Cuando de niños nos obligan a leer un libro, hay que reconocer que es una actividad que requiere esfuerzo y, como tal, la lectura se convierte en un calvario para el tierno infante, que prefiere ver la televisión o aferrarse a la consola. Sin embargo,
El Gobierno, tan dado a crear observatorios y fundaciones para promover las actividades más extravagantes, debería crear un organismo para el fomento de la lectura, como los hay en muchos de los países llamados civilizados. En España se lee, pero no llegamos a los niveles de Alemania u Holanda, por poner dos ejemplos de países de nuestro entorno y que sí disponen de esos organismos. Se da el caso de escritores españoles, a los que les traducen sus novelas, que venden más fuera que aquí.
Cuando
La persona aficionada a la lectura jamás se aburrirá. Porque los mayores momentos de soledad, esos que todos tenemos que afrontar tarde o temprano, pueden ser llenados con creces con la lectura de un libro. Leyendo aprendemos cosas y nos hacemos más cultos.
Cuánto ganaría nuestra Escuela si en cada curso hubiera horas dedicadas a la lectura, al debate de lo leído y al comentario de texto. Y cuánto ganaría esta sociedad cuando esos niños fueran mayores.
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