Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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domingo, 31 de enero de 2010

J.D. Salinger, de Paco Gómez


El pasado 27 de Enero murió Jerome David Salinger, el tipo más raro del mundo, el escritor de una sola obra conocida, “El guardián entre el centeno”, una de las pocas leyendas que quedaban vivas. Misántropo, misógino y huraño, se pasó toda su vida escondido en casa y dedicado a pleitear con sus biógrafos y con todo aquél que perturbara su retiro.

Leí el guardián en los ochenta o noventa, no recuerdo. Lo que sí recuerdo es que me pareció una novela muy fresca. El libro ha estado prohibido varias veces. A mí no me asustó el que hablara de sexo, violencia y drogas, lo que en ciertos ambientes es políticamente incorrecto. Me pareció la historia de un adolescente americano contada sin tapujos, en primera persona, y con un estilo literario sencillo y claro. El que una novela como el guardián fuera aupada a los altares del éxito es para mí todo un misterio, creo que la cosa no era para tanto. Si acaso, quizá, lo fuera por haber sido publicada en 1951, donde imperaba el más rancio puritanismo. La novela es buena, ya digo, pero vista desde la perspectiva que dan los años, para mí es una más entre tantas.

Salinger era hijo de un judío que tenía una tienda de quesos y de una mujer de ascendencia irlandesa-escocesa. Se crió en las calles de Nueva York. Le gustó escribir desde crío, pero su padre le quitó esas ideas de la cabeza y acabó ingresando en la Academia Militar de Valley Forge. Participó en la II Guerra Mundial trabajando para inteligencia y desembarcó en Normandía. El soldado Salinger consideraba a Ernest Hemingway, a quien conoció en París, y a John Steinbeck escritores de segunda clase, reservando su admiración para Herman Melville. Entre el 45 y el 67 estuvo casado con dos mujeres de las que se divorció, acentuando su reclusión. Posteriormente al guardián, Salinger publicó las colecciones de relatos Nine Stories (Nueve cuentos) en 1953 Franny y Zooey, en 1961; y en 1963 una colección de novelas cortas Raise High the Roof Beam, Carpenters and Seymour: An introduction (Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción), protagonizados por la disfuncional familia Glass. Las mentes ágiles y poderosas de hombres perturbados y la capacidad redentora que los niños tienen en las vidas de éstos es uno de los temas principales de las obras de Salinger.

Y nada más. Decía que le gustaba experimentar la paz de no publicar. Entre otras cosas, se dice que practicó el misticismo hindú, el budismo ZEN y la Cienciología, y ritos entre los que destaca la ingestión de su propia orina, según él para purificarse.

Quienes, a pesar de su reclusión, estuvieron cerca de él, dicen que se dedicó toda la vida a escribir. Tras su muerte, ha llegado el momento de saberlo. Si escribió tanto como dicen, sus obras verán la luz, agrandando la leyenda. Y si no ocurre así, sus detractores, los que dicen que “El guardián entre el centeno” fue escrito por otro y que cayó en sus manos, se verán reforzados en sus razonamientos. De lo que no cabe duda es de que este hombre ya era un mito en vida, permanentemente alimentado. Mark David Chapman, el asesino de Lennon; John Hinckley Jr., el que disparó a Reagan; y Robert John Bardo, el asesino de Rebecca Schaeffer, portaban el libro en el momento de su arresto. Y el mito se agranda tras su fallecimiento.

lunes, 25 de enero de 2010

El violinista de Mauthausen, de Paco Gómez

Andrés Pérez Domínguez ha vuelto a sorprendernos con una novela sobrecogedora, dura, tierna, locuaz, viva, dulce, amarga... Podría seguir poniendo calificativos a esta obra, algunos de ellos contradictorios, y no acabaría. La sorpresa no es tanta para los que somos habituales lectores suyos y sabemos de lo que es capaz de darnos. Pero aun así, “El violinista de Mauthausen” es la mejor novela que he leído en los últimos tiempos con diferencia.

