Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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jueves, 17 de marzo de 2011

Dos cosas ligadas pero distintas: el escritor y su obra

Una de las cosas que más me llama la atención es leer las críticas de las obras literarias. Generalmente, los críticos suelen dar una somera descripción del argumento, hacen un análisis de los personajes y de los escenarios y hablan de tramas, de subtramas, de nudos, de desenlaces..., en definitiva, aplican todos sus conocimientos técnicos a la hora de valorar una obra. Esto está bien. Tanto en los medios escritos como en los digitales hay críticas excelentes, hechas con rigor y con profesionalidad.

Lo que ya no me parece tan bien son las críticas destructivas. He leído algunas en las que incluso se llega a insultar al escritor, algo incomprensible, pero que ocurre. Otra de las cosas que me llama la atención son los críticos-psicólogos, es decir, los que asocian la trama de una novela o un poemario a la personalidad del que lo ha escrito. Me resultan curiosas frases del tipo: “En la trama se ve el periodo tormentoso por el que está pasando el autor...”; “...evidentemente, el poeta refleja en el poema un estado de ánimo efusivo...”. O “..el autor presenta rasgos psicopáticos que se desprenden del análisis de la trama...”.

Puede que haya escritores que escriben para desahogarse y vuelquen sus estados de ánimo y los rasgos de su personalidad en lo que están escribiendo. Pero generalizar es un error. Escribir es un oficio, como otro cualquiera, aunque de los más bonitos que existen, al menos para mí. Cuando escribo, mi mente se instala en otro plano, cada vez en uno, en función de lo que esté escribiendo. Puedo escribir un poema de amor, surrealista, social o negro, de los del tipo Poe. Lo que no significa ni que sea un alcohólico o un romántico empedernido. Cuando estoy con una novela puedo darle tintes exotéricos o fantásticos; o plantear la trama de una novela negra, en cuyo caso, me pongo tanto en la piel del investigador o del asesino, lo que no implica que yo sea ninguna de las dos cosas. Simplemente estoy creando, contando una historia de ficción que yo invento.

¿Qué escritor no se ha quedado pasmado cuando ha leído alguna crítica que refleja cosas que nunca él ha imaginado y que sin embargo el crítico ha interpretado por su cuenta? Creo que son muchísimos. Aunque esto también forma parte de la magia de la escritura, ya que el escritor crea. Pero desde el momento en que sus novelas o sus poemarios habitan los anaqueles de las librerías y están a disposición de los lectores, las obras dejan de pertenecerle y adquieren vida propia. Pero insisto, es un error identificar al escritor con un personaje. O tratar de ver el estado de ánimo de un autor a través de sus obras. Escribir es un oficio, precioso, pero es solo eso. Como cualquier otra ocupación, dispone de sus pautas y sus protocolos. Y el que es profesional, remunerado o no, las cumple lo mejor que puede y sabe, nada más. Y nada menos.

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