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domingo, 19 de junio de 2011

Caracterizar a los personajes, de Paco Gómez

Escribir una novela supone un trabajo monumental. Es por eso que no siempre estoy escribiendo una, porque supone someterte a una disciplina que no poseo siempre. No obstante, escribir es una necesidad diaria. Por eso no hay día que no haga un poema, escriba una reflexión o pergeñe un artículo.

Ya no solo es inventarte una historia, que historias se me ocurren muchas. Según yo entiendo este oficio, la novela hay que “armarla”. Desde mi punto de vista hay que empezar con un primer capítulo fuerte que enganche al lector y que le introduzca de lleno en el planteamiento de lo que uno quiere contar para desembocar en el nudo. Como me comentaba un día mi amigo Juan Madrid, el nudo puede realizarse bajo la siguiente premisa: “Algo o alguien quiere algo. A) Lo consigue. B) No lo consigue”. Los dos axiomas finales son más bien pertenecientes al desenlace, porque tiene que haber un desenlace. Por eso no me gustan nada los autores que hacen experimentos novelísticos que adolecen de planteamiento, nudo y desenlace. Todos esos autores anárquicos que escriben lo que se les ocurre y venden sus paranoias como novelas cuando realmente son ensayos. Supongo que las editoriales adoptan el formato de novela porque es el que más se vende, doctores tiene la iglesia. Tampoco entiendo las alabanzas de los críticos que parece que cuanto menos se entiende una novela mejor es. Insisto, doctores tiene la iglesia y no soy yo integrante de tan selecta casta.

Otro de los retos de un escritor cuando está creando es conseguir que los personajes queden caracterizados perfectamente. A veces leo novelas que son buenas, que incluso me gustan, pero la caracterización no está conseguida. Salvo que la historia se desarrolle íntegramente en un ambiente académico los personajes deben hablar de acuerdo a sus características: condición social, ocupación laboral, etc. No entiendo esas novelas en las que los protagonistas hablan todos como si fueran filólogos o como si hubieran ido a colegios de pago, la historia deja de ser creíble. Creo que esto pasa por los reparos de algunos autores a utilizar jergas o diversos lenguajes que se alejan de lo convencional, lo cual es claramente un error. Lo de hablar muy bien debe quedar para el narrador, siempre y cuando se utilice la técnica del narrador omnisciente y el narrador sea neutro y no en otros casos. Estos errores de caracterización se aprecian sobre todo en novelas negras o ambientadas en los bajos fondos: los delincuentes no hablan como si fueran académicos, eso está claro.

La caracterización se consigue a través de diversas formas y debe de ser acorde y coherente con el personaje. Se puede conformar la personalidad de alguien a través de la voz del narrador, por medio de diálogos o por la ambientación de escenas, todo esto son trucos del oficio que se adquieren con el tiempo. Sin ser la caracterización el puntal principal de una novela, contribuye definitivamente no solo a que la historia sea más creíble, sino a que la propia novela impacte mucho más que cuando los personajes son planos.

En cualquier caso, insisto, que parezca que los personajes hayan estudiado todos en la Universidad de Salamanca, va en contra de hacer la novela más real aunque se trabaje en el terreno de la ficción.

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