Tantas veces busqué el silencio
que cuando él me encontró a mí,
no he sabido reconocerlo,
tras haber recibido agudas andanadas
de melancolía y tedio.
Silencio, palabras y frases hechas añicos,
estados de ánimo que sustituyen los razonamientos,
explosiones silenciosas, distanciamiento,
atmósfera hostil soportando sufrimiento,
gélida morada que se instala bien dentro.
Silencio, silencios, frío que te abrasa,
calor que te hiela los pensamientos,
la sensación de que no tienes alma
porque es incompatible con el vacío,
y te mueres, pero estás irremediablemente vivo.
Silencio, vacío, incontrolables estremecimientos,
silentes fantasmas danzando en la ausencia del deseo,
vacías expectativas regidas por el miedo,
volutas de esperanzas que se escapan sin remedio,
alegrías cadavéricas pudriéndose en el cuerpo.
Silencios enrocados en el maldito tablero,
aromas fétidos aprisionados en el cerebro,
notas vacías que expresan lamentos,
rastros de heridas que afloran en el peor momento,
ese momento en que te envuelve el silencio.
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