Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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viernes, 22 de abril de 2011

De los antecedentes de plumillas y juntaletras, de Paco Gómez Escribano

Recuerdo una entrevista que le hicieron a un escritor de cuyo nombre no quiero acordarme. Es muy mediático, vende y tiene prestigio. Desde mi punto de vista, sus novelas son una basura. El escritor, cuya vanidad flotaba por el plató de televisión y de espesa se podía cortar con un cuchillo, describía su niñez en la República. Sus padres eran cultos cultísimos, por tanto se crió entre los anaqueles de los numerosos muebles (de maderas nobles, se entiende) que albergaban miles de libros en su casa céntrica de Madrid, escuchando, ya desde su más tierna infancia a Bach, a Beethoven y a Vivaldi. El susodicho decía que, criado en ese ambiente, estaba llamado a cumplir un destino inevitable: el de ser escritor. En ese momento comprendí que, a pesar de ser yo un crío que hacía mis pinitos en la lectura, jamás llegaría a escribir nada digno, cómo iba a ser posible siendo mi niñez tan distinta a la del literato.

Por aquel entonces, yo comía judías y lentejas. Mis padres eran buenísimas personas, pero claro, él era soldador y mi madre ama de casa. Lo que sonaba en mi humilde hogar, no era Wagner, sino Juanito Valderrama y Antonio Molina, de los que mi viejo era gran admirador. Si se me rompía un pantalón, pues me ponían un parche. Mis padres no asistían a cocktails sino al bar Joavic a tomar cañas y en casa se bebía vino a granel con casera. En mi barrio no había ni farolas ni calles, sino oscuridad y barro o polvo, dependiendo de la estación. Yo no tenía chófer ni criadas. Cuando queríamos salir del barrio cogíamos la P-9, que nos dejaba en Ciudad Lineal y de ahí al Metro. Tampoco fui a colegio de pago. Las que me enseñaron Geografía y Matemáticas fueron doña Carmen, la señorita Mari Carmen y la señorita María Jesús.

Total, que en mi mente infantil me hice una reflexión: la de que con semejante bagaje yo no ejercería jamás uno de los nobles oficios como el de escritor. Es más. El nota hablaba de “los clásicos”, un concepto que yo no entendí muy bien entonces, ya que citól nombres como Virgilio y Homero, que a mí me parecieron más nombres de pueblo que nombres propios de gente a los que hubiese que admirar. No, definitivamente, yo no estaba llamado a protagonizar ni siquiera una anécdota en ese exigente y glorioso mundo de las Letras.

Es más. Cuando estaba terminando 8º de EGB llegaba el momento de elegir. Optar por BUP, FP o entrar de aprendiz en algún taller. Yo nunca he sido listo para la vida pero sí lo era para estudiar. Mis profesoras recomendaron encarecidamente a mis padres que me llevaran al instituto para realizar estudios de BUP. Pero yo veía que el BUP estaba claramente orientado a realizar en un futuro estudios universitarios. Y yo, en mi entorno familiar y vecinal, no conocía a nadie que hubiera hecho una carrera. Por tanto, la cosa me sonaba a ciencia ficción. Así que decidí hacer FP para aprender un oficio y porque eran unos estudios que no te cerraban las puertas de la Universidad, por si en un futuro me daba la ventolera y hacía una carrera. Escogí electrónica porque me gustaban las bombillas, tal era mi pésimo criterio entonces, que no ha variado mucho con el tiempo. Así que eso hice. Como no era tonto, fui aprobando, pero cómo echaba de menos el no estudiar en profundidad Literatura, Historia, etc, que era lo que verdaderamente me gustaba. No acabé la FP porque entonces estaba yo más preocupado por otras cosas, como por ejemplo ir a conciertos o emborracharme con los colegas, pero esa es otra historia. El caso es que años más tarde terminé FP y me saqué la ingeniería mientras trabajaba, lo cual, creo que no ha influido mucho en mi vocación de escribir, pero ahí queda.

No tuve tiempo de leer ni a Virgilio, ni a Homero ni al padre de Domingo Ortega. Mis emolumentos dependían de la modesta paga que mi madre me entregaba religiosamente cada domingo y que daba para comprar flashs, algunas canicas y tebeos de segunda mano del Jabato, el Capitán Trueno y el Corsario de Hierro, sin olvidar los Clásicos Juveniles de Bruguera y las novelas de Estefanía. Eso sí, me hice socio de la biblioteca del barrio y transité entre anaqueles que no eran de maderas nobles sino de aluminio gris, cuyas baldas estaban unidas con tornillos oxidados de los altos hornos de Bilbao. Y me leí todo, si bien los libros no olían a imprenta, sino a un aroma rancio que supongo era una mezcla de humedad y sudor de manos que antes habían pasado todas esas páginas. A algunos les faltaban hojas y otros alojaban dibujos semejantes a los que habitan los urinarios. Pero enseguida vi que más importante que el envoltorio era el contenido.

Sorprendentemente ahora escribo y sigo leyendo como un jodido poseso, eso sí, elijo; porque, de forma increíble y aun con mis antecedentes, poseo un criterio. Eso sí, ninguno del nota al que aludía al principio. Porque aun con sus referencias que para mí hubiera querido y con perdón, sus novelas son una mierda.

domingo, 17 de abril de 2011

Mi barrio no es ninguna pradera, de Paco Gómez Escribano

Ayer estuve dando un paseo por mi barrio. Compré el ABC por el suplemento cultural y pasé un buen rato, ya que la columna de Reig y la de J.J. Armas han terminado por instalarse en la cotidianeidad de las matinales de mis sábados. Además, ayer venía un reportaje sobre un escritor totalmente desconocido para mí. No sé si les pasa a los demás, pero a mí, como escritor, me encanta saber de la vida y obras de otros escritores. El desconocido hasta ayer, poeta y novelista imposible, era Aliocha Coll. Un tipo nacido en Madrid, criado en Barcelona, casado con una francesa de origen chino y residente en París, dedicado únicamente a escribir, ya que gozaba del privilegio de vivir de las rentas. Nacido en el 48 y muerto por suicidio tras escribir Atila, la que fue su última novela. Un escritor maldito, cuyas pocas obras conocidas han sido depositadas en el Cervantes por Carmen Balcells.

Así de literaria comenzó la mañana, como cada sábado. Y con esta resaca de Literatura, dirigí mis pasos hacia la zona donde termina Canillejas, atravesando el barrio de punta a punta. Fijándome en lo que ha cambiado y en lo que no, aunque lo primero gana por goleada.

Aún recuerdo cuando mis padres compraron el piso y me trajeron a vivir aquí, en la intersección de San Blas con Canillejas. Yo era un crío que todavía no había cumplido los cuatro años, aunque ya entonces barrunté el cambio de paisaje urbano. Hasta entonces, mis padres habían regentado una portería en la calle Hortaleza, muy cerca de la Gran Vía. Pasar de ahí a un barrio que constaba de cuatro bloques y descampados por todas partes fue un cambio considerable. Las aceras y las calzadas estaban por hacer y las farolas eran un artículo de lujo. Si llovía, subías a casa embarrado. Y por las noches, el barrio se convertía en la boca del lobo. A unos cuatrocientos metros de mi casa había un poblado, de los denominados “U.V.A.”. Era grande y estaba poblado por gentes distintas a los que vivíamos en los pisos. En este en concreto, vivían gitanos y payos, estos últimos todos muy rubios a los que todos conocíamos como “los vikingos”. Yo no lo recuerdo muy bien, pero mi padre, años más tarde de la extinción del poblado, me aseguró haber visto a las mujeres con el puñal en la liga.

