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jueves, 31 de diciembre de 2009

El pacto por la Educación, de Paco Gómez


Cada vez que oigo las palabras “pacto” o “reforma” dirigidos hacia el ámbito de la Educación me echo a temblar. Cospedal y Gabilondo, Gabilondo y Cospedal, dan igual los nombres, dan igual las siglas. Ambas formaciones políticas, pesoe y pepé, han ostentado el poder y no han hecho nada, o mejor dicho, han ido estropeando sucesivamente la Enseñanza Pública. Saben de lo que saben, de mantener cuotas, de tira y aflojas, de concesiones, de cobrar favores, de mantener chiringuitos autonómicos y municipales... El último ejemplo ha sido el Pacto por la Justicia que ha quedado en un chabacano reparto de jueces. Tenemos unos políticos sin categoría, sujetos a apoyos de gente sin escrúpulos de partidos autonómicos que están poblados por intelectualoides de pacotilla. A ver si un día alguno saca mayoría absoluta y acomete una reforma electoral en condiciones que permita que tanto ciudadanos como el partido gobernante dejen de estar chantajeados.

No creo en más reformas educativas, no mientras tengamos los políticos que tenemos. El Sistema Educativo debería ser una competencia estatal y no estar a merced de los inconscientes políticos autonómicos. Mientras esto no ocurra, esto no tiene arreglo. Pero, claro, ¿quién es el valiente que quita ahora las competencias? En un país serio no hay problema. Un ejemplo: la última suspensión de la autonomía del Ulster por parte del gobierno inglés en una situación de emergencia. Pero aquí no, no se vayan a molestar. Y eso que la Educación en España es una emergencia, ¿cuándo se van a dar cuenta?

Este año imparto clases en un Ciclo de Grado Superior. El grueso del alumnado me viene de Bachillerato. No saben hacer ecuaciones, no saben expresarse, comprensión lectora cero, y encima tengo que mandar callar a tíos con 22 años, porque se dan collejas, hacen bromitas, se les dispersa la atención con el vuelo de una mosca, etc., etc., etc.

¿No se lo creen? Esperen al siguiente informe internacional. Y lo que me pasma es que aquí a nadie se le cae la cara de vergüenza.

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