Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

Comprar el libro Editorial Ledoria, aquí

Comprar el libro en El Corte Inglés, aquí

Puntos de venta en librerías, aquí

El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
Comprar libro en Estudio en escarlata, aquí.

Comprar libro en El Corte Inglés, aquí.


sábado, 29 de agosto de 2009

Novelas buenas, novelas malas, de Paco Gómez

De vez en cuando me gusta hacer crítica de novelas, aunque siempre constructivas. Si me gusta una novela, cito al autor, digo el título y no se me caen los anillos en alabanzas. Si leo algo que no me gusta, también lo digo, pero no cito al autor ni el título de la novela que seguramente ha sido escrita con tanto cariño como cualquier otra. Llevaré tropecientas novelas leídas desde que empezó el verano, algunas de autores conocidos y otras de autores de los que no había oído hablar en mi vida o de autores nuevos, hay que arriesgar.

Este verano me estoy centrando más en la Novela Negra, quizá por la avalancha de autores suecos. Respecto a esto os diré que no es oro todo lo que reluce, me he llevado decepciones. Pero también he descubierto cosas buenas. De Larsson y Millenium, nada que decir, la trilogía es estupenda, aunque quizá un poco exagerado el éxito que llega a resultar un tanto artificial. Me ha sorprendido Camilla Lackberg y me han decepcionado otros. Y he profundizado en la obra de Mankell, maestro donde los haya.

Me parece estupendo contar en este país con autores como David Torres y Domingo Villar que han entrado en el género con un éxito arrollador. Siento especial debilidad por David ya que al leer sus novelas me traslado a mi barrio en los ochenta; él habla de San Blas y yo, siendo de Canillejas, me siento totalmente identificado. No conocía a Domingo y la casualidad hizo que me encontrara con su primera novela “Ojos de agua” en la Feria del Libro de Madrid en una caseta. Me gustó la trama y me la compré en bolsillo, suficiente para que en cuanto salió “La playa de los ahogados” fuera a la librería y me la comprara.

Desde que empecé a escribir leo con una perspectiva distinta. Antes leía por puro entretenimiento. Ahora además, procuro aprender. Y se aprende tanto de una novela buena como de una mala. Una de las cosas que más me llama la atención es el encorsetamiento de géneros. No sé si serán exigencias de la editorial o empecinamientos de los autores. El caso es que antes del verano terminé mi tercera novela y me propuse una cosa: mezclar géneros. Así que hice una novela histórica mezclada con otra de género negro. Como siempre, elegí un hecho histórico que me llamaba la atención y lo mezclé con una trama negra, un poco a la forma de David Torres, ya que mi personaje principal es un detective de mi barrio, de Canillejas, lo que me dio la oportunidad de hablar del mismo, como David, que habla de San Blas. Ya veremos qué tal sale el invento, de momento la he presentado a un premio de novela negra. Y si no triunfo, pues nada, a esperar y a explorar otras posibilidades. Y a escribir, que ya tengo argumento para una cuarta que va a ser un poco de ciencia ficción, para romper moldes, intentando apartarme de clichés e investigando nuevos campos.

Por cierto, la última que he leído ha sido “Defensa cerrada”, de Petros Márkaris. No había leído nada de este autor griego con su personaje el teniente Kostas Jaritos. Me ha parecido estupenda. Otro autor más para la agenda.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Niños agresivos, padres indolentes, de Paco Gómez

Los niños de hoy en día no son iguales a los de los años setenta, periodo en el que yo mismo era niño. La madurez, por no decir otra cosa, es una desgracia como otra cualquiera ya que es la antesala de la vejez. Pero al menos tiene de bueno que te da perspectiva y te permite comparar. Si a esto añadimos la visión que da el ser profesor de instituto, creo que tengo la percepción suficiente para hacer un análisis objetivo.