Eran gente de la calle, con sus propios códigos y sus reglas propias. Y tiraban de navaja a las primeras de cambio. Los jóvenes se agrupaban en bandas que sembraban el terror entre los vecinos, bandas que contaban con otras rivales asentadas en otros barrios y cuyas trifulcas llegaban a llenar titulares de periódicos. La heroína acabó con ellas ya que el caballo no admite conciencia de grupo.

Así transcurrió mi infancia, en un barrio de delincuencia, trigales, descampados y miserias, hasta desembocar en la adolescencia. “Mi barrio no es ninguna pradera”, reza la canción de Sabina; el mío tampoco lo fue, perdido en mitad de la nada. Una nada que contaba hasta con cuartelillo de la Guardia Civil, saturado en una ciudad sin ley en donde la delincuencia juvenil campaba a sus anchas entre descampados y obras. Momentos buenos los hubo, sin duda, sobre todo los relacionados con partidos de fútbol y las gélidas tardes en las que me acercaba a la papelería para ver las portadas del Jabato, el Capitán Trueno o el Corsario de Hierro, leídos todos ellos sentado en la alfombra al abrigo de una estufa de butano y con los compases de la música de Elena Francis flotando por el diminuto salón de mi casa. Pero también hubo peleas y robos a punta de navaja, hasta que me di cuenta que los delincuentes eran tipos como yo y me prometí que ninguno de ellos volvería a amedrentarme por mucha automática que me sacasen, adaptarse o morir, o no bajar a la calle, opción que tomaron tantos y tantos niños. Pero no yo, porque finalmente me pudo más la curiosidad que el miedo. Eso no significaba que no me acojonara cada vez que el Quilino o el Guille, o el Pirri (que llegó hasta a hacer películas hasta que las palmó de sobredosis) o el Kung Fu (que traía mártires a la Policía por los robos de coches hasta que lo ametrallaron en el Puente de San Fernando para morir posteriormente en un penal de Cádiz) campaban a sus anchas por mi manzana, porque en verdad eran tipos duros que acojonaban y bastante. Pero aun así, decidí que la calle también era mía.

El Pirri

La heroína acabó con la mayoría de ellos y también con gran cantidad de mis amigos. Ayer paseaba por esas calles con respeto hacia su memoria. Preguntándome que por qué unos sí y otros no, rememorando la noche anterior en la que estuve tomando unas cañas con el Javi, un amigo. Un amigo que se metió tanto en la heroína que durante años ni me saludaba por la calle porque no me reconocía. Finalmente logró desengancharse y ahora bebe como si se fuera a morir mañana, un mal menor pensando en el infierno particular en el que estuvo.

El paseo me llevó hasta el cementerio, un recinto rectangular y estrecho en el que ya no se entierra a nadie, pero que pervive obstinado en medio de la modernidad. Recuerdo que en mi juventud, anejo al cementerio se encontraba el campo de fútbol del Destino F.C., protagonista de las mañanas de los domingos en las que los niños íbamos a ver los partidos. Hoy ya no existe, como tantas otras cosas que han desaparecido. Después de observar las lápidas y los panteones, atravesé el parque en la que se alza la estatua a José Cubero “Yiyo”, protagonista del cartel de Pozoblanco. El “Yiyo” era de Canillejas y perteneció a la escuela taurina de Madrid, situada en la Casa de Campo. Dio tardes gloriosas de toreo hasta que el toro Burlero acabó con él en la plaza de Colmenar.

El Yiyo

De regreso a casa por calles que antes fueron descampados, reflexioné una vez más sobre el cambio que ha experimentado el barrio. “Mi barrio no es ninguna pradera”, es más, ni siquiera es bonito. Pero la modernidad y el bienestar se impusieron sobre la miseria y el hambre y hoy es un barrio tranquilo y agradable. Un sitio al que siempre vuelvo y volveré porque mi infancia, mi adolescencia, mi juventud y mi madurez, están impregnadas en cada pared. Antes de subir a casa pasé por la puerta del que fue mi colegio, el Monte Carmelo. Hoy día es una frutería, pero yo sigo viendo mi colegio. Un colegio plasmado en la letra de “Días de escuela”, de Asfalto. Pero era mi colego. Y estaba en mi barrio.

domingo, 10 de abril de 2011

Presentación de “Violetas para Olivia”, de Julia Montejo, por Paco Gómez Escribano

Me presentaron a Julia Montejo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Coincidimos en la presentación del libro sobre la Guardia Civil de Lorenzo Silva. Conversamos y vimos que teníamos en común que a ambos nos había contratado una novela la editorial Martínez Roca. El pasado jueves, Julia presentó esa novela en el Casino de Madrid, en la calle Alcalá, a tiro de piedra de la Puerta del Sol. El inconveniente fue que había que ponerse chaqueta y corbata en una tarde calurosa como pocas.

Cuando llegué saludé a la autora, que no paraba de recibir felicitaciones, y le apunté lo apropiado del marco incomparable del Casino para presentar la novela ya que el edificio merece la pena, arquitectónicamente hablando. Ella me dijo que no podía perderme la biblioteca gótica, dato que apunté para mejor ocasión como para mejor ocasión dejé el conversar con ella, muy ocupada en el que lógicamente era su día.

Entré al Salón del Príncipe con la novela bajo el brazo y tuve tiempo de situarme delante. En pocos minutos el salón estaba lleno, con gente de pie, incluso.

Abrió el acto don Mariano Turiel de Castro, presidente de la institución, un hombre cuya senectud, lejos de ser un inconveniente, da la impresión de que le otorga una sabiduría, una templanza y un saber estar que para sí querrían muchos jóvenes. Comenzó haciendo una semblanza de la institución y dando la bienvenida a todos. Se mostró orgulloso de que Julia, como socia, hubiera elegido el Casino para presentar su novela, a la que vaticinó un gran éxito dada la talla de la autora. Obvió leer el currículum vitae de Jorge Verstrynge, ya que a nadie se le escapa la trayectoria de este profesor universitario conocido además por sus muchas otras facetas. Jorge tomó la palabra y ejerció de presentador del evento ofreciéndonos unas pinceladas certeras de la autora y de la obra. Independientemente de ideologías o filiaciones políticas, a Jorge Verstrynge le pasa lo que a Joaquín Leguina, que da gusto escucharles hablar, porque poseen la categoría de la que adolecen nuestros actuales políticos. Pero ya se sabe que al que despunta un poco y es un intelectual, lo defenestran de inmediato de la escena política.

A continuación habló Carmen Fernández de Blas, a quien le gustó la novela de inmediato nada más leerla. No conocía a Julia y la citó para hablar con ella convenciéndose aún más de que debía publicar esa novela. Lo que no es extraño, pues Julia es de esas personas que gana mucho con su presencia. Además, como la editorial tiene la representación de los derechos internacionales, Carmen anunció en directo que habían mandado el manuscrito a diversos países y que ese mismo díaMondadori había adquirido los derechos para Italia.