Andrés se inventa un triángulo amoroso en el tiempo que no deja indiferente. No es un triángulo al uso en que los protagonistas del mismo conviven en el presente; los vértices del polígono aparecen y desaparecen en una suerte de juego onírico atemporal. La novela está llena de escenas que se repiten, pero vistas desde la perspectiva de diferentes personajes, lo que refuerza la asimilación por parte del lector, al que se le somete a continuas analepsis o flashbacks, por usar el término cinematográfico, más conocido por todos. Estos flashbacks van aclarando a lo largo de toda la novela pasajes que son invisibles en los primeros capítulos, con una maestría por parte del autor que raya la perfección. No es fácil omitir acontecimientos que más tarde salen a la luz para luego hilarlos con toda una serie de circunstancias y hechos.

La novela está construida a base de reflexiones de cuatro personajes. Andrés consigue que esas reflexiones parezcan hechas por los personajes mismos sólo que utilizando la técnica del narrador omnisciente, lo que no es nada fácil. El telón de fondo es la 2ª Guerra Mundial, pero lo del escenario, aunque ayuda muchísimo a reforzar la historia, es secundario. La trama podría haberse desarrollado en cualquier momento y en cualquier lugar. Apenas hay diálogos lo que, lejos de ser una recriminación, pasa por ser un halago. Como escritor, sé lo difícil que es construir una trama sólo a base de reflexiones. En la tarea de escribir, los diálogos desahogan, pero a Andrés no le ha hecho ninguna falta. El trabajo de documentación es sensacional, habitual diría yo en el estilo de Andrés que, además, tiene la sana costumbre de visitar los lugares sobre los que escribe.

El triángulo amoroso no es arbitrario ni forzado por los componentes del mismo sino que es forzado por los acontecimientos, lo que hace que los actores del mismo se vean abocados a él sin remisión. Una de las especialidades de Andrés es meterse en la piel de sus personajes, ya lo demostró en su anterior novela, “El factor Einstein”, pero en ésta nos da toda una lección. Los personajes se encuentran entre sí en distintos momentos y en circunstancias dictaminadas por el más puro azar. Y esos encuentros marcan el desarrollo y el apoteósico final de la novela.

Si el lector es sensible, evidentemente la lectura del libro no le va a dejar indiferente. La novela es de las que engancha y tira de ti hasta sumergirte en sus páginas leídas en ocasiones con los ojos vidriosos por la carga de dramatismo que transmiten. No es extraño que haya sido galardonada con el último Premio Ateneo de Sevilla. La trama es innovadora, dado que nadie había narrado la historia de un republicano español en el campo de Mauthaussen. Pero, en mi opinión, Andrés ha plasmado por escrito una de las mejores historias de amor de la Literatura Universal. Enhorabuena, escritor.

Blog de Andrés Pérez Domínguez: http://laseparata.blogspot.com/

jueves, 21 de enero de 2010

O nos hacemos infelices o nos hacemos fuertes. La cantidad de trabajo es la misma.

martes, 19 de enero de 2010

Esperpento en la Universidad de Sevilla, de Paco Gómez


Hay días en los que casi llego a convencerme de que en este país ya no caben más tontos, de que el aforo para majaderos es finito y limitado y que el sentido común tiene que acabar imponiéndose ante tanto despropósito. Pues no, siempre cabe alguno más. Una cosa es garantizar derechos y libertades y otra hacer el canelo. A los profesores nos han ido robando poco a poco, pero a piñón fijo, el prestigio y la dignidad. Y aquí no pasa nada, nadie protesta, sólo cuatro gatos a los que, generalmente, se nos tilda de reaccionarios.

Resulta que algún iluminado de la jerarquía universitaria sevillana se levantó un día con el ánimo de innovar, con el afán de ser protagonista, con la voluntad de ejercer su condición de “tonto peligroso”. Y a este Séneca se le ocurrió elaborar una normativa sobre el proceder de los profesores que están examinando a los alumnos. Ahora, si un profesor pilla a un alumno copiando, podrá requisar la chuleta, pero deberá permitir que el tramposo siga haciendo el examen. Después, una comisión docente compuesta por tres profesores y tres alumnos decidirán si el examen está aprobado o no. Para rizar el rizo, si el alumno está copiando a través del teléfono móvil, el profesor no podrá requisárselo por contener el artefacto datos personales.

