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jueves, 14 de enero de 2010

¿Hay algún editor por ahí?, de Paco Gómez


Cuando era joven me inicié en la lectura de cómics o de tebeos, como los llamábamos en mi barrio. Me encantaba Ibáñez y no podía pasar sin las lecturas de una colección que se llamaba “Clásicos literarios juveniles”, que no eran otra cosa que novelas clásicas de todos los tiempos ilustradas y adaptadas a cómic para jóvenes. Descubrí al Capitán Trueno y al Jabato, así que recuerdo aquellas tardes de invierno tan frías en las que me acercaba a la papelería de la plazoleta para ver si había salido algún número nuevo, en cuyo caso, lo compraba, me lo metía debajo de la chupa, siempre llovía, y me iba a casa con la sensación de llevar guardado un tesoro. Abría el cómic, aspiraba su aroma a imprenta y me zambullía en su lectura.

No era yo de libros por aquel entonces. Mi experiencia con ellos se limitaba a los clásicos que nos mandaban leer en el colegio y que me parecían un rollo. La primera vez que disfruté con uno de los encargos de un profesor de Literatura de FP fue cuando nos mandaron leer “Momo”, de Michael Ende. Fue la primera vez que no pude parar de leer un libro de los que nos ponían en el cole, lo que me llevó a “La historia interminable”, del mismo autor, y al igual que Bastian, el protagonista, yo tampoco podía dejar de leer. Estas sensaciones me llevaron a la biblioteca del barrio a curiosear por sus estantes y ese día vi una novela que se titulaba “El tercer ojo”. Su lectura me convirtió en un yonki de las novelas del autor, un tal Rampa que nunca se ha sabido muy bien quién es. Más tarde descubrí otra novelita que me fascinó, “Las enseñanzas de don Juan”, de Castaneda. Y abordé la afición al ensayo con “El retorno de los brujos”, de Pauwels y Bergier.

Una vez enganchado al vicio de la lectura abordé a los clásicos que me desesperaba leer en el colegio pero ya con el adquirido hábito de leer y con la madurez suficiente para abordarlos. Y a partir de ahí, los libros han ido pasando por mi vida uno tras otro a piñón fijo. ¿Cuántas novelas habré leído? Seguro que si fuera capaz de dar la cifra sería mareante.

Nunca me había planteado escribir salvo apuntes de Electrónica para mis alumnos. Pero un día, empecé a escribir relatos cortos. Cuando empecé a quedar finalista en diversos certámenes me planteé lo de escribir novela como un reto. Al principio me pareció harto complicado pero al final descubrí que estaba más cómodo con la novela que con los relatos. El motivo es que llevo toda la vida leyéndolas. Cuando terminé la primera, con la mera intención de que la leyera mi mujer y algún amigo, las sensaciones fueron buenas. Por eso se la envié a una de las agencias más importantes de España. Les gustó, la presentaron a una editorial importante, se la quedaron y me dieron un adelanto. Imaginaos mi sorpresa. Pero ahí quedó todo. Desde entonces han pasado cuatro años, tengo tres novelas acabadas y una cuarta empezada y empiezo a asumir lo de la dificultad de publicar. Somos muchos, y eso es bueno, ya que es imposible entrar a una librería y que no te guste algún libro y lo compres. Pero también es malo por la competencia. Y, por si fuera poco, está la crisis, que actualmente está echando para atrás la mayoría de los proyectos de las editoriales, que se centran en valores seguros. No obstante, no pierdo la esperanza. Tengo mi trabajo, vivo de él y no dependo de que se publiquen o no mis novelas. Pero desde hace ya un tiempo me siento escritor, y un escritor debe tener en sus manos sus libros. ¿Hay algún editor por ahí?

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