Los niños de hoy, en el patio del colegio, juegan a pegarse, a darse patadas, a empujarse y a darse pescozones. Durante el tiempo de recreo hay algunos profesores de guardia que velan porque la cosa no se vaya de las manos. La escasez de plantilla desemboca en algo que cualquiera con sentido común puede entender: “muchos niños, pocos profesores”. Cuando yo era pequeño, los niños también eran brutos, pero hay una diferencia entre ahora y antaño: cuando a mí me reprendía un profesor o, en general, alguien mayor que yo, pasaba a estarme quieto automáticamente. Estábamos medianamente bien educados. Hoy se puede contemplar a diario el pasotismo de los críos cuando alguien les regaña. No entienden la palabra “no”. A los profesores les cuesta un mundo hacerse valer, no les hacen caso. Y luego, si pasa algo, las culpas al colegio. Y si no que se lo digan al colegio valenciano San José Religiosas Escolapias, condenado a indemnizar a una familia porque a su niña la empujó un cafre en el recreo y se estrelló contra el suelo con resultado de muerte. ¿No tendrá la culpa el cafre, más bien? En ese momento, había tres profesores de guardia encargados de vigilar a un rebaño de niños enloquecidos, a todas luces insuficiente teniendo en cuenta cómo están las cosas.

Hoy día hay padres que van al psicólogo porque no saben que hacer con los trastornos de conducta de sus hijos. Un ejemplo: en Andalucía hay 13 pisos o residencias de grupo educativo de convivencia, que es la denominación que da la Consejería de Justicia y Administración, en el que niños denunciados por sus padres pasan unas “vacaciones” para intentar ser reeducados por el Estado ante la impotencia de los progenitores.

Suelo poblar las terrazas de diversos cafés, sobre todo en verano, acompañado de una novela. Hay veces que me tengo que ir resignado. La cosa está tranquila hasta que ves llegar a dos o tres matrimonios rodeados de niños que al cabo de un par de minutos están revoloteando por tu mesa dando gritos y los padres haciendo el “don Tancredo” allá por donde sus maleducados niños campan impunemente a sus anchas. Por cierto, conozco un restaurante en Tarifa en el que han prohibido el paso a los niños, anecdótico, aunque..., tampoco es eso.

El problema empezó cuando los padres pertenecientes a mi generación, que provienen, en general de hogares rígidos y padres autoritarios, creyeron que la mejor forma de educar a los niños era hablar con ellos como si fueran personas mayores (que no lo son) y darles todo lo que pudieran, traumatizados ellos por las cosas que nunca tuvieron porque eran caras entonces.

Señores papás: a los niños hay que imponerles una disciplina y decirles lo que está bien y lo que está mal, si es posible por las buenas, y si no, por las malas, lo importante es que el niño ENTIENDA. Con esta base propiciaremos que los niños no escuchen la palabra “no” por primera vez cuando lleguen al colegio.

martes, 25 de agosto de 2009

Los funcionarios, de Paco Gómez

Cada vez que hay una crisis o algo funciona mal, tanto el gobierno de turno como la opinión del respetable, jaleada por tertulianos que a diario opinan en los medios de comunicación de un tema diferente (hay que ver lo que entienden), coinciden: hay que congelar el sueldo a los funcionarios. Ayer escuchaba a una de estas expertas tertulianas que daba su opinión al respecto. Decía que como los puestos de trabajo del funcionariado no peligran , era lógico que se les congelaran los sueldos. Vamos, que al funcionario hay que restarle poder adquisitivo frente al común de los mortales porque es funcionario (brillante razonamiento).

Que sepan todos que un señor que trabaja para el Estado en cualquiera de sus versiones (local, autonómica o nacional) gana menos que otro señor con un puesto equivalente en la Empresa Privada, eso para empezar. Y el acceso a la Función Pública no se puede comparar con el acceso a la Empresa Privada. En el primer caso hay que aprobar unas oposiciones durísimas, por lo menos en la especialidad mía. En el segundo, el acceso se consigue mediante un currículum y una entrevista personal, cuando no por enchufe o “contactos”. La diferencia es abismal.

Así que no entiendo la filosofía de “congelación de sueldos funcionarial” ni entiendo que siempre tengamos que “pagar el pato” los mismos. El que crea que los funcionarios somos unos privilegiados, que hinque los codos y que lo intente, que se esfuerce. Y a ver si somos capaces en este país de que la envidia deje de ser el motor para tomar determinadas decisiones.

