Como todos los días, desperté en mi casa sin saber dónde estaba. Me preparé un café con leche y me senté frente a la ventana. Era maravilloso observar un paisaje nuevo cada mañana, porque nunca podía acordarme del día anterior.
Una mujer a la que no conocía entró por la puerta. Me traía las provisiones diarias, según dijo.
-Hoy tiene usted mejor cara - comentó con desgana-. Al rato, se fue como había venido.
Abrí el sobre que había encima de la mesa. "Para abrir cada mañana", podía leerse en el anverso. Lo leí:
"Si quiere anular el deseo que le concedí sólo tiene que desearlo con fuerza".
Preferí desear, como cada día, no recordar nada al día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario