Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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miércoles, 12 de agosto de 2009

Buscarse la vida, de Paco Gómez

Los países occidentales vivimos en una aparente sociedad del bienestar. Dicen los expertos que vivimos por encima de nuestras posibilidades y que si el resto del mundo viviera igual que nosotros el planeta agotaría sus recursos y, sencillamente, haría “plof”. Aunque los países democráticos puedan parecer el paraíso, sobre todo a los ojos del tercer mundo, el sistema tiene sus deficiencias y sus pautas no son aceptadas por todos los ciudadanos. La mayoría de la gente trabaja, tiene hijos y lleva una vida aparentemente normal. Pero hay otras personas que desde su adolescencia toman otros caminos. Recuerdo con meridiana claridad la infancia en mi barrio. Todos los niños íbamos al colegio o, mejor dicho, casi todos. Había delincuencia juvenil en aquel Madrid de los setenta y los ochenta. Ya se veía que algunos apostaban por la opción de no estudiar, de hacer lo que les venía en gana. Conocí a varios chavales en esas circunstancias, al fin y al cabo eran mis vecinos. A priori me había forjado una imagen de ellos que resultó falsa, como casi todas las impresiones que se forjan sin profundizar. Se los podía clasificar en categorías similares a las que yo veía a diario en mi clase. Los delincuentes no eran todos malos ni mucho menos tontos. Los había inteligentes, sensatos, calculadores e incluso caballerosos. Sí, también los había temerarios, malos y psicópatas. Y entre los chavales del barrio había una velada admiración por muchos de ellos. Yo admiraba a los inteligentes, a los que eran capaces de dar un “palo” limpiamente. Los había capaces de atracar una joyería, dando un golpe previamente calculado y sin llegar a ejercer la violencia. No me gustaban, en cambio, aquellos que daban un navajazo por sacarte cinco duros. Entre los delincuentes del barrio siempre hubo dos posibles calificaciones: los de guante blanco y los chapuceros, o lo que es lo mismo, los que desplegaban una inteligencia similar a la de los niños que sacaban sobresalientes en clase y los necios, que a duras penas habrían aprobado alguna asignatura en el colegio.

Lo mismo ocurre ahora. Se puede atracar una joyería a la manera de los que lo han hecho recientemente en Londres llevándose un botín de 40 millones de libras (ladrones de guante blanco) o a la manera de las bandas del Este o de los colombianos que habitualmente ejercen su “oficio” en las joyerías de Madrid, es decir, arrasando todo y matando a todo quisqui (sanguinarios chapuceros). La diferencia entre los primeros y los segundos es la inteligencia y el esfuerzo llevado a cabo al planear el golpe con profesionalidad, que, por cierto, no se aprende en unas horas, aunque hay quien piensa que sí. Por lo menos los de una página web que acabo de ver cuyo titular dice: “Hágase ladrón de guante blanco con el nuevo lector de RFID (dispositivo que lee las etiquetas RFID de los electrodomésticos que puede haber en una casa antes de entrar y asaltarla): ¡sólo 20 dólares!” Al parecer, el afán de lucro de algunos no conoce límites.

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