Bien, pues con esta medida se termina de dar la puntilla a la autoridad del profesor y se favorece al alumno defraudador. Los propios alumnos hispalenses, ayer mismo, cuando los periodistas les preguntaban micrófono en mano su opinión respecto a la medida, se partían de risa. No es para menos, a quién se le ocurre semejante esperpento. Sólo a un tonto, de los muchos que hay en las universidades, con títulos pero memos. ¿Cuándo se darán cuenta todos estos cantamañanas de que la educación no puede ser democrática? ¿Cuándo caerán en la cuenta de que en el aula debe mandar el profesor y de que no se pueden tomar decisiones por sufragio universal? Nunca, visto lo visto.

En Educación no hace falta otra reforma, hace falta una revolución desde Primaria hasta la Universidad. Habría que revisar minuciosamente los cargos y sustituir defacto a los tontos por personas sensatas.

Precisamente en estos días el PP ha presentado una serie de medidas para reformar la Secundaria. La idea está bien pero se quedan cortos. Habría que reducir la ESO dos años, no uno como pretenden, y aumentar el Bachillerato en dos. Los niños deberían permanecer en los colegios hasta los catorce y no llevarlos a los institutos a los doce en connivencia con enseñanzas de FP y Bachiller que nada tienen que ver con los estudios que ellos realizan y que no genera otra cosa en los niños que desorientación. Y a partir de los catorce, la enseñanza debería seguir siendo gratuita pero no obligatoria, y acabar con el secuestro de miles de adolescentes en huelga de brazos caídos entre las paredes de un instituto. Y desde luego, no se debería promocionar por imperativo legal, como ahora.

¿Es tan difícil ver esto? Pues parece ser que sí. Desde luego, con medidas como la tomada en la Universidad de Sevilla, batiremos un record: aparecer en todos los informes internacionales de Educación, no como penúltimos o antepenúltimos, sino como los últimos de la lista. Nos lo estamos ganando a pulso. ¡Ya está bien, hombre!

domingo, 17 de enero de 2010

Medidas educativas, de Paco Gómez


En este país somos muchos los ciudadanos que no militamos en ningún partido político y que simplemente votamos y nos regimos por el sentido común. Sin embargo, si se expresa una opinión que puntualmente coincide con la de un partido político, no faltan personas que te tachen de ser reaccionario o rojo, lo cual es bastante penoso.

La ley que hace a los profesores de la Comunidad de Madrid autoridad pública, que estará vigente a mediados de marzo, ha sido llevada adelante por Esperanza Aguirre, relevante personalidad del PP. Y yo la aplaudo, a pesar de que ahora habrá quien diga que soy de derechas. Pues no, ni comulgo con unos ni con otros. Pero habiendo llegado a estas alturas y viendo el panorama reinante, es una medida de sentido común. A partir de marzo, los profesores podremos tomar medidas cautelares, nuestro testimonio tendrá presunción de veracidad y si nos amenazan o agreden, las penas de cárcel están bien definidas. En los juicios se nos prestará asistencia, no como ahora que si algún salvaje nos pega, debemos acudir a comisaría a denunciar como si fuéramos un particular y buscarnos un abogado y pagarlo.

Se tendrían que tomar más medidas, pero por algo se empieza. No hay día que no salten a los medios de comunicación noticias que parecen normales y que a mí me siguen pareciendo insólitas. La última ha sido que unos estudiantes de Toledo han amenazado con violar a una profesora delante de sus compañeros. La increíble medida que se ha tomado ha sido cambiar de turno a los alumnos, cuando lo que habría que hacer es decirles que no volvieran a pisar un instituto en su vida. Pero claro, en un alarde de progresía incomprensible, papá Estado promulga que los angelitos siguen teniendo derecho a una educación gratuita. Desde mi punto de vista, estos niños deberían perder el derecho a asistir al instituto desde el momento que perpetran la salvajada y después tomar las pertinentes medidas judiciales contra ellos y sus progenitores. En un país serio, que es el que yo llevo reclamando tanto tiempo, se haría. Pero, así están las cosas. Esperemos que medida tras medida se vayan corrigiendo los errores.

