ellos. Son tiempos en los que se ha descubierto “el psinoma” (palabra inventada por Somoza y que viene a ser el genoma de la psique de cada individuo). Una vez establecido el psinoma del delincuente, éste es aprendido por una persona que actuará como cebo en su captura, ya que al conocer perfectamente la psique del malhechor basta atraerle plagiando sus gustos y costumbres en el cebo. Los cebos, expertos en conductas humanas, son adiestrados para utilizar ese poder creando máscaras que controlen lo que anida dentro de nosotros mismos. La Policía ha descubierto el método infalible cuyas claves se pueden interpretar en el teatro de Shakespeare: cada una de las obras del artista, escritas bajo el influjo del Círculo Gnóstico de Londres, refleja la manera de manipular el deseo. Esto es un guiño al autor inglés por excelencia, del que José Carlos dijo que es el mejor escritor de todos los tiempos y del que colecciona obras en todos los idiomas y formatos.

La velada terminó con el autor contestando a las preguntas del público y firmando ejemplares de su última novela.

Me marché de la librería con la sensación de haber pasado un rato agradable, como siempre, y emplazado, como el resto del público, a la próxima velada, que se celebrará a finales de octubre.


lunes, 27 de septiembre de 2010

Jornadas “Ábrete Libro” en la Casa Encendida: Mesa redonda sobre Novela de intriga, de Paco Gómez

El domingo pasado me acerqué a la Casa Encendida. A pesar de que sabía que debía de haberme preinscrito, cosa que no hice, hasta me animé y cogí el coche y me llegué hasta el edificio de la Ronda de Valencia en donde la Obra Social de Cajamadrid programa eventos culturales de toda índole. Ese domingo, al igual que todo el fin de semana, albergó las III Jornadas Ábrete Libro y tocó una mesa redonda sobre la Novela de Intriga, moderada por Javier Oliva, con los ponentesJerónimo Tristante y Jorge Díaz.

Al llegar no había nadie, sólo la señorita encargada de comprobar las filiaciones en la puerta de la sala. Me inscribió amablemente y me dijo que estaban todos en la terraza haciendo un descanso y tomando café. Nada más llegar me saludó Jerónimo Tristante y me presentó a Jorge Díaz. Tras un agradable momento de charla, volvimos todos a la sala.

Javier empezó diciendo que la intriga comenzó con la organización de la mesa, ya que en un principio se había invitado a Patrick Eriksson, que ya en junio avisó de que no podía venir, siendo sustituido por Jerónimo. Pocos días antes del evento también falló Juan Gómez Jurado, ponente original y a quien sustituyó Jorge. Con tantos cambios hasta tuvieron que sustituir el tema de la mesa redonda que originariamente no era el que quedó como definitivo.

Comenzó hablando Jorge Díaz, que durante años ha sido coordinador de guionistas de la serieHospital Central, considerando a la intriga como principal motor de una serie o una novela, aunque diferenció claramente la profesión de guionista y la de novelista por una diferencia clara: la libertad del escritor, que puede escribir con total libertad en cuanto a temas y a longitud de capítulos, frente al encorsetamiento de los guionistas, que tienen que ceñirse a un determinado formato de fotogramas y a las directrices de los productores.

Jerónimo Tristante defendió la intriga como una herramienta del escritor para mantener al lector pendiente de la trama capítulo a capítulo. Es decir, que los dos ponentes dejaron claro que no iban a hablarnos de la intriga como género. Que más bien es algo a disposición del que escribe y que toda buena novela, sea del género que sea, contiene buenas dosis de intriga entre sus páginas.

Como suele ocurrir en toda buena mesa redonda que se precie, una cosa llevó a la otra y se desembocó en la Novela Negra, uno de los géneros que más aprovecha la intriga para construir sus tramas. Y Jerónimo Tristante hizo una somera crítica de la incursión de los suecos en el panorama editorial actual. Según el escritor, muchos compatriotas de Stieg Larssonaprovecharon el tirón del difunto escritor de best sellers para introducirse en el mercado alemán, paso natural de la Literatura Nórdica, en donde la tasa de lectores es significativamente mayor que en España y en donde vender 100.000 ejemplares es una hazaña similar a quien consigue vender 1.000 en España. Las editoriales españolas han “pescado” en el mercado alemán entre quienes han rondado estas cifras y el resultado ha sido la publicación a gran escala de novelas escritas por todos estos escritores nórdicos. Los hay buenos, pero, de hecho, siempre según Tristante, la mayoría ni siquiera cumplen los mínimos parámetros de calidad para ser publicados.