Entre que el auditorio estaba lleno y el impacto de la noticia, Julia empezó a hablar de forma entrecortada. Y cuando agradeció a su marido el apoyo en su labor como escritora, no pudo más y se emocionó. Los que estábamos allí no pudimos por más que dar un aplauso a esta mujer que luchaba por aguantar el tipo entre un cúmulo de sensaciones muy intensas. Nos habló de “Violetas para Olivia” y agradeció la presencia de todos. Pero lo mejor es que la leáis, no os va a defraudar.

Como me imaginaba que la cola iba a ser larguísima me situé en la misma rápidamente y tuve el honor de ser el primero en recibir la dedicatoria. Julia estaba de pie hecha un manojo de emociones, con el pulso poco firme, como es lógico. Le dije que se sentara y que se tranquilizara, porque aún le quedaba un buen rato por allí en vista de toda la gente que esperaba la dedicatoria. Le pregunté que si sabía lo de Mondadori y me dijo que no, que era la primera noticia, cosa que ya me imaginaba yo por la cara que puso cuando lo anunció Carmen. Sin más, le deseé suerte y me marché todo encorbatado a tomar unas bravas y una cerveza en Sol, pues la noche era espléndida. Y con la alegría propia de ver cómo a una compañera le había salido tan bien su presentación.

Julia Montejo (Pamplona) es periodista por la Universidad de Navarra y máster de Guión, Producción y Dirección cinematográfica por la Universidad de California-Los Angeles (UCLA). En Estados Unidos ha sido guionista y analista en el cine y la televisión. Escribió y dirigió la película No Turning Back (Sin retorno), que cosechó más de 20 premios internacionales, entre ellos el premio ALMA (la versión latina de los Oscar) a la mejor película latina independiente.

En los últimos años ha compaginado la actividad docente en la universidad con su trabajo como guionista en distintas series de televisión. Siete vidas, Motivos personales, Cuestión de sexo o Gavilanes son algunas de ellas.

Con su primera novela, Eva desnuda, resultó finalista del Premio Ciudad de Torrevieja 2005. La novela fue publicada en 2006.

Recientemente los estudios norteamericanos Twentieth Century Fox han adquirido los derechos de uno de sus guiones para producirlo internacionalmente.

viernes, 8 de abril de 2011

Morente, la película, por Paco Gómez Escribano

Cuando llegué a la sala Berlanga todo en el ambiente era primavera. Allí estaba mi amiga Silvia Pérez Trejo, en la puerta del cine, tan guapa como siempre. Todo lo que produce alcanza el éxito, señal de que tiene un especial olfato para esto. No hace mucho, también produjo “Temple flamenco”, espectáculo de baile, cante y toque que vi dos veces, y que poblaba de magia el teatro Arlequín todas las noches. El pase al que tuve el gusto de acudir era para los amigos, entre los que tengo el honor de contarme. Después de que Silvia me presentara a Emilio R. Barrachina, el director, y de conversar con otros amigos que estaban por allí, me enfrenté a la pantalla. Y decir que la película se me pasó en un santiamén.

Morente es una película documental, un musical. Pero también es un trabajo biográfico alrededor de la vida del tristemente ya fallecido cantaor. Comienza con algunas efemérides importantes, pasando por la Guerra Civil, la Transición y otros momentos históricos de España. Momentos que tienen que ver con otro genio,Picasso, y su barbero, todavía vivo y que aparece un par de veces en la película. La historia del pintor y el barbero es conmovedora. Picasso, en su exilio francés, al enterarse de que hay un barbero español lo pone a trabajar con él, fraguándose una amistad que duraría hasta la muerte del genio. Eugenio Arias, el barbero, es natural de Buitrago del Lozoya, un precioso pueblo de la Comunidad de Madrid que alberga un museo Picasso, precisamente con las obras que el pintor le legó. Y ¿por qué Picasso? Pues sencillamente porque Morente admiraba al genio y se le nota obsesionado con su obra cumbre: El Guernica. Uno de los momentos más sobrecogedores de la película es cuando el cantaor, frente al cuadro, le obsequia con un grito prolongado y desgarrador que te pone los pelos de punta sabiendo lo que el cuadro significa: el genocidio ocurrido en la Guerra Civil en el pueblo vasco, perpetrado por la aviación nazi con la complicidad del mal llamado bando nacional. Y también porque, como todos los artistas que se convierten en genios, Picasso no sólo pintaba, sino que también escribía. Y el maestro Enrique Morente convirtió en canciones varias de sus poesías.

La película nos muestra la personalidad del cantaor paseando por el Albaicín en compañía de sus hijos y amigos, recordando anécdotas de cuando era sólo un niño. Aparece como una persona afable, buena y respetuosa con todo el mundo, características que al parecer eran reconocidas por todo su entorno. Pero también nos muestra momentos estelares del maestro, como por ejemplo, fragmentos de su actuación en el Liceo de Barcelona, concierto tildado de espectacular por quienes tuvieron el privilegio de acudir a verlo en directo. Como espectacular debió ser el concierto que dio en el castillo de Buitrago del Lozoya, recogido también en esbozos a lo largo de la película. Especialmente emotivos son los fotogramas que nos muestran a Morente interpretando la canción de otro genio, Antonio Vega, también tristemente fallecido. Me refiero a “El ángel caído”, acompañado por el pianista argentino de jazz Federico Lechner.

El director, en colaboración con el propio Morente, implicado en la producción artística, monta una película en la que se alternan conversaciones, monólogos y silencios que producen en el espectador un cúmulo de sensaciones inolvidables, parecidas a las que produce leer un poema. Uno está atento a lo que ocurre en pantalla, al menos por el lado racional, pero hay un torrente de sensaciones que penetran inexorablemente por el subconsciente, produciendo estremecimientos continuos. Personalmente salí del cine sobrecogido por esa concatenación de sensaciones, y también enriquecido debido a esas otras informaciones que desconocía sobre la vida del cantaor. Había escuchado cantar a su hija Estrella, cómo no, pero también descubrí que su hija Soleá canta igual de bien, y que su hijo José Enrique es un artista del toque y el cante.

En definitiva, una película que debéis ver, independientemente de que el flamenco os guste o no, si os consideráis mínimamente sensibles ante las obras de arte. Ayer, jueves ocho de abril, fue presentada ante la prensa en un marco incomparable: El Reina Sofía. Y ha cosechado críticas muy favorables. Ya había sido presentada en Málaga con idéntico resultado. Y ha sido seleccionada para Cannes.

Así que haceros con la cartelera de vuestra ciudad y pasad un rato inolvidable.


martes, 29 de marzo de 2011

El panorama editorial, de Paco Gómez

El mundo editorial está revuelto, no se sabe muy bien hacia dónde camina. Son varios los factores que intervienen en este panorama de dudas. Por un lado la situación internacional, que ha afectado de lleno a un sector que ya estaba en crisis antes de la crisis. El resultado ha sido que muchos escritores noveles que tenían contratos y adelantos económicos con una de las grandes han visto esos contratos rescindidos y sus ilusiones hechas añicos. Las agencias literarias no aceptan más escritores que no hayan publicado y, en muchos casos, no quieren evaluar ningún manuscrito más. Esto ha hecho que todos estos escritores hayan tenido que optar por la auto publicación o por probar suerte en editoriales pequeñas, llegando a publicar algunos, aunque con la escasa repercusión que proporciona una distribución precaria y una tirada pequeña.