He trabajado en la Empresa Privada muchos años. Ganaba mucho más dinero que ahora aunque tenía menos estabilidad. Ahora la tengo, pero cobro menos. Y encima quieren disminuir mi poder adquisitivo. Que se lo mermen a otros, no a mí. Además, no estoy casado ni tengo niños, lo que automáticamente me convierte en beneficiario de ninguna ayuda por nada. Y no me quejo por los cheques-bebé, ni por las ayudas al paro ni por otros incentivos que nunca tendré. Así que, déjenme en paz, que no he cometido ningún pecado, sólo he aprobado una oposición con el sudor de mi frente.

sábado, 22 de agosto de 2009

Escribir, de Paco Gómez

Hace unas horas, mi amiga Felisa publicaba una entrada en su blog en donde hacía unas reflexiones interesantes sobre el arte u oficio de escribir (http://felisamorenoortega.blogspot.com/2009/08/escribimos.html). Yo voy a hacer aquí la mía. Ella hablaba de sus sensaciones, en cuanto a que llegaba un momento en el que se obligaba a escribir. Y que había veces que lo que escribía no le gustaba y corregía y corregía hasta llegar a un resultado óptimo o hasta que lo dejaba peor que estaba.

Creo que esto nos ha pasado a todos. No obstante, yo pienso que escribir no implica sólo la maniobra de sentarse delante del ordenador y empezar a teclear. Al menos yo no lo hago así. Hay veces que sí, que escribo a diario y no puedo parar. En cambio, en otras ocasiones lo dejo durante días, durante semanas o durante meses. Eso no significa que haya abandonado la escritura, ni mucho menos. Durante ese tiempo, mientras trabajo, o mientras paseo o tomo cafés, estoy modelando ideas que al final fraguan mentalmente y ése es el momento en el que vuelvo a sentarme y la cosa sale de corrido. En el caso de las novelas me ocurre otra cosa: llega un momento que tengo que parar porque me agoto mentalmente. Tengo la certeza de que si en ese momento sigo escribiendo me cargo el proyecto. No estoy de acuerdo con los escritores que, por ejemplo, dicen reservarse todos los días unas horas para escribir, pongamos “todos los días de 7 a 11 de la noche”. Según yo lo veo, escribir no es un trabajo de ocho horas al día de lunes a viernes. Escribir es un trabajo creativo y la creatividad no se puede controlar. Lo que más se parece a un trabajo convencional en la composición de una novela es la fase de documentación. Pero el resto es imaginación, trabajo creativo.

En cuanto a lo de corregir y corregir, sencillamente, no lo hago. Me resulta muy difícil releer lo que ya he escrito. Procuro que lo que escriba tenga el suficiente sentido para no tener que volver sobre ello y cambiarlo, para lo cual ha de haber sido creado con la inspiración suficiente. Es cierto que siempre hay que corregir, porque cuando uno escribe comete fallos de argumento, faltas gramaticales y ortográficas, etc. La labor de corrección la debe hacer otro, a poder ser un filólogo que sea un ávido lector de novelas. Porque es bastante común que el propio escritor pase por encima de los fallos sin darse cuenta. Así que siempre ando dando el tostón a los demás, pero creo que no hay otra forma.

Y vosotros, ¿qué pensáis?

viernes, 21 de agosto de 2009

Soledad, de Paco Gómez

Soledad que vienes,

soledad que vas,

soledad que vienes y vas,

que me atrapas desprevenido,

que me arrojas al vacío,

no me atormentes

en el atardecer del alma,

no te he llamado,

¿por qué vienes?

Cuando me acostumbro a ti, te vas,

y regresas cuando te olvido,

y si te busco no estás,

soledad buscada,

soledad encontrada,

soledad del alma,

como novia posesiva,

como amante sin calma

que me prende

y me aprisiona el espíritu.

Soledad despiadada,

soledad opresiva,

descansa,

huye de mí,

por los recovecos del alba,

pero no te vayas lejos,

quiero tenerte cerca,

por si necesito de ti,

por si necesito que me susurres consejo,

por si necesito huir.

Soledad pintada,

soledad dibujada,

que me cobijas,

que me mimas,

pero que me acobardas,

dime dónde vives,

por si necesito paz,

por si quisiera aislarme

de un mundo descomunal

que me muestra sus fantasmas.

