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martes, 7 de septiembre de 2010

Balconing, que los compren quienes los entiendan, por Paco Gómez

De todos es sabido que la adolescencia y la juventud tienen sus cosas buenas, aunque ambas adolecen de la suficiente madurez que la edad nos lega posteriormente. Siempre procuro renegar del tópico “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero es una frase que desagraciadamente siempre planea entre mis pensamientos. La juventud está desasistida por la pésima educación que se imparte y por la pérdida de los valores tradicionales. Y esa falta de preparación desemboca en la búsqueda de pasatiempos estúpidos y en la inmediatez de pasarlo bien mediante ocurrencias desafortunadas.

Lo del “balconing” me llama mucho la atención, ya digo, por la estupidez del pasatiempo, pero no mucho más que cualquiera de los entretenimientos de los jóvenes actuales, que como hacíamos los antiguos, salen e intentan divertirse como pueden supliendo sus carencias intelectuales, e incluso se matan intentándolo.

Ni en la más deprimente de mis borracheras cuando apenas era yo un chaval se me habría ocurrido tirarme a una piscina desde un balcón o un tejado. No diré que no hice algunas tonterías, como todo quisque, pero los jóvenes de nuestra generación teníamos otra mentalidad. Lo pasábamos bien viajando, a pesar de disponer de pocos recursos económicos, bailando, yendo a un concierto e incluso disfrutábamos leyendo o charlando, sobrios o entre los vapores de un whisky, que no éramos precisamente mojigatos.

Cualquiera de estos pobres diablos que se ha matado este verano practicando el “balconing” dejarán en la memoria de sus semejantes cuando éstos analicen las causas de su muerte una frase: “se mató por gilipollas”. Y no les faltará razón a quienes recuerden la memoria de estos prematuros difuntos de esta manera. Porque a ver, que me lo expliquen: ¿Qué sentido tiene hacer lo que hacen? Ninguno, desde mi punto de vista, que puede que algunos juzguéis demasiado riguroso al analizar los gustos y costumbres de las nuevas generaciones. Pero es lo que pienso. Y, en definitiva, siento bastante pena de que no sepan disfrutar de la vida como yo procuraba hacerlo a su edad.

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