Por otro lado, escritores que ya tenían publicadas dos o tres obras y que en cualquier otra época quizás ya estarían medianamente consagrados han visto truncadas sus ilusiones al respecto de poder vivir de esto. Y su refugio natural actualmente son los premios literarios de menor cuantía, que deberían estar reservados para los noveles. Hablo de los premios de entre 20000 y 30000 euros, que hasta ahora ganaban autores desconocidos, y que ahora están reservados a estos escritores más expertos. Buena opción para ellos, ya que al menos, consiguen que su obra sea revestida con un galardón literario y además, ven su obra publicada con alguna de las editoriales importantes que patrocinan estos certámenes como Algaida. Buena fórmula, como digo, a falta de continuidad en sus propias editoriales, pues es una forma de que “no se les borre el nombre”.

También está lo del libro electrónico, que estoy seguro de que se acabará imponiendo ante el papel impreso. Pero a día de hoy, solo ha nacido y se encuentra en pañales. No se sabe muy bien hacia dónde camina, hay gran variedad de formatos y luego está lo del pirateo.

Las grandes editoriales apuestan o bien por escritores ya consagrados, o bien por escritores noveles que ya tienen un nombre y son famosos por aspectos muy distintos a los literarios. Buenos ejemplos son los libros escritos por los “famosos”. Y famosos o consagrados no son siempre sinónimos de calidad, ni mucho menos. Pero venden y eso es lo que cuenta. En muchos casos, incluso se venden bajo la etiqueta de novela, por ser el formato que más vende, libros que no son más que reflexiones o incluso paranoias de un autor, a veces bien escritas, sí, otras, sin embargo, redactadas pésimamente.

Son muchos los amigos y colegas que últimamente me han dicho que lo van a dejar, tal es el panorama. Pero pienso que lo peor que puede hacer uno es creerse escritor y pecar de vanidoso, porque de esta forma los palos van a ser mayores. Creo que lo mejor que puede hacer un escritor novel o uno más experto pero no consagrado es tener un trabajo del que vivir. Y seguir escribiendo como una afición, eso sí, haciéndolo con toda la pasión de la que sea capaz de poner en sus escritos. Y si tiene que llegar algo, ya llegará. Cualquier otra forma de tomarse esto es amargarse. Y bastantes palos nos da ya la vida en nuestros quehaceres cotidianos.

Colegas: Que Dios (o lo que sea que haya por ahí) reparta suerte.

jueves, 17 de marzo de 2011

Dos cosas ligadas pero distintas: el escritor y su obra

Una de las cosas que más me llama la atención es leer las críticas de las obras literarias. Generalmente, los críticos suelen dar una somera descripción del argumento, hacen un análisis de los personajes y de los escenarios y hablan de tramas, de subtramas, de nudos, de desenlaces..., en definitiva, aplican todos sus conocimientos técnicos a la hora de valorar una obra. Esto está bien. Tanto en los medios escritos como en los digitales hay críticas excelentes, hechas con rigor y con profesionalidad.

Lo que ya no me parece tan bien son las críticas destructivas. He leído algunas en las que incluso se llega a insultar al escritor, algo incomprensible, pero que ocurre. Otra de las cosas que me llama la atención son los críticos-psicólogos, es decir, los que asocian la trama de una novela o un poemario a la personalidad del que lo ha escrito. Me resultan curiosas frases del tipo: “En la trama se ve el periodo tormentoso por el que está pasando el autor...”; “...evidentemente, el poeta refleja en el poema un estado de ánimo efusivo...”. O “..el autor presenta rasgos psicopáticos que se desprenden del análisis de la trama...”.

Puede que haya escritores que escriben para desahogarse y vuelquen sus estados de ánimo y los rasgos de su personalidad en lo que están escribiendo. Pero generalizar es un error. Escribir es un oficio, como otro cualquiera, aunque de los más bonitos que existen, al menos para mí. Cuando escribo, mi mente se instala en otro plano, cada vez en uno, en función de lo que esté escribiendo. Puedo escribir un poema de amor, surrealista, social o negro, de los del tipo Poe. Lo que no significa ni que sea un alcohólico o un romántico empedernido. Cuando estoy con una novela puedo darle tintes exotéricos o fantásticos; o plantear la trama de una novela negra, en cuyo caso, me pongo tanto en la piel del investigador o del asesino, lo que no implica que yo sea ninguna de las dos cosas. Simplemente estoy creando, contando una historia de ficción que yo invento.

¿Qué escritor no se ha quedado pasmado cuando ha leído alguna crítica que refleja cosas que nunca él ha imaginado y que sin embargo el crítico ha interpretado por su cuenta? Creo que son muchísimos. Aunque esto también forma parte de la magia de la escritura, ya que el escritor crea. Pero desde el momento en que sus novelas o sus poemarios habitan los anaqueles de las librerías y están a disposición de los lectores, las obras dejan de pertenecerle y adquieren vida propia. Pero insisto, es un error identificar al escritor con un personaje. O tratar de ver el estado de ánimo de un autor a través de sus obras. Escribir es un oficio, precioso, pero es solo eso. Como cualquier otra ocupación, dispone de sus pautas y sus protocolos. Y el que es profesional, remunerado o no, las cumple lo mejor que puede y sabe, nada más. Y nada menos.

martes, 15 de marzo de 2011

Reflexiones desde este modesto blog, de Paco Gómez

Hace unos días me acerqué al cine para ver la última película del maestro Eastwood, tan positiva y negativamente criticada. A mí me gustó, pero no voy a eso. Voy a que los primeros fotogramas nos muestra un tsunami espectacular y sus nefastas consecuencias. En aquel momento reflexioné sobre los últimos desastres naturales acontecidos a lo largo del globo que han tenido que ver con un tsunami. Todavía con esos fotogramas incrustados en mi mente, ahora asistimos al desastre de Japón para que, una vez más, se vuelva a poner de manifiesto que la realidad supera a la ficción.

Desde que de crío me explicaron lo que era esto, sobre todo en las clases de naturales cuando dábamos el sistema solar, vi que la vida era muy extraña. Comprendí tan de niño, que éramos los habitantes de una gigantesca bola que da vueltas sin sentido alrededor de otro pedazo de bola que además arde en continuas explosiones nucleares: el sol. Intuí que éramos una minucia como especie y aún más como individuos. Por tanto, entendí que los hombres hayan buscado algo más a lo largo de la Historia en las religiones o en la Filosofía. Somos extraños de entre todas las criaturas que pueblan el planeta: seres racionales conscientes de sí mismos que saben que solo existe una verdad absoluta. Y esa verdad es que vamos a morir.

Lo de Japón hace reflexionar a cualquiera y me hace pensar que hay que disfrutar cada día como si fuera el último. Porque hoy estamos, pero mañana puede que no. Así que, ante tal magnitud en esta catástrofe, ante tanto dolor, ante tantas pérdidas materiales, ante la barbaridad de esos 10000 muertos que nos ofrecen los telediarios a todas horas..., no puedo hacer otra cosa que seguir pensando como cuando era un niño: que esto es muy raro y que la existencia, seguro que tiene un sentido, pero yo no lo veo.

Si no era poca la catástrofe con el terremoto, esta pobre gente ha tenido que soportar un tsunami y la explosión de una central nuclear cuyas consecuencias están por ver. Y eso si no explota alguna otra. Primero Hiroshima y Nagasaki y ahora esto, vaya tela. Eso sí, esta gente tienen algo especial. Fueron masacrados en la segunda gran guerra y ahí están de tercera potencia mundial. Las pérdidas son irreparables, pero estoy seguro de que, como pueblo, volverán a levantarse. Son de otra pasta.