Soledad, de Virtudes Reza



Soledad (a un amigo), del poemario
Últimas Palabras


Soledad huye de mis venas,
soledad huye de mi sangre,
que son gotas secas,
soledad huye de mis poros,
piel muerta,
soledad huye de mí,
en los fantasmas de mis recuerdos,
en los fantasmas de mis vivencias,
en los fantasmas de mi vida.

Soledad huye de mis fantasmas,
huye del último segundo,
en el que estoy viva,
o quizás muerta,
inconsciencia pura,
de un plano que no abandono,
en calles de un sur,
que llora despacio.

Soledad huye de mi cuerpo,
huye de mis manos,
de mi piel,
velatorio de sentimientos,
metáfora de la existencia.

Soledad huye de mis sueños,
de mis sombras,
de mi jardín sin luz,
de mi almacén de pensamientos.

¡Soledad huye!
Y no dejes aromas de recuerdos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Soledad, de Pedro Salinas. Por Paco Gómez

Esta vez publico una poesía de Pedro Salinas titulada “Soledad”. Mi buen amigo Manolo Peña me la enviaba ayer por correo electrónico. Y me sentí identificado con ella, ya que todos, tarde o temprano, experimentamos esa soledad que parece que se aferra a nosotros con uñas y dientes. Presumo de que me gusta la soledad, pero la buscada, no la encontrada. Así que aquí la dejo para goce y disfrute del personal.

Soledad, de Pedro Salinas

Soledad, soledad, tú me acompañas

y de tu propia pena me libertas!

solo, quiero estar solo:

que si suena una voz aquí a mi lado

o si una boca en la boca me besa,

te escapas tú vergonzosa y ligera.

Tan para ti me quieres

que ni al viento consientes sus caricias,

ni en el hogar el chasquido del fuego:

o ellos o tú.

Y sólo cuando callan fuego y viento

y besos y palabras,

te entregas tú por compañera mía.

Y me destila las verdades dulces

la divina mentira de estar solo.

sábado, 15 de agosto de 2009

Paseos, de Virtudes Reza


Paseo por las calles de mi silencio,
sin luces que deslumbren,
sin fuerza para gritar tu nombre,
desprovista de vestiduras,
que me den calor.

Paseo con la cabeza hueca,
sin gravedad,
sin sujeción de pensamientos,
viviendo retales ya vividos,
y segundos que se evaporan,
entre abrazos ocultos.

Paseo por el eclipse de sentimientos,
y por puestas de sol,
en cada lugar que dibujo,
y en cada lugar de ausencia,
entre montañas de lágrimas,
derretidas con calor maltrecho.
Y encuentro sonrisas de un rostro que no existe,
y rizos agotados,
en el salitre de tardes de verano.

Paseo por calles,
de deshojo amarillo,
de veredas en perpetua melancolía,
que el recuerdo mitiga,
calles de tristeza eterna,
en inmensas latitudes,
de corazones que no olvidan.

jueves, 13 de agosto de 2009

Vía Crucis, de Paco Gómez


Transito por la vida,

vagando por el tiempo,

sobre baldosas de miedo,

recordando mis miserias,

por la calle Convento.

Alma en pena,

espíritu sobrecogido,

llueven plumas ardiendo,

me lleno de nada,

me alimento de nada,

observo el silencio,

sentado en la Plaza Alta.

Y cuando me creo

que mi mente me llama,

me acerco sigiloso,

hasta las dársenas del puerto.

Camino, camino solo,

miradas perdidas

que me acompañan,

sonrisas fingidas

que me dan tantas razones

para olvidar.

Subo la cuesta,

la de mi vida,

por la calle Trafalgar,

atrapado en Algeciras,

mecido por brisa de mar,

en otras ocasiones,

porque hoy no hay ni viento,

y vuelvo a mi monasterio

que es un templo de silencio.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Buscarse la vida, de Paco Gómez