Ambos ponentes hablaron del panorama editorial y de lo difícil que es publicar en tiempos de crisis. Así como de sensaciones a la hora de escribir y de la relación del escritor con sus personajes, quienes a pesar de ser una creación del autor, a veces cobran vida propia hasta el punto de que no es extraño que un secundario adquiera por sí solo un protagonismo relevante y acabe convirtiéndose en protagonista principal. Jorge advirtió que esto pasa también a la hora de elaborar guiones, lo que en series acarrea problemas con los actores y con la producción.

La mesa redonda duró una hora y media entre disertaciones de los ponentes y preguntas del respetable. Y aparte de los diversos aspectos de las ponencias, hay que decir que Jerónimo Tristante hizo gala de su humor habitual al tratar los temas, y que arrancó multitud de carcajadas a los allí presentes. Y Jorge Díaz, a quien no tuve el gusto de conocer hasta minutos antes del acto, no le anduvo a la zaga. Entre los dos hicieron del evento un acto muy didáctico a la vez que divertido.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La conjura de los necios, de Paco Gómez

Normalmente suelo leer novelas contemporáneas, mayoritariamente de autores españoles. Me gustan porque no sólo te hacen disfrutar como cualquier otra novela de otro tiempo sino que, además, puedes relacionarte con los autores en conferencias, presentaciones y ferias del libro. Hay tanto que leer que es mucho más lo que no puedes abarcar que lo que realmente llegas a tener en tus manos. Esto nos pasa a todos, ya que tenemos un tiempo limitado. No obstante, hay títulos clásicos y no tan clásicos de otras épocas que tengo puestos en lista de espera. Y de vez en cuando les hinco el diente haciendo un hueco entre tantas lecturas.

En este caso le ha tocado el turno a “La conjura de los necios”, de John Kennedy Tool, animado por un comentario sobre la novela que vi en el blog del amigo Carlos de la Editorial C&M. Desde las primeras líneas empecé a intuir que lo que tenía entre manos era algo diferente. Algo parecido debió pasarle a Toole, que creía que había escrito una obra maestra. Hay que darle la razón, aunque sea a título póstumo, ya que este autor se suicidó sumido en una depresión profunda alentada por las negativas de las editoriales a publicarle el libro. Toole fue un tipo peculiar y me temo que su vida tuvo más de un paralelismo con Ignatius Reilly, el personaje de ficción de su novela. Fue un estudiante brillante y obtuvo un graduado superior en lengua inglesa en la Universidad de Columbia. Tras trabajar como profesor en algunas universidades, regresó a su hogar en Nueva Orleáns y comenzó a trabajar enseñando en el Dominican College. Pero empezó a deambular por el barrio francés, en donde se le vio alternar con músicos. Coqueteó con el alcohol y perdió su empleo, viéndose obligado a trabajar en una fábrica de ropa. Le encontraron muerto en su coche, en el que había una manguera desde el tubo de escape hasta la ventanilla.

A la madre de Toole se le metió en la cabeza que alguien debería publicar ese libro y no se le ocurrió otra cosa que llevárselo al autor Walker Percy. Éste, al principio, intentó zafarse de la madre de Toole, pero, ante la insistencia de la señora, se vio obligado a aceptar. Aun así, el manuscrito permaneció en la mesa de su despacho durante un tiempo hasta que, finalmente, Percy empezó a leerlo. Capítulo a capítulo se dio cuenta de lo que tenía en sus manos y consiguió la publicación de la novela con una editorial universitaria. La publicación de “La conjura de los necios” fue un bombazo y en 1981 recibió el Premio Pullitzer.