Los incidentes en las centrales nucleares han reabierto el debate sobre las mismas en todo el mundo y ahora la gente se peleará entre consignas de “nucleares sí”-“nucleares no”. Los del sí, seguramente desconociendo la problemática de los residuos y el riesgo de escapes. Y otra cosa que yo me pregunto, porque lo de la catástrofe natural ya lo hemos visto, pero... ¿qué pasaría si hay una guerra y algún “zumbao” de estos políticos que tenemos dirigiera sus misiles hacia las centrales? Porque podría pasar, ¿no?

Bien, pues los del sí, seguro que tienen calefacciones, aires acondicionados y gastan más energía de la que necesitarían. Y muchos de ellos seguro que apuestan por las energías alternativas, desconociendo que a día de hoy las fuentes de energía eólica o solar no cubren las necesidades del planeta ni de coña. En fin, que si demagogos son los unos, no lo son menos los otros.

Yo, por si acaso, voy a tratar de pasar el resto del día lo mejor que pueda. Eso sí, cabreado, porque no entiendo que un jodido tsunami tenga que matar a tanta gente así porque sí.

martes, 8 de marzo de 2011

En un rincón del alma, de Antonia J. Corrales, por Paco Gómez

“En un rincón del alma” es el título de la última novela de Antonia J. Corrales, una escritora como una casa. La editorial Aladena ha sido la encargada de dar a luz a esta novela, más que intimista, íntima, muy íntima.

Está estructurada en capítulos muy cortos que contienen “esencias” literarias, narradas en una prosa muy fina y elegante con las que nos queda una sensación de haber estado leyendo Poesía en cada uno de ellos, a pesar de que es un libro en prosa que no contiene versos, excepto una estrofa de una canción de Alberto Cortez titulada precisamente “En un rincón del alma”:

Con las cosas más bellas

guardaré tu recuerdo,

que el tiempo no logró,

sacarlo de mi alma,

lo guardaré hasta el día,

en que me vaya yo.

Después de leer la letra entera de la canción, o mejor dicho, de leer el poema, y de escucharla verbalizada en la melancólica voz de el autor, me temo que la novela y el poema están relacionados, porque expresa perfectamente la angustia de Jimena, la protagonista, a lo largo de todo el libro.

La novela comienza con la huida de Jimena de su hogar. A partir de ahí, capítulo tras capítulo, la propia protagonista nos va narrando sus sensaciones ante la vida desde que era una niña. Lo hace en primera persona escribiendo un diario que está lleno de saltos al pasado en el que nos va describiendo los momentos más importantes de su vida. Un diario que, más bien, es una colección de cartas por capítulos dirigidas a su madre, con la que le hubiese gustado tener una relación más especial. Una relación que se vio difuminada por unos tiempos económicamente difíciles de una familia numerosa trabajadora.

Jimena necesita explicarse, y necesita hacerlo ante su madre, solo ante ella. Siente que tiene que explicarle episodios de su niñez, de su adolescencia y de su etapa madura, alternados con la bitácora del presente: un viaje a Egipto que constituye una huida de su realidad cotidiana que no solo no la llena, sino que la asfixia.

“En un rincón del alma” habla del destino, de los destinos de las personas, de los que se cumplen y de los que no se cumplen. Es un diario íntimo de una mujer con inquietudes que por circunstancias de la vida, acaba encerrada con sus dos hijos en un chalé de lujo de una urbanización que haría las delicias de cualquier mujer vacía y con un marido triunfador a nivel profesional, pero al que nunca ve debido a los viajes y a las reuniones. Y que cuando aparece por casa, ni siquiera tiene la decencia de intentar borrar el aroma a perfume de otras mujeres de sus corbatas.

Jimena viaja hacia Egipto para cumplir su destino o para incumplirlo, para vivir y respirar un aire que la haga sentirse viva, para calmar sus inquietudes que, por otra parte, son sencillas aunque incomprensibles para la mayoría de los mortales. La novela tiene 182 páginas y se lee del tirón sin poder parar en un estado hipnótico que es mérito de la autora. Escrito en un lenguaje sencillo y pulcro, los capítulos destilan sensibilidad a borbotones por todas sus páginas hasta dirigirse a la explosión final del desenlace, en el que tienen que ver todo el repertorio de personajes secundarios que, sin embargo, no han sido tan secundarios para la protagonista, ya que todos y cada uno de ellos han aportado su granito de arena para que Jimena acabe huyendo.

Podría seguir hablando, pero solo voy a decir dos cosas:

-Leyendo la novela me he sentido mujer.

-Al término de la misma me he echado a llorar, y eso que estaba en una cafetería antes de entrar a trabajar.

Enhorabuena, Antonia, escritora.

Blog de la autora: http://antoniajcorrales.blogspot.com/

martes, 1 de marzo de 2011

Entrevista para "La Rueda del misterio" y para Travelarte

Esta entrevista me la hizo Miguel Ángel Pertierra para la rueda del Misterio. Hablo detrás de José Antonio Gallardo. Espero que os guste.



Os dejo también enlace al portal Travelarte, en donde me ha entrevistado Luis Muñoz Díaz:


Espero que os guste. Un abrazo.

lunes, 21 de febrero de 2011

Presentación de "El círculo alquímico" en Toledo

Hoy no voy a hacer la crónica de la presentación de mi novela en Toledo. La razón es que tuve la agradable sorpresa de conocer a S.Cid en persona, una amiga hasta ahora virtual y que dirige el blog Finis Terrae. Y ella ha tenido la amable gentileza de hacer la crónica en su blog. Como yo no la haría mejor, os la transcribo aquí con el permiso de ella.

Yo solo tengo que decir que lo pasé estupendamente y que siento sensaciones muy especiales cuando los lectores van a verme y a que les firme un ejemplar, es indescriptible.

Os contaré la anécdota de que perdí el tren para Toledo confiado en que salía a las cuatro cuando en realidad salía a las tres y media. Mi prologuista, mi queridísima amiga Virtudes Reza, llegó a las dos de Algeciras e incluso estuvimos haciendo tiempo después de comer para coger el tren. Al final, el taxista que nos cogió, en principio para ir hasta mi barrio a por el coche, nos llevó a Toledo en el taxi a precio cerrado y, además, nos contó su vida. De novela, os lo aseguro.

La cena en Toledo fue bonita ya que, además de Virtudes, estuvieron conmigo mi hermano y mi cuñada y Paloma, una lectora de Murcia simpatiquísima que vino a la presentación. Solo por estas cosas, escribir merece la pena, os lo aseguro. Por cierto, es la primera vez que pido la carta de vinos y la camarera me trae tres botellas y me dice: “Esto es lo que hay”.

Bueno, ya me callo y os dejo con la estupenda crónica de S.Cid. Y os pongo unas fotos cedidas por Paloma.

