¡Ya vienen los perros de la guerra!
acompañados de su orgía de rumores estridentes.
Los niños miran agachados,
con sus ojitos húmedos y asustados,
sus madres corren, gritan,
algunas no llegan,
sus niñitos ya no existen.
El fuego consume y quema la tierra,
ya no queda nada, se ha perdido todo,
sólo queda huir despavorido,
hacia otro lugar,
hacia ninguna parte.
Los perros están rabiosos,
vienen impunes a cobrarse su bocado.
Huele a quemado, a muerte y a desgarro,
el campo alberga trozos de humanidad destrozada,
y cuando las madres que quedan recuperan a los niños que quedan,
el amor se siente en un metro cuadrado,
pero siguen sonando tambores,
y sigue oliendo a trance y a insolencia,
el ejido está lleno de sangre.
La rabia se desencadena sin compasión,
sobre las almas de los inocentes puros,
el fuego estalla en todas direcciones,
¡corred, madres, aunque sea a ninguna parte!
¡salvad a los niños!
¡salvadlos, aprisa!
que si no, los perros van a venir a devorarlos.
Cuando los perros se sacian,
se retiran, por el sitio por donde han venido,
no puede haber más amargura ni más odio,
ni más indolencia, ni más barbarie.
¡Ya se van los perros de la guerra!
acompañados de su orgía de rumores estridentes.
acompañados de su orgía de rumores estridentes.
Los niños miran agachados,
con sus ojitos húmedos y asustados,
sus madres corren, gritan,
algunas no llegan,
sus niñitos ya no existen.
El fuego consume y quema la tierra,
ya no queda nada, se ha perdido todo,
sólo queda huir despavorido,
hacia otro lugar,
hacia ninguna parte.
Los perros están rabiosos,
vienen impunes a cobrarse su bocado.
Huele a quemado, a muerte y a desgarro,
el campo alberga trozos de humanidad destrozada,
y cuando las madres que quedan recuperan a los niños que quedan,
el amor se siente en un metro cuadrado,
pero siguen sonando tambores,
y sigue oliendo a trance y a insolencia,
el ejido está lleno de sangre.
La rabia se desencadena sin compasión,
sobre las almas de los inocentes puros,
el fuego estalla en todas direcciones,
¡corred, madres, aunque sea a ninguna parte!
¡salvad a los niños!
¡salvadlos, aprisa!
que si no, los perros van a venir a devorarlos.
Cuando los perros se sacian,
se retiran, por el sitio por donde han venido,
no puede haber más amargura ni más odio,
ni más indolencia, ni más barbarie.
¡Ya se van los perros de la guerra!
acompañados de su orgía de rumores estridentes.
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