La trama de la novela trata de la vida de Reilly, un joven de 30 años con estudios universitarios, culto y con un montón de ideas en la cabeza pero que sin embargo pasa los días metido en su habitación viendo televisión, masturbándose y escribiendo notas disparatadas en cuadernos Gran Jefe. Vive obsesionado y perturbado con las peripecias de una antigua compañera de universidad con la que tuvo una relación y que ahora se dedica a organizar conferencias, también disparatadas, en Nueva York. Reilly logra un trabajo en una fábrica de pantalones en la que, seguramente, actúa como alter ego de Toole. Pero organiza sabotajes y es despedido, viéndose condenado a vagar por las calles de Nueva Orleáns con un carro de salchichas como vendedor ambulante. Lo malo es que no obtiene beneficios, ya que se dedica a comerse las salchichas, aumentando su ya exagerada obesidad, y a meterse en un lío tras otro. Las andanzas de Reilly transcurren entre una amplia galería de personajes secundarios, todos trastornados por unas u otras circunstancias. Y el final consiste en una huida hacia delante que cierra un círculo.

He de decir que a pesar de haber hecho un esfuerzo por ofrecer aquí unos esbozos de la trama, es difícil contar de qué trata la novela. Es recomendable, por tanto, leerla, ya que por mucho que te cuenten uno no se hace idea de la dimensión del argumento.

La novela de Toole es inclasificable y permite calificar al escritor como un excelente caracterizador de personajes. Puede gustar o no, pero no deja indiferente. El otro día estaba yo tomando una cerveza en un pub del barrio y apoyé el libro en la barra. Un desconocido me abordó y me preguntó que si me estaba gustando la novela. Le dije que sí y que creía que estaba leyendo una obra maestra. Teníais que haber visto la pasión que puso en descalificar al autor y a la novela. Le dije que al menos debía admitir que el personaje de Ignatius Reilly era fascinante, a lo que me contestó que para fascinante el Quijote. Le dije que sí, que también. Pero lo cierto es que me encendí un cigarro y seguí a mi bola, porque ¿para qué iba a seguir hablando?

La Literatura es grande.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Don Winslow inaugura Getafe Negro en la Casa del Libro, de Paco Gómez

Vivir en Madrid te proporciona lo que no te da ninguna otra ciudad en España. Pasé seis estupendos años en Algeciras llenándome el alma de silencios, de paz y de visiones idílicas contemplando el Estrecho. Aromas del Estrecho que irremediablemente echo de menos, cómo no. Pero volví a Madrid, a la ciudad que me vio nacer y crecer, y recuperé muchas cosas a pesar de perder otras. Siempre ocurre así porque así es la vida. Madrid es tan prolífica en actos culturales que, a veces, hasta se solapan, como me ocurrió ayer.

La Escuela de escritores ha programado estos días una serie de “Talleres express”. Uno de ellos era ayer, impartido por Juan Carlos Márquez en el incomparable escenario de la renovada librería Fuentetaja. Pero ayer, media hora antes, era la presentación en la Casa del libro de “El invierno de Frankie Machine”, segunda novela publicada en España de Don Winslow. Decidí que tenía que hacer todo lo posible por intentar acudir a los dos eventos. Al final, pude hacerlo y pasé una tarde agradabilísima.

El principal reclamo de una presentación es el autor de la novela, pero no es el único. Y la puesta en escena de ayer creaba muchas expectativas que se corroboraron una por una. En la sala de actividades de la segunda planta de la Casa del libro, tras un gigantesco póster de la edición 2010 de Getafe Negro, se situaronCarmen Fernández de Blas, Lorenzo Silva y el propio Don Winslow. Abrió la presentación Carmen, flamante directora editorial de Martínez Roca; una mujer que ha dirigido Plaza & Janés, Ediciones B y Temas de hoy, entre otros importantes grupos editoriales y que tiene fama de olfatear y detectar nuevos best sellers como nadie, no en vano es la descubridora de Matilde Asensi y Julia Navarro, como de tantos otros escritores que ahora son superventas. Con ella en la editorial, no es extraño que Martínez Roca se haya hecho con los derechos de las novelas de Don, ya que este hombre va a ser un filón de oro en España. Nos lo presentó y cedió la palabra a Lorenzo Silva.

Lo de Lorenzo es muy fuerte. Ya conocéis sus éxitos de la serie Bevilacqua y Chamorro, pero además, este prolífico escritor es finalista y ganador del Premio Nadal, tiene el premio Primavera de novela y recientemente ha ganado el VIII Premio Algaba de Biografía, Autobiografía, Memorias e Investigaciones Históricas con su obra “Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil”. No se trata aquí de biografiar aquí a uno de nuestros escritores más laureados, pero para más señas sólo decir que lleva las cartas al director del suplemento dominical de ABC y que, de vez en cuando, aterriza por el suplemento universitario semanal del diario El Mundo escribiendo artículos de Educación, además de ser Comisario e impulsor de Getafe Negro, uno de los más prestigiosos festivales de Novela Negra de nuestro país.