CRÓNICA DE S.CID:

El pasado diciembre, Paco Gómez Escribano nos contó en su blog que iban a publicar una novela suya. Durante las semanas siguientes, nos fue informando de cómo avanzaba el proceso hasta que, por fin, la novela estuvo en la calle. Hubo una primera presentación (el pasado 15 de enero), en la librería Estudio en Escarlata, a la que quise asistir aunque, por razones que no viene ahora al caso, me fue imposible hacerlo. Afortunadamente, había una segunda oportunidad: la que tuvo lugar el viernes pasado, 18 de febrero, en la librería Taiga de Toledo. En esta ocasión, nada se interpuso en mi camino y pude asistir al evento literario.

Como soy de natural tímido, compliqué a una amiga en la aventura y allí que nos plantamos las dos, una hora y pico antes de que comenzara el asunto. Tuvimos oportunidad, por ello, de ver cómo se preparan los entresijos de una presentación literaria y hacerle algunas fotos al asunto. Por fin, a la hora fijada, aparecieron, además del público, Paco y las dos personas que le iban a acompañar aquella tarde: Virtudes Reza, poeta algecireña que le ha escrito el prólogo, y su editor, Jesús Muñoz.

Comenzó hablando Virtudes, quien señaló que la novela debía ser abordada desde dos puntos de vista: la forma en que está escrita, pues se apoya sobre una gran cantidad de diálogo que la hace muy dinámica; y desde un punto de vista esotérico, pues cada personaje va buscando y, finalmente, encuentra un porqué a su existencia, hasta el punto de que alguno de ellos la ve modificada. Añadió, además, que no es posible encasillar la novela en un solo estilo. Está construida a partir de una consecución de tramas, muy bien tratadas, una de las cuales, que en principio parece secundaria, acaba por convertirse en la principal, de manera que nada es lo que parece.

Jesús Muñoz, el editor, nos contó que este año, precisamente, se cumple el decimoquinto aniversario de la editorial, cuya línea a seguir, desde un principio, se apoyó en dos pilares: uno, la supervivencia, claro; el otro, Toledo. Con la Editorial Ledoria querían, dijo, difundir el nombre de Toledo, lo cual han conseguido. Pero añadió que, además, se ha producido el efecto contrario, pues de un tiempo a esta parte, muchas personas procedentes de fuera de Toledo, como Paco, se han interesado por la Ciudad Imperial.

Llegó después el turno a Paco, quien comenzó diciendo que la escritura es un proceso largo y a veces difícil.Nos contó que él no es profesor de literatura, sino de electricidad, lo cual puede ser chocante vista su faceta de escritor, pero que desde siempre ha sido un lector compulsivo de novelas y que ello le llevó a escribir. Comenzó haciéndolo no para publicar, sino para los conocidos. Sin embargo, con el paso del tiempo, sintió muchas ganas de publicar una novela.

En cuanto a El círculo alquímico, dijo que había escrito la novela que le apetecía leer: en principio una novela de intriga que luego mezcló con la alquimia. Y, señaló que, precisamente desde el momento en que decidió que la alquimia fuera el trasfondo de la historia, Toledo se convirtió en el lugar elegido para su desarrollo, pues le ofrecía todo lo que necesitaba. Así pues, no escogió Toledo por casualidad: la alquimia está inmersa en todas las culturas del planeta y Toledo (junto con Jerusalén y El Cairo, ciudades donde también transcurre la historia) son lugares que albergan las tres culturas. La novela, pues, es un viaje geográfico (visita, como ya se ha indicado, no sólo Toledo, sino también Jerusalén y El Cairo), pero también es un viaje iniciático y espiritual.

Paco nos contó que ha querido escribir una novela dinámica y entretenida, donde sucedan cosas, alejándose del tipo de novela sesuda donde, en realidad, no pasa nada. Hay escritores, dijo, que escriben muy bien, pero que no saben contar una historia, que es justo lo que él pretendía lograr. Se trata, pues, de una novela donde hay buenos y malos, con mucho diálogo, de manera que los personajes no sean planos (herramienta, la del diálogo, que utiliza, junto con la de la voz del narrador, para caracterizarlos).

Señaló que no tiene claro en qué género podría englobarse la novela. En la librería Estudio en Escarlata, dijeron de El círculo alquímico que era un thriller esotérico. Según Paco, es una novela que tiene tintes negros, hay muertos, pero no es propiamente una novela negra pues también es una novela de amor. En cualquier caso, consiguió lo que perseguía porque, como lector, le apetecía leer una novela donde existiera una fusión de géneros.

Como información adicional, nos contó que ha tardado un año en escribir El círculo alquímico debido al gran trabajo de documentación que debió realizar. Hubo de investigar sobre manierismo, el Greco, la restauración de frescos e, incluso, sobre jerarquía eclesiástica. Fue, pues, el trabajo de investigación el que requirió mayores esfuerzos pero, señaló, cuando rebasó las 200 páginas supo que la iba a terminar.

Después de su exposición, comenzó el turno de preguntas. La primera de ellas interrogó sobre, precisamente, este último punto: dado el hecho de que haya tardado un año en escribirla, incluyendo en ello todo el tiempo que le requirió documentarse, se le preguntó cuántas horas escribía al día. Paco contestó que unos días escribía más y otros menos, pues iba simultaneando ambas tareas: investigación y escritura, pero que, por lo general, no suele escribir más de tres horas al día, porque, si excede esa cantidad, deja de rendir.

Partiendo de un comentario que el mismo Paco había referido sobre el hecho de que, en su primera novela, descubrió que, cuando había alcanzado la página 100, no recordaba lo que había escrito en la primera, una segunda pregunta le interrogó acerca del método que utilizaba para evitar estos olvidos. Paco contestó que en aquella primera novela lo que hizo fue volver atrás y realizar un pequeño resumen de cada capítulo. Luego, con las sucesivas novelas, fue adquiriendo eso que se llama oficio y ahora no tiene problemas. Además, nos contó que él piensa muy bien las tramas y cuando se pone a escribir lo tiene todo muy claro.

Hubo otras preguntas y algún comentario más de Virtudes Reza, y luego hubo un vinito con su aperitivo, al que Paco se sumó después de haber firmado los ejemplares de aquellos que estábamos allí, como el mío:

Dedicatoria a S.Cid

Me gustó mucho la experiencia (era la primera vez que acudía a la presentación de un libro). Me lo pasé muy bien, aprendí, conocí a Paco (con quien me hubiera gustado hablar más, pero él tenía que atender a mucha gente y, además, recuérdese mi carácter retraído), me llevé mi ejemplar firmado y, como premio final, me regalaron una preciosa lámina con el mapa de Toledo que ilustra la portada del libro (cuya reseña, por cierto, aparecerá por estas páginas de Finis Terrae en cuanto lea la novela).

Fue una tarde perfecta. ¿Qué más se podría pedir?

Bueno..., puestos a pedir..., se podría pedir que el libro de Paco empiece a correr por ahí, pero, realidad, eso ya ha empezado a hacerlo.

martes, 15 de febrero de 2011

“La detective miope”, de Rosa Ribas, por Paco Gómez

Con muy poco margen de tiempo, la escritora Rosa Ribas ha publicado dos novelas, buena noticia tanto para ella como para sus lectores, entre los que me cuento. Me refiero a “La detective miope” y a “En caída libre”, que tuve el placer de presentar no hace muchos días en Madrid, ambas editadas por la editorial Viceversa. La primera se publica en 2010 y la segunda, tercera de la saga Weber-Tejedor, todavía está fresquísima en los anaqueles de las librerías, ya que ha visto la luz el 28 de enero del año en curso.