jueves, 14 de enero de 2010

¿Hay algún editor por ahí?, de Paco Gómez


Cuando era joven me inicié en la lectura de cómics o de tebeos, como los llamábamos en mi barrio. Me encantaba Ibáñez y no podía pasar sin las lecturas de una colección que se llamaba “Clásicos literarios juveniles”, que no eran otra cosa que novelas clásicas de todos los tiempos ilustradas y adaptadas a cómic para jóvenes. Descubrí al Capitán Trueno y al Jabato, así que recuerdo aquellas tardes de invierno tan frías en las que me acercaba a la papelería de la plazoleta para ver si había salido algún número nuevo, en cuyo caso, lo compraba, me lo metía debajo de la chupa, siempre llovía, y me iba a casa con la sensación de llevar guardado un tesoro. Abría el cómic, aspiraba su aroma a imprenta y me zambullía en su lectura.

No era yo de libros por aquel entonces. Mi experiencia con ellos se limitaba a los clásicos que nos mandaban leer en el colegio y que me parecían un rollo. La primera vez que disfruté con uno de los encargos de un profesor de Literatura de FP fue cuando nos mandaron leer “Momo”, de Michael Ende. Fue la primera vez que no pude parar de leer un libro de los que nos ponían en el cole, lo que me llevó a “La historia interminable”, del mismo autor, y al igual que Bastian, el protagonista, yo tampoco podía dejar de leer. Estas sensaciones me llevaron a la biblioteca del barrio a curiosear por sus estantes y ese día vi una novela que se titulaba “El tercer ojo”. Su lectura me convirtió en un yonki de las novelas del autor, un tal Rampa que nunca se ha sabido muy bien quién es. Más tarde descubrí otra novelita que me fascinó, “Las enseñanzas de don Juan”, de Castaneda. Y abordé la afición al ensayo con “El retorno de los brujos”, de Pauwels y Bergier.

Una vez enganchado al vicio de la lectura abordé a los clásicos que me desesperaba leer en el colegio pero ya con el adquirido hábito de leer y con la madurez suficiente para abordarlos. Y a partir de ahí, los libros han ido pasando por mi vida uno tras otro a piñón fijo. ¿Cuántas novelas habré leído? Seguro que si fuera capaz de dar la cifra sería mareante.

Nunca me había planteado escribir salvo apuntes de Electrónica para mis alumnos. Pero un día, empecé a escribir relatos cortos. Cuando empecé a quedar finalista en diversos certámenes me planteé lo de escribir novela como un reto. Al principio me pareció harto complicado pero al final descubrí que estaba más cómodo con la novela que con los relatos. El motivo es que llevo toda la vida leyéndolas. Cuando terminé la primera, con la mera intención de que la leyera mi mujer y algún amigo, las sensaciones fueron buenas. Por eso se la envié a una de las agencias más importantes de España. Les gustó, la presentaron a una editorial importante, se la quedaron y me dieron un adelanto. Imaginaos mi sorpresa. Pero ahí quedó todo. Desde entonces han pasado cuatro años, tengo tres novelas acabadas y una cuarta empezada y empiezo a asumir lo de la dificultad de publicar. Somos muchos, y eso es bueno, ya que es imposible entrar a una librería y que no te guste algún libro y lo compres. Pero también es malo por la competencia. Y, por si fuera poco, está la crisis, que actualmente está echando para atrás la mayoría de los proyectos de las editoriales, que se centran en valores seguros. No obstante, no pierdo la esperanza. Tengo mi trabajo, vivo de él y no dependo de que se publiquen o no mis novelas. Pero desde hace ya un tiempo me siento escritor, y un escritor debe tener en sus manos sus libros. ¿Hay algún editor por ahí?

domingo, 10 de enero de 2010

Zapabean, de Paco Gómez


España asume la presidencia de la Unión Europea en unos momentos en que la economía mundial no está bien. Dentro de este maremagno, encontramos a España, que no acaba de encontrar la receta para remontar la crisis; valga el dato de que somos el segundo país de la UE que más paro genera, sólo nos gana Letonia. La percepción que tienen nuestros vecinos europeos sobre la habilidad de los españoles para resolver los problemas es más bien de escepticismo. Todo empezó con la sustitución de la foto de ZP por la de Mister Bean y ha continuado con un rosario de artículos en los principales periódicos europeos sobre nuestro presidente. Diagnóstico: no apto.

