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martes, 10 de abril de 2012

Nuestra Señora de la Luna, de José Luis Correa, por Paco Gómez Escribano

Cierto día, mi amiga, la profesora y poetisa Raquel Zarazaga, me avisa de que José Luis Correa presenta en Madrid su novela “Nuestra señora de la Luna”, publicada por la editorial Alba. Como me fío del criterio de esta bilbaína afincada en Cádiz, apunto la fecha de esta presentación y me paso por el Espacio Canarias a conocer a este autor y su obra, cancelando otros compromisos. Al llegar allí, me entero de que este profesor canario se dedica desde hace tiempo al género negro y que esta es la quinta entrega de su detective Ricardo Blanco, cuyo ámbito de actuación es la isla de Las Palmas.

La presentación se la hizo el periodista, también canario, Juan Cruz. En la misma hubo bastante gente, que escuchó al autor describir, entre otras cosas, su forma de escribir, su manera de encarar una novela. Ciertamente, el escritor sabía de lo que hablaba cuando nos explicó sus sensaciones al escribir, definiéndose como un escritor de brújula, es decir, que sabe el final de sus novelas pero no la forma de llegar hasta él, dirigiéndose hasta el desenlace de forma intuitiva, sobre la marcha.

Me marché de allí con buenas sensaciones, con mi novela firmada y con una botella de vino canario Humbolt, que de todo se puede adquirir en el Espacio Canarias. La novela pasó a engrosar la lista de espera de mis lecturas, pero me llamaba desde el anaquel de la estantería en la que estaba alojada, así que me metí en la historia en cuanto pude.

La novela comienza con la aparición de un hombre en una carretera semidesnudo y ensangrentado, caminando en estado catatónico. Continúa con la desaparición repentina de un periodista. Estos hechos, aparentemente inconexos, conducirán al inspector Álvarez y al detective Ricardo Blanco, contratado por la madre del periodista, a trabajar juntos para desentrañar una trama de venta de obras de Arte “descuidadas” por elementos del clero.

El libro se lee del tirón, ya que José Luis tiene un estilo ágil y sencillo que provoca constantemente la curiosidad del lector. Va alternando capítulos en que nos muestra, por un lado, la investigación del detective Ricardo Blanco, narrando los hechos en primera persona en boca del propio detective; y por otro, emplea la técnica del narrador omnisciente para contarnos las investigaciones del inspector Álvarez. Esta combinación de las dos formas narrativas enriquece sustancialmente la obra, ya que por un lado, ofrece al lector las vivencias del detective en primera persona, acercándonos a su universo interior lleno de cinismo al más puro estilo Chandler, pero con la originalidad de hacer convivir al lector con un Marlowe canario. Sin duda la primera persona es la mejor forma de transmitir los sentimientos y el estado de ánimo del protagonista narrador, aunque bien es cierto que no aporta más información que la que existe alrededor del que narra. José Luis soluciona esta carencia ofreciéndonos capítulos narrados con la técnica del narrador omnisciente en los que nos ofrece más datos de la investigación en la persona del inspector Álvarez y sus ayudantes, que se convierte de esta forma en coprotagonista junto a Ricardo Blanco, y buena pareja que hacen ambos.

El mezclar estos dos estilos de narración se aleja de los férreos esquemas que utilizan una técnica u otra, preponderantes hasta ahora, y rompe definitivamente clichés establecidos que muy pocos autores se atreven a romper. En “Nuestra señora de la luna” el resultado es espectacular.

He de agradecer a mi amiga Raquel, por tanto, el haber descubierto a un autor veterano, aunque bastante desconocido, y el placer de haber situado a Canarias como escenario de una novela negra. Así que, a partir de ahora, estaré atento a lo que hace José Luis Correa. Y con tiempo, a ver si puedo ir leyendo sus anteriores novelas.

José Luis Correa (Las Palmas, 1962) es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Tras una breve etapa como autor de relatos cortos, en la que obtiene algunos premios como el Julio Cortázar (La Laguna, 1998) o el Campus (Las Palmas de G.C., 1999) se ha instalado definitivamente en la novela con títulos como Me mataron tan mal (Premio Benito Pérez Armas, 2000) y Échale un ojo a Carla (Premio Vargas Llosa, 2002). Con Quince días de noviembre (Alba, 2003) inicia la serie que tiene como protagonista a Ricardo Blanco, que continuará en Muerte en abril (Alba, 2004), Muerte de un violinista (Alba, 2006) y Un rastro de sirena (Alba, 2010).

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