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miércoles, 31 de agosto de 2011
Mi banco del parque (18), por Paco Gómez
¿Por qué vengo a este banco todas las noches? ¿Por qué mi dama es etérea pero se muestra como una mujer que nunca me abandona? Enciendo un cigarrillo mientras contemplo las hojas de los árboles del parque revolotear a su antojo. Su baile, carente de sentido racional, se parece a la danza inclemente de mis pensamientos. ¿Cuánto hace que no como? Lo más extraño es que ni me preocupa. Ya no siento hambre. Ya no siento nada. Excepto la soledad, que se sienta a mi izquierda todas las noches, me han abandonado la tristeza, el amor, la melancolía, la zozobra, la inquietud... Lo único que me amarra a esta vida es este jodido banco de este jodido parque que, si bien es público, lo siento como mío. Sigue sin haber luna ni estrellas. De hecho, solo hay silencio. Un silencio inexorable que solo existe en los camposantos. En realidad, puede que esté muerto. En realidad, puede que Dios no exista. En realidad, en cuanto consuma mi cigarrillo, tomaré de la mano a la soledad y la invitaré a danzar con las hojas.
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