Me siento en mi banco del parque y enciendo un cigarrillo. Ya no hay niños correteando ni jubilados viendo pasar la vida. Solo quedo yo, la luna y las estrellas, y algún grito lejano de alguien que, de seguro, está en compañía de otros bajo los efluvios del alcohol. Ya no cantan los gorriones. Solo el ulular de alguna lechuza y el perenne quejido de los grillos. Tomo de la mano a la soledad, que esta noche es mi amante. Pero por más que le hablo no me contesta, ni yo le exijo respuestas. Está bien así. Porque la inmensidad de la noche engulle mis pensamientos. Me gusta. Apago el cigarrillo y contemplo el firmamento. La soledad, me susurra algo que no entiendo al oído. Pero no me hace falta. Esta noche, ella y yo somos cómplices.
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lunes, 15 de agosto de 2011
Mi banco del parque (4), por Paco Gómez
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