Aprovechando la presentación de “En caída libre” en Estudio en Escarlata, aproveché para hacerme con un ejemplar de “La detective miope”. Qué mejor ocasión, aprovechando que tenía a mi lado a la autora que me hizo una dedicatoria entrañable.

En la portada predomina el azul celeste en degradación con los típicos círculos concéntricos de las lentes para la miopía y una montura de gafas negra. En el centro, un padre con una niña a hombros que me temo son el marido y la hija de la figura en la sombra que aparece al fondo y que representa, quiero entender, a Irene Ricart, la protagonista de la novela. La portada tiene su punto.

Lo primero que me llamó la atención al empezar la novela es que Rosa narra en primera persona por boca de la protagonista. No es que la obra novelística de la escritora sea muy vasta, que lo será, pero hasta ahora las novelas de la saga Weber-Tejedor estaban narradas con la técnica del narrador omnisciente. No obstante, y a pesar de la técnica empleada, parecen novelas narradas en primera persona, pues en cada capítulo se nos muestra la perspectiva de la comisaria hispano-alemana, lo que da a entender que Rosa no es nueva en narrar desde la perspectiva del protagonista. La narración en primera persona añade en la voz de la detective Irene Ricart un punto más intimista que nos conecta directamente con sus sentimientos.

En la portada aparece el siguiente subtítulo: “¿Sabes que entre tú y cualquier persona en el mundo hay como mucho seis grados de separación?”. Mi devoción por Rosa, este subtítulo y que, en una carta de ella a los lectores que anda por la web de Viceversa, Rosa dice que es la novela con la que mejor se lo ha pasado al escribirla, fueron demasiados detonantes para espolear mi curiosidad, que he de decir, se ha satisfecho con creces.

El caso es que el libro empieza con Irene internada en un Psiquiátrico por causa de un hecho traumático: alguien disparó contra su marido, policía de profesión, y contra su hija pequeña, dejando a la detective sola en la vida. Una tarde, sentada en un banco que inicia un círculo en la trama, lee el contenido del subtítulo mencionado anteriormente y decide curarse, o mejor dicho, decide fingir que se cura y los médicos tragan. Necesita salir del hospital para atrapar al asesino. Lo extravagante es que Irene empieza a trabajar en la Agencia de detectives Maríncon la idea de los seis grados de separación, mentalizada de que la resolución de seis casos le llevará hasta el homicida de su familia.

Alguien dirá que es un argumento traído por los pelos, pero hay que tener en cuenta que la detective protagonista acaba de salir del Psiquiátrico.

Nos encontramos por tanto ante una novela detectivesca que cabalga de caso en caso por un plano totalmente surrealista, en el transcurso del cual, van brotando personajes secundarios y subtramas casi hilarantes: una actriz de porno alopécica, un director de banco con una extraña enfermedad que le deforma el rostro mientras él cree que su padre fue negro, una granja de arañas, un ojo de cristal que busca su dueño, la princesa Lil’Uokalani de Hawai..., etc. Casos que describen situaciones tragicómicas pero que se van entrelazando en la mente de Irene hasta llegar a su objetivo, con un desenlace totalmente redondo y magistral por parte de la autora.

La novela no sobrepasa las 180 páginas y, entre esto y que se lee del tirón, a uno se le queda la sensación de haber leído una perla literaria demasiado efímera, pero de haber disfrutado de un rosario de situaciones soberbiamente enfocadas hacia el cierre de un círculo.

Enhorabuena, escritora.

sábado, 12 de febrero de 2011

Presentación de “En caída libre”, de Rosa Ribas, por Paco Gómez

El pasado 4 de febrero era el día elegido para presentar “En caída libre”, tercera y de momento última novela de Rosa Ribas dedicada a la serie Cornelia Weber-Tejedor. El lugar: Estudio en escarlata, la emblemática librería dedicada a la Novela Negra y a la Intriga, templo de lo negro enclavado en la madrileña calle de Guzmán el Bueno.

Cuando llegué a la librería me encontré en la puerta con Rosa, con Alicia Platas, encargada de diseccionar la personalidad de la comisaria Weber-Tejedor en la presentación, y con el librero, Juan Escarlata. Los tres departían animadamente sobre temas literarios. Me uní a la fiesta durante unos momentos. Después, me fui con las chicas a una cafetería para preparar un poco la presentación. El tiempo acompañaba, ya que pudimos sentarnos en una terraza y tomar unos cafés tranquilamente mientras charlábamos, no solo de lo que íbamos a hacer en el acto, sino de escritores y de libros.

A las seis y media nos fuimos para la librería, ya que a Rosa la esperaba José María Sánchez Pardo para hacerle una entrevista para la Gansterera.

Durante la hora que restaba para la presentación, estuve mirando las estanterías recorriendo títulos de novedades y viendo ofertas y otros libros ya más antiguos. A la vez, reflexionaba sobre lo que iba a decir, ya que yo era poseedor del honor de presentar la nueva novela de Rosa. Y aunque yo no soy de pensar mucho las cosas, la ocasión lo merecía.

La librería fue poblándose de seguidores de la saga de Rosa poco a poco. José María terminó la entrevista y cada uno fuimos ocupando nuestros sitios. Abrió el acto Alicia Platas, responsable del blog Mis detectives favoritos, y encargada de hacer un recorrido por la biografía del personaje principal de las novelas de la saga, Cornelia Weber-Tejedor. Nos abrumó con datos y curiosidades propios de su erudición en el tema de la novela de detectives. Yo, por mi parte, hablé de la novela, que la llevaba leída y bien leída, faltaría más, destacando los aspectos que me parecieron importantes. Más allá de la trama principal, que en este caso trata del tráfico de drogas en el aeropuerto de Frankfurt, hablé de la forma de escribir de Rosa y de que en sus novelas de la comisaria hispano-alemana siempre nos obsequia con un par de casos más aparte del que compone la trama principal. Como pasa en este tipo de sagas, uno de los aspectos más interesantes es ver la evolución de los personajes e ir conociendo algo más de sus vidas privadas.

Después le tocó el turno a la protagonista, esa escritora cada vez más admirada y más reconocida por su trabajo llamada Rosa Ribas. Nos habló del trabajo que le supone organizar las tramas de la saga, a pesar de que sabe lo que quiere plasmar desde el principio y de que intenta que el lector sepa al mismo tiempo lo que va averiguando la comisaria. Y nos adelantó que ya sabe de qué tratará la cuarta entrega y que incidirá en cómo Cornelia, una estudiante de sobresaliente, quiso ser policía. En principio los títulos de la saga van a ser cinco, aunque esto no lo tiene totalmente claro y quizá la serie se alargue, lo que provocó el regocijo de los asistentes que, por momentos, se tornó en angustia, dado que Rosa nos confesó que su marido la anima a que mate al personaje, igual que hizo Conan Doyle con Sherlock.

Rosa está desde siempre comprometida con el oficio de docente. Nos comentó que acaba de terminar una novela titulada "Las tres muertes del duque de la Ribera"cuyo objetivo es el aprendizaje del español.

