Todos los atardeceres son distintos y, sin embargo, siempre es lo mismo. Cuando la luna precede al sol, los murciélagos sustituyen a las palomas con un vuelo más tétrico. Cae la noche y mi espíritu se abriga con el manto de la indolencia. Cuando el sol venza las tinieblas, recordaré evocaciones de sonrisas lejanas. Y entonces entonaré esa canción que nos cautiva, por el día, y por la noche.
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