Los países occidentales vivimos en una aparente sociedad del bienestar. Dicen los expertos que vivimos por encima de nuestras posibilidades y que si el resto del mundo viviera igual que nosotros el planeta agotaría sus recursos y, sencillamente, haría “plof”. Aunque los países democráticos puedan parecer el paraíso, sobre todo a los ojos del tercer mundo, el sistema tiene sus deficiencias y sus pautas no son aceptadas por todos los ciudadanos. La mayoría de la gente trabaja, tiene hijos y lleva una vida aparentemente normal. Pero hay otras personas que desde su adolescencia toman otros caminos. Recuerdo con meridiana claridad la infancia en mi barrio. Todos los niños íbamos al colegio o, mejor dicho, casi todos. Había delincuencia juvenil en aquel Madrid de los setenta y los ochenta. Ya se veía que algunos apostaban por la opción de no estudiar, de hacer lo que les venía en gana. Conocí a varios chavales en esas circunstancias, al fin y al cabo eran mis vecinos. A priori me había forjado una imagen de ellos que resultó falsa, como casi todas las impresiones que se forjan sin profundizar. Se los podía clasificar en categorías similares a las que yo veía a diario en mi clase. Los delincuentes no eran todos malos ni mucho menos tontos. Los había inteligentes, sensatos, calculadores e incluso caballerosos. Sí, también los había temerarios, malos y psicópatas. Y entre los chavales del barrio había una velada admiración por muchos de ellos. Yo admiraba a los inteligentes, a los que eran capaces de dar un “palo” limpiamente. Los había capaces de atracar una joyería, dando un golpe previamente calculado y sin llegar a ejercer la violencia. No me gustaban, en cambio, aquellos que daban un navajazo por sacarte cinco duros. Entre los delincuentes del barrio siempre hubo dos posibles calificaciones: los de guante blanco y los chapuceros, o lo que es lo mismo, los que desplegaban una inteligencia similar a la de los niños que sacaban sobresalientes en clase y los necios, que a duras penas habrían aprobado alguna asignatura en el colegio.

Lo mismo ocurre ahora. Se puede atracar una joyería a la manera de los que lo han hecho recientemente en Londres llevándose un botín de 40 millones de libras (ladrones de guante blanco) o a la manera de las bandas del Este o de los colombianos que habitualmente ejercen su “oficio” en las joyerías de Madrid, es decir, arrasando todo y matando a todo quisqui (sanguinarios chapuceros). La diferencia entre los primeros y los segundos es la inteligencia y el esfuerzo llevado a cabo al planear el golpe con profesionalidad, que, por cierto, no se aprende en unas horas, aunque hay quien piensa que sí. Por lo menos los de una página web que acabo de ver cuyo titular dice: “Hágase ladrón de guante blanco con el nuevo lector de RFID (dispositivo que lee las etiquetas RFID de los electrodomésticos que puede haber en una casa antes de entrar y asaltarla): ¡sólo 20 dólares!” Al parecer, el afán de lucro de algunos no conoce límites.

lunes, 10 de agosto de 2009

Reflexiones educativas y literarias, de Paco Gómez

Desde hace bastante tiempo siento la necesidad de escribir. La verdad es que siempre lo he hecho. Pertenezco a una generación educada entre los últimos años del franquismo y los comienzos de la Democracia. El panorama era: E.G.B., B.U.P.-C.O.U y F.P. Desde las tres ramas citadas se podía acceder al mundo laboral y desde el Bachillerato y la Formación Profesional también se podía optar por la Universidad.

Hice la E.G.B. en el madrileño barrio periférico en el que vivía. Y ahí se despertó la vena literaria, ya que constantemente nos obligaban a hacer redacciones y dictados. Y como castigo (sí, antes había castigos) nos mandaban copiar la lección. Nos fastidiaba terriblemente pero hoy he de reconocer que gracias a esos “castigos” adquirí: destreza a la hora de escribir y velocidad, que me vino estupendamente después a la hora de tomar apuntes en F.P. y en la Universidad; conocimientos, ya que al copiar la lección, los contenidos se quedaban impregnados irremediablemente; disciplina, porque como a nadie le gustaba copiar la lección, íbamos adquiriendo pautas de comportamiento cada vez mejores y se iban puliendo los trastornos de conducta que hoy campan a sus anchas por los institutos. Si hasta en Religión nos mandaban redactar vidas de santos y comentar pasajes del Evangelio. Resultado: cuando terminé octavo sabía expresarme perfectamente, con catorce añitos (hoy los que salen del bachillerato reformado apenas saben escribir unas líneas que tengan un mínimo de sentido plagadas de faltas de Ortografía). En Lengua nos forraban a comentarios de texto, a hacer trabajos referentes a autores de todas las épocas y nos inflaban a análisis morfológicos y sintácticos (desconozco cómo se llaman ahora porque alguien debe de estar cobrando en el Ministerio de Educación por cambiar los nombres a todo. Ahora ya no hay vagos, sino niños adaptados curricularmente).