Una de las disertaciones más largas vino cuando alguien del público preguntó a Rosa que por qué Cornelia rechaza su identidad española. Ella contestó que durante muchos años ha impartido clases de español y que los hijos de españoles se apuntaban a español como segundo idioma creyendo que aquello iba a ser un paseo militar. Y que, sin embargo, al final tenían menos nivel en lenguaje escrito que los propios alemanes, lo que suponía para ellos un mazazo identitario. Algunos reaccionaban proclamándose ciudadanos del mundo, otros decían que eran alemanes. Este tipo de experiencias le sirvió para crear a Cornelia con todas sus contradicciones, alemana pero asaltada constantemente en las novelas por sus innegables vínculos con España por la vía materna.

Rosa se declaró “escritora de brújula” al ser preguntada por la organización de su trabajo. Dispone de una pizarra en la que apunta cosas y organiza los capítulos. No obstante, nos comentó que siempre le surgen cosas sobre la marcha y que también rechaza elementos que previamente había planificado. Ella no funciona siendo escritora totalmente intuitiva, debe organizarse. Como curiosidad nos explicó que escribe a mano y a lápiz.

José María Sánchez Pardo preguntó por la personalidad que había impreso a Lorenz Raschke, el jefe del tinglado de las drogas en el aeropuerto. Rosa contestó que hay un libro titulado "¿Por qué los camellos viven con sus madres?", que explica perfectamente la personalidad de estos pequeños traficantes. Nos dijo también que quería mostrar a un grupo de tráfico de drogas aplicando la mentalidad de una PYME.

La charla dio para mucho más y puso de manifiesto, una vez más, que el público que acude a Estudio en escarlata es entendido. Creo que Rosa se sorprendió gratamente ante unos lectores que le preguntaban sobre aspectos muy secundarios de las novelas y que sin embargo se sabían al dedillo. De forma adicional, la escritora nos dijo que estaba trabajando en un proyecto novelístico a cuatro manos con una colega alemana. Cada una escribe en su idioma materno y la otra lo traduce, en una experiencia muy interesante.

Al término de la charla, Rosa empezó a firmar libros, y Alicia, sus amigos y yo, ayudamos a los libreros a poner en marcha la merienda. Rosa había llevado un vino blanco alemán que estaba buenísimo. Yo aporté el Marqués de Cáceres y Alicia trajo diversos quesos que hicieron la charla posterior más amena y agradable.

Rosa, aparte de firmar, no paró de departir con sus seguidores que querían saber más sobre su obra y sobre sus proyectos futuros. Pudimos disfrutar de la escritora que había llegado ese mismo día de Barcelona Negra para volver a la Ciudad Condal a la mañana siguiente temprano.

Cuando terminó de atender, me senté con ella y me firmó mi ejemplar de “En caída libre”, pero también otro de “La detective miope” y “El pintor de Flandes”, con el que me hice en la propia librería con descuento.

Todo un placer el haber apadrinado la última novela de la saga Weber-Tejedor en compañía de estas dos mujeres que atesoran tanto talento. Nos despedimos con prisas, pero con la promesa de que Rosa vuelve en junio a Madrid. Quizá en esa fecha podamos saludarnos más despacio. Aunque en este caso las prisas son buena señal ya que son debidas a una sobrecarga de su trabajo como novelista, que es a lo que cualquier escritor aspira.

viernes, 11 de febrero de 2011

“A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de Raquel Zarazaga por Virtudes Reza



Ha llegado a mí “A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de CVA. Me ha llegado hasta aquí, el sur más al sur, la Bahía de Algeciras, cerca de la Bahía de Cádiz, donde su autora Raquel Zarazaga percibe aromas cercanos al punto cardinal de la madurez. En este poemario con aromas a salitre nos da pistas de cómo sanar el alma y cómo sanar el cuerpo y de cómo cabalgar por los picos más altos de la vida sin hacer planes y sobre todo sin caer estrepitosamente.
La sal escuece pero también es un bálsamo y para Raquel esta ambivalencia le confiere la versatilidad necesaria para investigar al ser humano desde su propia experiencia.
«Hay quien dice que la vida/”es una tarde con olor a sal”». Versos que denotan que la vida está llena de heridas y cicatrices. La vida es un tránsito como la brisa cerca de la costa, llena de tiempo y de puntos de inflexión: «Solo quiero existir/ y ayer ni eso».
«¿Qué queda de quien llevaba mi nombre?»
da muestra de la evolución y de la tentación de todo ser humano de volver la vista atrás. A veces es doloroso mirar la vida que tuvimos en el ayer, a veces la visión nos redime si la evolución es positiva, de ahí que el olor a mar, el olor a salitre vivido, nos marca con surcos en la piel y en el corazón.
Unos versos sublimes: «Leo en las nubes/la canción de las lágrimas». Una mujer indefensa ante el dolor, intentando remontar el vuelo ante la impotencia. Solo queda llorar hasta vaciar el mar de infortunio interior, esperar que la tempestad amaine, que el sol salga y seque las velas mojadas. Alas rotas para volar, alas rotas para continuar con el presente, alas rotas en el recuerdo que es traído por el viento una y otra vez.
«Es entonces cuando las alas/las que te izan y sustentan/aparecen rotas, yacentes» Raquel se sumerge a lo largo de su poética para intentar descubrir la condición humana a través de los puntos de fuga donde el ser humano deja escrito sus bondades y sus miserias. «Somos tal como somos./Mitad magia, mitad desorden» A veces vivir es sobrevivir. A veces vivir es contemplar las manecillas del reloj y navegar por los segundos de sus horas, un viaje iniciático hacia la nada como futuro. Un viaje basado en la inercia de la existencia como rutina. «La vida como inercia»
Superar los acontecimientos o que estos te superen. La vida como un tránsito tortuoso en el aprender a ser libre. La vida como camino de crecimiento, como puerta que cierra esa habitación oscura para pasar a esa estancia sonde el sol abraza con sus rayos. «Parece ser que algunos nacen/con la noche puesta» del poema Suspiro y «El aire que te toca sabe/el nombre de tu sed» en Umbral, dan buena cuenta de ello.
El olvido definitivo o temporal es la señal del proceso de cicatrización. Aprender a olvidar es el proceso que todos necesitamos para poder seguir viviendo. El olvido forma parte de la vida y forma parte de la muerte. Es un factor determinante en el proceso de transición hacía la búsqueda de la libertad, llamada por algunos felicidad, y de la búsqueda de la luz. Olvidar definitivamente o al menos temporalmente es el pilar del perdón. Olvidar es perdonar y perdonarse uno mismo. «La vista absuelve/ a quien te mira en el espejo». No es fácil ese tránsito y en ese viaje aparentemente de ida a veces hay vestigios de viajes de vuelta. El retorno siempre acecha como una rapaz hambrienta. «En el basural de la angustia/te vuelves espectro de ti.»
Raquel cierra este recorrido hacia la sanación con un mensaje de esperanza. En extrañas ínsulas, perfila esos islotes donde aferrarse. Esos suspiros que casi sin buscar aparecen como brisa que calma. «Si el viento sopla y nace la brisa, si se cuela bajo la puerta o arrasa en los tornados, hay que agarrarse al aire y sentir la certeza de su tacto y dejarlo ulular».
Raquel desnuda su alma más íntima y nos desvela en este poemario el sentimiento de una mujer herida, sensible, buscadora de la libertad, una mujer transparente que a pesar de las cicatrices, lucha por seguir adelante entre las mareas siempre acechantes.
“A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de Raquel Zarazaga, es la promesa de esperanza, es ese aroma que nos recuerda que vivir no es fácil, pero sobrevivir es una deuda que nos debemos a nosotros mismos.