Lorenzo Silva comentó que descubrió a Don en Cadaqués, leyendo “El poder del perro”, primera novela del americano publicada en España. Al parecer, entre la tranquilidad de esas playas tan en calma, experimentó una explosión de violencia sin límites que le transportó a las guerras del narcotráfico en Méjico, tema de rabiosa actualidad, en la que el protagonista, un agente de la DEA, abandona su lucha porque descubre que el problema no es Méjico, sino el inmenso poder de un mercado como el de su propio país, Estados Unidos. No obstante, Lorenzo comentó que incluso le ha gustado más “El invierno de Frankie Machine”, una novela en la que se describe la vida de un hombre tranquilo de 62 años. Tranquilo hasta que la mafia secuestra a su hija y sale a la luz el pasado del protagonista, un hombre que militó en la mafia y que era conocido como “Frankie, la máquina”.

Después habló Don Winslow, quien aterrizó en Madrid el pasado domingo por la tarde con su mujer. No sé si lo que dijo entra dentro de las cosas que se dicen en las presentaciones, pero el caso es que les pilló la vuelta ciclista por la Gran Vía y tuvieron que dar un gran rodeo para llegar hasta el hotel, dándose cuenta de que Madrid era la ciudad más bonita de Europa, desbancando en sus percepciones a París. Algo así, dicho de sopetón y ante un buen puñado de madrileños propició las simpatías del respetable. Su disertación continuó haciendo un recorrido por su trayectoria para contarnos lo que algunos ya sabíamos: que Don, antes de escritor, había sido detective privado. Y, como muchos otros escritores de Novela Negra, no dividió al género humano entre buenos y malos, ya que su opinión es que todos tenemos ambas cualidades en una u otra medida. Nos contó la anécdota de que cuando paseaba con su mujer por Gran Vía se sorprendió muchísimo de ver en el escaparate de la Casa del Libro una fotografía suya de gran tamaño, frente a la que posó divertido mientras su mujer le hacía una foto. Seguro que pasó inadvertido entre los miles de transeúntes, porque Don posee la fisonomía adecuada para hacerlo: un tipo calvo y con gafas con toda la pinta de un tipo corriente, aunque no lo sea en absoluto.

No puedo hablaros de la Literatura de Don porque no me ha dado tiempo a leerlo. Tengo pendiente la primera desde hace tiempo. Descansa en un anaquel de mi desordenada habitación, eso sí, ahora firmada por el autor. Después del acto, agarré la segunda y volví a hacer cola. Cuando llegué, le dije a Don: “Paco, another time”. Y esto fue lo que plasmó en la dedicatoria mientras sonreía.

Parece que no tenía nada más que hacer allí una vez que Lorenzo Silva me saludó, lo cual siempre me complace. Pero yo no hacía nada más que mirar a Carmen Fernández de Blas y en mi cabeza bullía la idea de poder hablar con ella. La excusa la tenía, no en vano mi primera novela fue contratada por Martínez Roca hace tres años y medio y todavía está en espera de publicación. Incluso pensé en pedir a Lorenzo el favor de que me la presentara, pero él, solícito, no dejaba de hablar con unos y con otros. Por otra parte, no me gusta endosar marrones a nadie, y menos a la gente que admiro. Pero abordar a Carmen por la cara y de sopetón requería una buena dosis de atrevimiento que al final reuní. Sólo os diré que me atendió amablemente y me dijo que había leído mi novela. Me extendió su tarjeta profesional y conseguí una cita telefónica con ella para la posible resolución de la publicación de mi novela, aunque esto, será motivo posiblemente de otra entrada en este blog.

Finalmente, y tras la emoción de haber hablado con Lorenzo y con Carmen, llegué sudoroso y fatigado al sótano de la librería Fuentetaja con el tiempo suficiente de engancharme al taller express del que os hablaba al principio, en donde pude disfrutar de una hora y media de charla literaria con el profesor y los compañeros.