Luego opté por hacer Formación Profesional ya que a mi alrededor no había tradición universitaria de ningún tipo aunque, más tarde, acabé haciendo una Ingeniería Industrial. Siempre me gustó elaborar mis propios apuntes, primero para mí y después para mis alumnos. Y un día empecé a escribir relato corto, el salto estaba cantado. Si a todo lo que les he dicho añadimos que soy un lector empedernido de novelas, al final acabé escribiendo la mía. Despacio, tranquilamente, con la modesta intención de que la leyeran mis allegados. Pero como el atrevimiento es gratuito, después de que mi entorno me dijera que la novela era buena, la envié a una de las principales agencias literarias del país, sin la más mínima esperanza de que me contestaran, sinceramente. Pasó todo lo contrario. Me contestaron y me dijeron que la enviaban como propuesta a una gran editorial, que contestó positivamente. Y todo en el transcurso de un mes y medio, algo insólito dentro del panorama literario español. A día de hoy, tengo tres novelas terminadas. La primera, la que tantas alegrías me dio, se publica en noviembre, después de una paciente espera de dos años y medio. Y la tercera, la he enviado a un Premio Literario medianamente prestigioso.

Así que, mientras camino por las calles de la ciudad, con la novela que estoy leyendo y mientras siento el placer de la lectura en cualquier terraza de cualquier café se me ocurren muchas cosas. Se me ocurre que no sé por qué han cambiado el Sistema Educativo que, actualmente, es un desastre. Pienso en algo sobre lo que escribir, bien sea el próximo artículo, la próxima poesía, el nuevo relato corto o el argumento para mi próxima novela. Pero sobre todo, tengo unas ganas locas de que llegue noviembre.

Hierbabuena, de Virtudes Reza


Sándalo de huerta,
en el abrazo de menta blanca y menta negra,
canon de metas no cumplidas,
en la semisombra de recuerdos,
vividos en presencia,
mitigados en el dolor,
de notas musicales,
de aire,
de viento,
que mecen aromas perennes,
aromas intensos,
de frescura inmaculada.

Menta sátiva,
hierba de flor,
que el mar huele,
desde el horizonte de tu mirada,
el mar de lagos secos,
de ríos salados,
de despertares ocultos,
de mentes despiertas,
de juegos verdes,
de verdes te quiero,
mojito de esperanza,
de corazones sinceros,
de lima en vida,
de púrpura en sueños.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Algarada, de Virtudes Reza


Necesito silencios,
de flores secas,
de amargos sorbos de felicidad,
de cariños ocultos,
de noches sin dormir.

Silencios de estatua inerte,
a través de un ventanal,
en el tumulto de la lejanía,
eco de mi voz,
que pide espuma de amor,
en la levedad de palabras,
que el viento mece,
para llegar a costa perdida,
en el supremo olvido.

Desorden en el deprimido jardín,
jardín de delicias,
sugerencia fracasada,
de manos que se acarician,
entrelazadas de sueños,
que no son de esta vida.

La noche y el día,
piropo sostenido,
de melancolía en flor marchita,
de besos sentidos,
en madrugadas que se han ido,
que se pierden en la algarada,
de segundos vividos.






martes, 4 de agosto de 2009

El esplendor de la Novela Negra, de Paco Gómez

Vivimos fechas en las que los títulos pertenecientes al género negro inundan las estanterías de grandes almacenes y librerías. Dicen los expertos que se debe a la depresión y que esto ya ocurrió en los años veinte, pero a saber. En mi opinión, buenos novelistas policíacos y detectivescos los ha habido siempre e, invariablemente, cabe la duda de si ahora el público demanda más novela negra o si son las editoriales las que, en un acuerdo tácito, han optado por inundar el mercado relevando, aunque no del todo, la reciente y no agotada tendencia de leer Novela Histórica. O quizá es una mezcla de las dos cosas que se realimentan a sí mismas. El fenómeno, en cualquier caso, ahí está, y si sirve para que el siempre beneficioso hábito de la lectura se instaure en la gente, bienvenido sea.