El caso de ZP es muy curioso. Si fuera por currículo, José Luis Rodríguez Zapatero no podría ni haber presidido el consejo de administración de una empresa de segunda. Tras terminar sus estudios de Derecho en la Universidad de León, fue contratado como ayudante de Derecho Constitucional en la misma universidad. De ahí a diputado y..., nada más. Ni idiomas, ni nada.

Los socialistas, tras la dimisión de Almunia y tras perder dos procesos electorales sucesivos contra Aznar estaban en crisis y se inició un proceso de renovación. La consecución de la Secretaría General por parte de Zapatero fue la consecuencia de un pacto entre varios de los hombres fuertes del partido, que vieron en él a un hombre joven con un rostro simpático (nuestro presidente siempre sonríe, no sabemos de qué). El que estuviera o no cualificado era lo de menos, las elecciones son una cuestión de imagen. Esto, unido a la mala gestión del PP de los atentados del 11-M, además de otros fallos cometidos por los populares en su segunda legislatura, dieron el triunfo al PSOE en las elecciones generales de 2004.

Lo primero que hizo nuestro presidente, jaleado por los actores, cuya opinión parece ser que es muy importante en este país, fue sacar a la tropas de Irak. Una guerra en la que seguramente no teníamos que haber participado, pero en la que estábamos metidos. No es serio romper los compromisos que habíamos adquirido con otros países, aunque hubieran sido firmados por el partido saliente, no nos extrañemos después de las desconfianzas. Más tarde, en el desfile del Día de la Hispanidad, nuestro presidente, como si fuera un colegial rebelde, no se levanta ante el paso de la bandera de Estados Unidos en protesta por la guerra, en fin, haciendo amigos. Pronto demostró ser tan voraz como cualquier otro político, al aliarse con unos y con otros para conseguir el poder mediante pactos en Galicia y en Cataluña, autonomía esta última en donde ha formado el mayor lío que se conoce en nuestra democracia: el Estatut.

Después nos dice que lo de la ETA se termina hablando con ellos y lo cierto es que su rostro en todos los informativos denotaba que es que se lo creía. El resultado es conocido por todos. No voy a enumerar todos los errores de un hombre que parece que tiene especial habilidad para meter la pata, pero no quiero terminar sin citar que negó la crisis cuando en todos los países del mundo ya se estaban tomando medidas para paliarla. Zapatero, Zapabean, el hombre que llegó a presidente y hasta a presidir la UE con un currículo pobre, pobrísimo, y que el tiempo ha demostrado que no goza de la más mínima credibilidad, ni en España ni en Europa.

sábado, 9 de enero de 2010

Pena y pesimismo, de Paco Gómez


Hay una imagen que se repite año tras año y que se emite en todos los telediarios como si fuera la panacea de la virtud de la especie humana. Ocurre cada 7 de enero. Los cámaras filman desde dentro de los grandes almacenes antes de abrir y a través del cristal de la puerta se pueden ver caras apelotonadas con rictus avariento de todas las edades. Llegada la hora, se abren las puertas y como si de una olla a presión se tratara la avalancha que se produce se asemeja bastante al trote de una manada de búfalos atravesando las praderas del lejano oeste. Cualquier día va a pasar una desgracia.

Más tarde, los cámaras filman e incluso entrevistan a unos y a otros. Las sonrisas que lucen de oreja a oreja son las propias de haber comprado una o varias gangas y parece que regresan a casa más con el regusto propio de haber tenido un orgasmo que de haber comprado unos calcetines y un jersey.

Viendo estas imágenes de las rebajas de enero, viendo los programas basura con que nos bombardean en las televisiones, escuchando las conversaciones que habitualmente tienen las personas en las cafeterías y bares, me pregunto hasta qué punto es correcto afirmar que el hombre es inteligente, como nos decían en el colegio.

El tipo de sociedad hacia la que hemos ido avanzando desde que tengo uso de razón me parece una porquería, llena de valores superfluos y llena de individuos alienados y zombificados. Estamos gobernados por políticos cada vez menos preparados, responsables de las sucesivas reformas educativas que hacen que, al salir los alumnos mucho menos educados e instruidos, la sociedad avance en el sentido que comentaba anteriormente. Cada vez se lee menos, se estudia menos, se debate menos, se piensa menos y hay menos cultura.