No hay acto literario que se precie que no deba acabarse con un acto gastronómico, así que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y de que el Paraíso del jamón está en la mismísima calle de San Bernardo, puse fin al día disfrutando de un bocadillo de jamón de bellota y una copa de Rioja, a fin de celebrar la tarde literaria y..., mi gran osadía.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Géneros literarios, de Paco Gómez

La crítica especializada y también los lectores tienden a leer una novela y automáticamente encasillan a la misma dentro de un género literario determinado. Somos humanos y, desde luego, tendemos a clasificar objetos e ideas según nos da a entender nuestro raciocinio. Como consecuencia de estas clasificaciones, un escritor, que no pretende nada más que escribir una buena historia, puede adquirir un san Benito que puede que le acompañe durante toda su trayectoria literaria, y esto no es cómodo, sobre todo si el público o la crítica yerran en sus apreciaciones.

Además, las corrientes de opinión más generalizadas también tienden a establecer desafortunadas clasificaciones, bajo mi punto de vista, sobre los géneros literarios. Así, en Literatura, hay géneros que se consideran incluso menores cuando el sentido común dicta todo lo contrario. No son menores estupendas novelas de género negro, humorístico o del mal llamado género rosa, tres de los géneros que nos han legado clásicos por antonomasia. Yo también hago irremediables clasificaciones, pero más simples: buenas y malas novelas; novelas que llegan al público o que no llegan, por muy “literatos” que sean sus autores; novelas que te hacen viajar a través del pellejo de sus personajes o que te hacen permanecer sentado en tu silla junto a tu imaginación. Podría seguir. A lo mejor no es una clasificación tan simple la mía, o sí, por obvia.

Un autor o una novela me llegan y me tocan muy dentro, o no. Si está bien escrita, mucho mejor, qué duda cabe. Y la calidad no debe asociarse a utilizar palabras rimbombantes que a veces no pegan en un párrafo ni con Loctite.

En cuanto a los géneros, todo es relativo, y muchos críticos no saben ver que los escritores, en muchísimas ocasiones, se apropian de un género para poder expresar lo que piensan o para “meter de clavo” una trama secundaria que salta sin apenas premeditación al centro mismo de la novela. Ninguna trama rosa habría podido contar dos historias de amor más intensas que las que nos brindan Pedro de Paz en “Muñecas tras el cristal” o Andrés Pérez Domínguez en “El violinista de Mauthausen”. O el desequilibrio mental de un personaje como el protagonista de la Frontera Sur”, última maravilla del prolífico José Luis Muñoz. ¿O es que alguien puede mostrar más ternura y humor que el que muestra el Poe en los relatos presuntamente negros de Carlos Salem? ¿Acaso el Víctor Ros de Tristante no transita por paisajes humanos con la excusa de una novela negro-histórica? ¿No es un viaje hacia el epicentro de sí mismo el que nos describe Óscar Urra con las investigaciones de Julio Cabria? ¿No son una explosión de sensibilidad y elegancia los viajes al alma de los versos malditos de Virtudes Reza? Esto pone claramente de manifiesto que las tramas negras son idóneas para expresar entre tópico y tópico del género otras ideas. Un género, el negro, considerado desde tiempos inmemoriales como “menor” sin ningún fundamento, excepto, quizá, la vanidad de ciertos escritores que van de “respetados literatos” y de sus cohortes de críticos de cabecera. Un género permanentemente denostado que, sin embargo, exige un lugar privilegiado en la Historia de Literatura. La crítica debe dejar de estar en deuda con él. Se lo debe.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Dime quién soy, de Julia Navarro, por Paco Gómez

Para ser escritor hay que echarle valor. Si consigues publicar te puedes considerar privilegiado, pero no es tan fácil, y en este punto hay escritores que lo consiguen desde la nada, doble mérito, o quienes lo consiguen porque ya son conocidos en otros ámbitos. Julia Navarro ya era una conocida periodista cuando publicó “La hermandad de la Sábana Santa”. Esto no le resta mérito, pues hay periodistas que no consiguen publicar nunca. O, aunque lo consigan, su novela no se vende y su carrera de escritor se acaba. Julia convirtió su primera novela en un best seller y, a partir de ahí, las cosas son más fáciles, evidentemente. Es una de las contadas autoras españolas que consigue situar cada novela que saca entre los diez más vendidos.

