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viernes, 20 de enero de 2012

Libro de papel versus libro electrónico, por Paco Gómez

Nos encontramos en un momento de transición, de cambio. De toda la vida, si uno quería un libro, acudía a una librería y se lo compraba. Seguimos haciéndolo, cómo no. Pero empezamos a convivir con el libro electrónico. ¿Por qué? Principalmente, porque la tecnología lo permite, aunque hay más factores.

A favor del libro en papel está lo de la tradición, ese amor que le tenemos los que nos hemos criado con él. El tocarlo, el olerlo, el ir pasando las páginas con parsimonia ante un buen café, al abrigo de una chimenea o sentado en un banco debajo de un árbol. Pero también hay factores en contra. Por poner el punto ecologista, si no se produjeran libros en papel, estaríamos ahorrándonos cortar tropecientos árboles. Son caros, no para el lector ocasional, pero sí para los que leemos varios al mes. Y otra cuestión es el espacio. Los que vivimos en casas pequeñas ya no sabemos dónde meter los libros, y eso que yo ya hice una gran donación a una biblioteca. Y si son caros, no es precisamente por culpa del autor, que es el que menos se lleva del pastel, un 10%, por lo general, para ser exactos.

El libro electrónico tiene muchas cosas a favor. No ocupa espacio. Gracias al avance de la tecnología en las pantallas, se lee igual al sol que a la sombra. Tocas dos botones de tu lector y en treinta segundos te descarga el título elegido. Para mí, que en mi bloque me llaman el tonto del libro, ya que siempre salgo de casa con uno bajo el brazo, tiene la ventaja del peso. El lector es menos voluminoso y no pesa nada. Además, puedo almacenar en él más de mil libros. Y lo principal, como usuario, es que el libro electrónico vale mucho más barato, con lo que me ahorro una pasta. Pero claro, también tiene sus inconvenientes. El principal es que se puede piratear, lo que no deja de ser un verdadero quebradero de cabeza para el autor que ve mermados sus derechos de autor. Una costa es cierta: con el libro electrónico sobran las librerías y perderemos el placer de entrar a estos establecimientos a husmear, porque de seguir así, solo quedarán abiertas las que se dediquen al coleccionismo. Pero puede que también sobren las editoriales y las distribuidoras. Valga un ejemplo, el caso del compañero Armando Rodera. Harto de que las editoriales y agencias le rechazaran sus novelas, decidió publicárselas en formato electrónico y colgarlas en Amazon al simbólico precio de un euro. Las cosas no le están yendo mal, lo que demuestra que sus historias no eran malas, al contrario, pues me consta que alguna editorial ya le ha preguntado por sus novelas. Otro ejemplo es el de Luis Maluenda, con millares de seguidores, que ha publicado su última novela solo en formato electrónico.

Decía al principio que estamos en un tiempo de transición. Insisto en que a los románticos les costará dar el paso. Pero los tiempos cambian. Al principio de los tiempos se escribía en piel y en papiro. Después pasamos al papel y a la pluma. Hasta que llegó Gutemberg con su imprenta y lo revolucionó todo. Pienso que el libro clásico nunca desaparecerá y que convivirá con los nuevos tiempos. Pero de que el libro electrónico se impondrá, no tengo ninguna duda. No olvidemos, que las nuevas generaciones nacen con la consola y el ordenador bajo el brazo y el lector de libros electrónicos les parecerá lo más normal del mundo. Y no olvidemos el potencial de Internet. Un autor local, con su libro de papel, tiene un mercado limitado. Sin embargo, al poder descargarse su libro desde un portal, automáticamente tiene acceso al mercado de todos los países de habla hispana, ventaja nada desdeñable, puesto que un escritor lo que quiere es que le lean. Además, en tiempos de crisis, el lector buscará lo más barato, que no tiene que ser necesariamente lo más perjudicial para el autor, ya que se ahorrarán los costes de los libreros, las distribuidoras y los de edición.

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