Me llama la atención también, para terminar, que cuando ocurre algo y sale en la tele y entrevistan a los testigos, escuchar los testimonios de los entrevistados. Sobre todo ver a esos veinteañeros contestar a las preguntas de los periodistas y ver lo brutos que son hablando. Hombre, que se expresen así las personas mayores que no han tenido la oportunidad de estudiar, pase, pero que lo haga la gente joven me produce pena y pesimismo.

lunes, 4 de enero de 2010

La carta, de Paco Gómez













En mi enésima visita al museo, justo cuando me aproximaba a admirar una pila bautismal, me ocurrió un suceso inesperado. Al acercarme, vi que en la pila había una carpeta de color verde. La tomé en mis manos y miré alrededor. La sala estaba vacía en esos momentos, así que miré la carpeta por si había algún nombre escrito. Al no encontrar nada, la abrí en un intento de identificar al dueño, pero tampoco encontré dentro nada que fuera significativo y que me permitiera identificar a la persona que, evidentemente, se había dejado olvidada la carpeta en la pila. Invadida por un cierto grado de curiosidad, fisgué entre el contenido, consistente en unos folios en blanco y en un sobre, un sobre en blanco cerrado. Al asirlo, me di cuenta rápidamente de que contenía algo. Cerré la carpeta y me dirigí al conserje del museo. Le referí el casual encuentro de la carpeta y le dije que se la quedara por si alguien preguntaba por ella.


-No puedo quedarme con eso, señorita -me dijo muy serio.

-¿Por qué no?

-Pues porque no sé de quién es, ¿qué quiere que haga?

-Pues..., qué se yo -le dije-. Guárdela y alguien preguntará por ella.

-Oiga, señorita, yo no me la he encontrado. Así que no voy a cargar con el muerto. Lo que debe hacer es llevar eso a objetos perdidos.

La respuesta del conserje, que nada más pronunciar la última frase siguió con sus tareas ignorándome descaradamente, me dejó desconcertada y sin palabras. Salí del museo sin saber muy bien qué hacer con la carpeta y me metí en la primera cafetería que encontré. Mientras me traían el café, encendí un cigarrillo y empecé a dar vueltas al sobre en blanco entre mis manos. Después de que el camarero depositara el café humeante en la mesa, decidí abrirlo. Quizá el contenido podría darme alguna pista acerca del dueño de la carpeta. Empecé a leer. Se trataba de una carta, una carta escueta pero intensa, dramática y melancólica.


"Querida Mercedes:

Como sabes me han dado el traslado que pedí y por el cual me felicitaste. Me voy del museo. Sé que te sorprendió y no me extraña, tantos años juntas y no te había dicho nada. Pues, querida amiga, el motivo de mi traslado eres tú. Vuelve a sorprenderte. Ahora ya puedo decírtelo, quiero decírtelo. Llevo años enamorada de ti. ¿Sorprendida? Creo que en el fondo, no tanto. Eres una persona muy inteligente y alguna vez habrás notado algo.No puedo seguir trabajando a tu lado, Mercedes, ni verte todos los días sabiendo que nuestro amor es imposible. Lo sé y me retiro esperando no verte más pero, eso sí, guardando tu recuerdo para siempre en mi corazón. Espero sinceramente que continúes siendo muy feliz con Pedro y los niños. Hasta siempre.Eternamente, Lucía."


Volví a meter el papel en el sobre mientras mis lágrimas caían en la mesa. Apuré el café, pagué la consumición y volví a encaminar mis pasos hacia el museo. Volví a interpelar al conserje y, como pude, intenté hacerle ver la urgencia de encontrar a Mercedes. Tras aclararle, a falta del conocimiento de sus apellidos, que era la amiga de Lucía, me condujo a su despacho. Ella me atendió de manera cortés.

-Buenos días, siéntese. ¿En qué puedo ayudarla?

-Creo que esto es para usted. Lo he encontrado casualmente -le dije tendiéndole la carta. Mercedes terminó de leer la carta con lágrimas en los ojos y su mirada era tan amarga que supe en ese mismo instante que Lucía se había equivocado. Aunque, puede que hubiera tomado la decisión acertada. Nunca lo sabré.