“Dime quién soy” es su cuarta novela, un gran proyecto que ha visto la luz este año a través de la editorial Plaza y Janés, que ha acompañado a la escritora desde su primera novela. Hablaba al principio de valor, y hay que tenerlo a pesar de ser una escritora consagrada para abordar una novela de 1.056 páginas y no aburrir al lector en ningún momento.

Julia hace gala de un gran oficio como novelista al conseguir que en cada capítulo pasen cosas y hace que los lectores deseen saber que pasa en el capítulo siguiente a través de un lenguaje sencillo y un ritmo en la narración que no decae en ningún momento, hecho harto difícil en una novela tan voluminosa. En ella nos narra la historia de Amelia Garayoa, una muchacha burguesa que abandona a su marido y a su hijo en los años previos a la Guerra Civil porque se enamora perdidamente de Pierre Comte y de los ideales comunistas de éste. La historia es bastante insólita, en un tiempo en que lo que se esperaba de cualquier mujer era que sirviera a su marido y criase a sus hijos. El hilo conductor de la narración nos lleva a conocer la vida de esta mujer y los lugares que visita junto a los hechos históricos que van acaeciendo, haciendo un recorrido magistral por los principales episodios europeos del siglo veinte: la Revolución rusa, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.

Esta historia se cuenta a través de la investigación periodística de un bisnieto suyo que va recabando datos de diversos personajes que estuvieron en contacto con Amelia o que bien tienen acceso a archivos secretos. El periodista jamás llegó a imaginar que su bisabuela había llegado a ser una mujer tan interesante. Los episodios bélicos y sus efectos están narrados con crudeza, siempre a través de los ojos de Amelia, una mujer sensible pero con una determinación fuera de lo común que no duda en colaborar con la resistencia polaca o griega creándose para sí problemas y dramas vitales de incalculables consecuencias.

En definitiva, una buenísima novela que no aburre en ningún momento, más bien al contrario, emociona hace que te pongas en la piel de la protagonista a través de un lenguaje sencillo, mostrándonos un variado repertorio de personajes secundarios, paisajes y hechos históricos. Y con un final muy entrañable.

Julia Navarro (Madrid, 1953) es periodista y ha trabajado a lo largo de su carrera en prensa, radio y televisión.

Es autora de los libros de la actualidad política Nosotros, la transición; Entre Felipe y Aznar; La izquierda que viene y Señora presidenta.

Julia acaba de publicar su última novela Dime quién soy, una espectacular crónica de la historia del S.XX vista desde los ojos de una misteriosa mujer. Hasta la fecha ha publicado cuatro novelas. Con la primera, La hermandad de la Sábana Santa, obtuvo un espectacular éxito y alcanzó los primeros puestos de ventas tanto en España como en el extranjero. Con las siguientes, La Biblia de barro y La sangre de los inocentes, ambas éxitos de público y crítica, se consolidó como una de las escritoras españolas con mayor proyección internacional. Estos tres títulos han vendido hasta la fecha tres millones de ejemplares y se han publicado en 30 países, entre ellos Italia, Alemania, Portugal, Rusia, Corea, Japón, China, Reino Unido y Estados Unidos. En los últimos años Julia ha recibido múltiples e importantes galardones: Premio Que Leer a la mejor novela española del 2004, VIII Premio de los lectores de Crisol, Premio ciudad de Cartagena 2004, Premio Pluma de Plata de la Feria de Libros de Bilbao 2005, Premio Protagonistas de Literatura y Premio Más que Música de los Libros 2006.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La esclavitud de las ideologías, de Paco Gómez

La Vanguardia. Pulsa aquí.

Llegado a este punto de mi vida, no sé si aconsejado por la edad o por los avatares de la propia vida, he de decir que respeto a las personas que tienen una ideología, pero no me gustan. Yo intento apelar a mi criterio, basado, o eso creo yo, en el sentido común. Y me puedo equivocar como el primero, pero al menos no estoy sujeto al corsé de ninguna ideología. No son pocas las veces que he acabado discutiendo con algún amigo o conocido sólo por plantear mis ideas. Empiezo a estar cansado de que los de izquierdas me tomen por facha y de que los de derechas me tomen por rojo sólo porque no me ciño claramente a unas ideas u a otras. Y me da pena, porque esto me ha hecho perder esa fluidez derivada de la empatía que sentía por algunas personas.

