Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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lunes, 4 de enero de 2010

La carta, de Paco Gómez













En mi enésima visita al museo, justo cuando me aproximaba a admirar una pila bautismal, me ocurrió un suceso inesperado. Al acercarme, vi que en la pila había una carpeta de color verde. La tomé en mis manos y miré alrededor. La sala estaba vacía en esos momentos, así que miré la carpeta por si había algún nombre escrito. Al no encontrar nada, la abrí en un intento de identificar al dueño, pero tampoco encontré dentro nada que fuera significativo y que me permitiera identificar a la persona que, evidentemente, se había dejado olvidada la carpeta en la pila. Invadida por un cierto grado de curiosidad, fisgué entre el contenido, consistente en unos folios en blanco y en un sobre, un sobre en blanco cerrado. Al asirlo, me di cuenta rápidamente de que contenía algo. Cerré la carpeta y me dirigí al conserje del museo. Le referí el casual encuentro de la carpeta y le dije que se la quedara por si alguien preguntaba por ella.


-No puedo quedarme con eso, señorita -me dijo muy serio.

-¿Por qué no?

-Pues porque no sé de quién es, ¿qué quiere que haga?

-Pues..., qué se yo -le dije-. Guárdela y alguien preguntará por ella.

-Oiga, señorita, yo no me la he encontrado. Así que no voy a cargar con el muerto. Lo que debe hacer es llevar eso a objetos perdidos.

La respuesta del conserje, que nada más pronunciar la última frase siguió con sus tareas ignorándome descaradamente, me dejó desconcertada y sin palabras. Salí del museo sin saber muy bien qué hacer con la carpeta y me metí en la primera cafetería que encontré. Mientras me traían el café, encendí un cigarrillo y empecé a dar vueltas al sobre en blanco entre mis manos. Después de que el camarero depositara el café humeante en la mesa, decidí abrirlo. Quizá el contenido podría darme alguna pista acerca del dueño de la carpeta. Empecé a leer. Se trataba de una carta, una carta escueta pero intensa, dramática y melancólica.


"Querida Mercedes:

Como sabes me han dado el traslado que pedí y por el cual me felicitaste. Me voy del museo. Sé que te sorprendió y no me extraña, tantos años juntas y no te había dicho nada. Pues, querida amiga, el motivo de mi traslado eres tú. Vuelve a sorprenderte. Ahora ya puedo decírtelo, quiero decírtelo. Llevo años enamorada de ti. ¿Sorprendida? Creo que en el fondo, no tanto. Eres una persona muy inteligente y alguna vez habrás notado algo.No puedo seguir trabajando a tu lado, Mercedes, ni verte todos los días sabiendo que nuestro amor es imposible. Lo sé y me retiro esperando no verte más pero, eso sí, guardando tu recuerdo para siempre en mi corazón. Espero sinceramente que continúes siendo muy feliz con Pedro y los niños. Hasta siempre.Eternamente, Lucía."


Volví a meter el papel en el sobre mientras mis lágrimas caían en la mesa. Apuré el café, pagué la consumición y volví a encaminar mis pasos hacia el museo. Volví a interpelar al conserje y, como pude, intenté hacerle ver la urgencia de encontrar a Mercedes. Tras aclararle, a falta del conocimiento de sus apellidos, que era la amiga de Lucía, me condujo a su despacho. Ella me atendió de manera cortés.

-Buenos días, siéntese. ¿En qué puedo ayudarla?

-Creo que esto es para usted. Lo he encontrado casualmente -le dije tendiéndole la carta. Mercedes terminó de leer la carta con lágrimas en los ojos y su mirada era tan amarga que supe en ese mismo instante que Lucía se había equivocado. Aunque, puede que hubiera tomado la decisión acertada. Nunca lo sabré.

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