El género no es nuevo y tiene sus pioneros y sus maestros, véanse Chandler, con su duro y genuino detective Marlowe; Agata Christie, con su concienzudo Poirot; o Conan Doyle y su entrañable Sherlock, el detective por antonomasia. Pero no sólo hay autores extranjeros entre los maestros. En España contamos con el Plinio, de García Pavón; Toni Romano, del prolífico Juan Madrid; o con Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Seguro que todos ellos, nacionales y extranjeros, han sido lecturas claves de los actuales autores que han elevado la novela negra a género de culto y de moda.

Comentario aparte merece el fenómeno Larsson, que ha conseguido que, por ejemplo, este verano todo el mundo lleve en el Metro de Madrid el mismo libro entre sus manos, el último de la trilogía “Millenium”, suceso que se ha repetido en todas las ciudades del mundo. Lo de los suecos es para resaltar: Mankell, Camila Läckberg, Assa Larsson, Jens Lapidus..., cada uno con sus personajes fetiche, herederos de los pioneros Maj Sjöwall y Per Wahlöö.

Pero si los suecos copan el mercado, bien es cierto que no son los únicos, y la culpa la tienen escritores de la talla de Sue Grafton, Donna Leon o Patricia Cornwell, sin olvidar a los españoles Lorenzo Silva, José Luis Muñoz o dos de los más recientes: David Torres y Domingo Villar.

Y no todo se reduce a novelas o escritores, sino a eventos que, van surgiendo o que se potencian. En España, increíble es la que se monta todos los veranos en Gijón con su Semana Negra. También en Getafe y Barcelona. O las librerías temáticas del género que además están en Internet con sus páginas web y sus blogs y organizando actos y firmas de libros. Véase Estudio en Escarlata en Madrid y Negra y Criminal en Barcelona.

No puedo terminar sin mencionar los Premios Literarios, unos nuevos y otros que, si bien ya existían, ahora se ven potenciados. Valgan como ejemplos el Premio RBA de Novela Negra, suculentamente dotado, u otro que, si bien es más modesto, no deja de ser prestigioso, me refiero al Premio de Novela Negra Ciudad de Carmona.

Asistimos al esplendor de un género, el negro, que algunos críticos califican como menor. Pero de lo que no cabe duda es de que en la actualidad es el culpable de que muchos lectores vuelvan a leer y de que otros, los más jóvenes, empiecen a ser receptores del “virus” de la lectura.

sábado, 1 de agosto de 2009

Las mariposas, de Paco Gómez

Son molinos de viento,

y, sin embargo, se tornan en torres,

con aspas que no son tales,

inmóviles, coloristas,

las mariposas están quietas,

en silencio,

en contraste con el trigo

mecido por el aire,

las nubes como testigos de algodón,

yendo y viniendo,

mientras la luna comienza

a iluminar un paisaje desolado.

El guerrero agita su estandarte,

ante mariposas gigantes

de vivos colores,

muy quietas en su marco de silencio,

de oscuras verdades

que han de ser calladas,

de cielos sin estrellas

mudos y acechantes,

con ánimas que inquietan almas,

en laberintos de veleidades,

sucintas, enigmáticas,

gobernando las naves.

Son las mariposas de la muerte nívea,

de las lívidas bondades,

muertas de óbitos muertos, sangrantes,

que imploran silencio,

que imponen su quietud,

sin remordimientos,

sin ambages,

campanas que tocan a muertos,

simples tañidos infames,

que recorren los campos,

matando realidades,

escondiéndose de sí mismas.

Y cuando llega el día,

el guerrero vuelve a agitar su estandarte,

el trigo se mece al viento,

y ellas vuelven a mostrar sus colores,

ensombrecidos por nubes,

que van, que vienen,

filtrando los rayos solares,

repartiendo ahora bondades,

después de la noche negra,

después de infiernos dispares,

y proyectan sobre campos

sus verdades abismales.