Las ideologías esclavizan los pensamientos de quienes las profesan. Y cuando la gente se cree más libre es cuando más influenciada está, llegando incluso al fanatismo, que tantos conflictos e incluso guerras han causado y siguen propiciando. Quizá por eso cada vez estoy más a solas conmigo mismo y tiendo más a no expresar lo que estoy pensando por miedo a causar desavenencias en las que uno acaba agotado mentalmente y sin energía. A veces doy la batalla por perdida antes de empezarla porque he llegado a la conclusión de que contrastar ideas con los apologetas de una u otra ideología es perder el tiempo.

Empieza a ser raro encontrarte con alguien con quien poder conversar y que esté libre de escrúpulos a la hora de opinar y de hacer análisis libres sin miedo al qué dirán. Los ideólogos de unas u otras tendencias suelen catalogar a estas personas de “frikis”, palabreja que no me gusta un pelo y que además sirve a la vez para encasillarte, y no me gustan las clasificaciones.

Hasta ahora he hablado de personas pero esto es también aplicable a colectivos. No hay nada más que echar un vistazo a los medios de comunicación para observar que unos y otros tienden a una determinada ideología y tratan las noticias de forma que si las lees en uno u otro periódico sacas conclusiones diferentes. A veces, incluso, hay noticias que se obvian en unos y que, sin embargo, se les da una inusitada trascendencia en otros.

Las ideologías, lejos de propiciar la libertad que creen tener quienes las poseen, es la mayor de las esclavitudes de pensamiento con las que habitualmente nos topamos, para desgracia de los que nos gusta ser verdaderamente libres.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El otro lado, de Paco Gómez

Sólo quiero pasar al otro lado,

donde tus propios pensamientos no son nocivos,

donde no se cavila para sobrevivir.

Ni siquiera aspiro a ser feliz,

sólo a no sentir,

sólo a no hacer daño a nadie por mi necedad,

no sentir, no sufrir, no herir,

desaparecer en el infinito,

y ser una partícula sin conciencia,

en un universo monótono

en donde las heridas no existen,

ni las mías, ni las tuyas.

martes, 7 de septiembre de 2010

Balconing, que los compren quienes los entiendan, por Paco Gómez

De todos es sabido que la adolescencia y la juventud tienen sus cosas buenas, aunque ambas adolecen de la suficiente madurez que la edad nos lega posteriormente. Siempre procuro renegar del tópico “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero es una frase que desagraciadamente siempre planea entre mis pensamientos. La juventud está desasistida por la pésima educación que se imparte y por la pérdida de los valores tradicionales. Y esa falta de preparación desemboca en la búsqueda de pasatiempos estúpidos y en la inmediatez de pasarlo bien mediante ocurrencias desafortunadas.

Lo del “balconing” me llama mucho la atención, ya digo, por la estupidez del pasatiempo, pero no mucho más que cualquiera de los entretenimientos de los jóvenes actuales, que como hacíamos los antiguos, salen e intentan divertirse como pueden supliendo sus carencias intelectuales, e incluso se matan intentándolo.

Ni en la más deprimente de mis borracheras cuando apenas era yo un chaval se me habría ocurrido tirarme a una piscina desde un balcón o un tejado. No diré que no hice algunas tonterías, como todo quisque, pero los jóvenes de nuestra generación teníamos otra mentalidad. Lo pasábamos bien viajando, a pesar de disponer de pocos recursos económicos, bailando, yendo a un concierto e incluso disfrutábamos leyendo o charlando, sobrios o entre los vapores de un whisky, que no éramos precisamente mojigatos.

Cualquiera de estos pobres diablos que se ha matado este verano practicando el “balconing” dejarán en la memoria de sus semejantes cuando éstos analicen las causas de su muerte una frase: “se mató por gilipollas”. Y no les faltará razón a quienes recuerden la memoria de estos prematuros difuntos de esta manera. Porque a ver, que me lo expliquen: ¿Qué sentido tiene hacer lo que hacen? Ninguno, desde mi punto de vista, que puede que algunos juzguéis demasiado riguroso al analizar los gustos y costumbres de las nuevas generaciones. Pero es lo que pienso. Y, en definitiva, siento bastante pena de que no sepan disfrutar de la vida como yo procuraba hacerlo a su edad.