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martes, 15 de febrero de 2011

“La detective miope”, de Rosa Ribas, por Paco Gómez

Con muy poco margen de tiempo, la escritora Rosa Ribas ha publicado dos novelas, buena noticia tanto para ella como para sus lectores, entre los que me cuento. Me refiero a “La detective miope” y a “En caída libre”, que tuve el placer de presentar no hace muchos días en Madrid, ambas editadas por la editorial Viceversa. La primera se publica en 2010 y la segunda, tercera de la saga Weber-Tejedor, todavía está fresquísima en los anaqueles de las librerías, ya que ha visto la luz el 28 de enero del año en curso.

Aprovechando la presentación de “En caída libre” en Estudio en Escarlata, aproveché para hacerme con un ejemplar de “La detective miope”. Qué mejor ocasión, aprovechando que tenía a mi lado a la autora que me hizo una dedicatoria entrañable.

En la portada predomina el azul celeste en degradación con los típicos círculos concéntricos de las lentes para la miopía y una montura de gafas negra. En el centro, un padre con una niña a hombros que me temo son el marido y la hija de la figura en la sombra que aparece al fondo y que representa, quiero entender, a Irene Ricart, la protagonista de la novela. La portada tiene su punto.

Lo primero que me llamó la atención al empezar la novela es que Rosa narra en primera persona por boca de la protagonista. No es que la obra novelística de la escritora sea muy vasta, que lo será, pero hasta ahora las novelas de la saga Weber-Tejedor estaban narradas con la técnica del narrador omnisciente. No obstante, y a pesar de la técnica empleada, parecen novelas narradas en primera persona, pues en cada capítulo se nos muestra la perspectiva de la comisaria hispano-alemana, lo que da a entender que Rosa no es nueva en narrar desde la perspectiva del protagonista. La narración en primera persona añade en la voz de la detective Irene Ricart un punto más intimista que nos conecta directamente con sus sentimientos.

En la portada aparece el siguiente subtítulo: “¿Sabes que entre tú y cualquier persona en el mundo hay como mucho seis grados de separación?”. Mi devoción por Rosa, este subtítulo y que, en una carta de ella a los lectores que anda por la web de Viceversa, Rosa dice que es la novela con la que mejor se lo ha pasado al escribirla, fueron demasiados detonantes para espolear mi curiosidad, que he de decir, se ha satisfecho con creces.

El caso es que el libro empieza con Irene internada en un Psiquiátrico por causa de un hecho traumático: alguien disparó contra su marido, policía de profesión, y contra su hija pequeña, dejando a la detective sola en la vida. Una tarde, sentada en un banco que inicia un círculo en la trama, lee el contenido del subtítulo mencionado anteriormente y decide curarse, o mejor dicho, decide fingir que se cura y los médicos tragan. Necesita salir del hospital para atrapar al asesino. Lo extravagante es que Irene empieza a trabajar en la Agencia de detectives Maríncon la idea de los seis grados de separación, mentalizada de que la resolución de seis casos le llevará hasta el homicida de su familia.

Alguien dirá que es un argumento traído por los pelos, pero hay que tener en cuenta que la detective protagonista acaba de salir del Psiquiátrico.

Nos encontramos por tanto ante una novela detectivesca que cabalga de caso en caso por un plano totalmente surrealista, en el transcurso del cual, van brotando personajes secundarios y subtramas casi hilarantes: una actriz de porno alopécica, un director de banco con una extraña enfermedad que le deforma el rostro mientras él cree que su padre fue negro, una granja de arañas, un ojo de cristal que busca su dueño, la princesa Lil’Uokalani de Hawai..., etc. Casos que describen situaciones tragicómicas pero que se van entrelazando en la mente de Irene hasta llegar a su objetivo, con un desenlace totalmente redondo y magistral por parte de la autora.

La novela no sobrepasa las 180 páginas y, entre esto y que se lee del tirón, a uno se le queda la sensación de haber leído una perla literaria demasiado efímera, pero de haber disfrutado de un rosario de situaciones soberbiamente enfocadas hacia el cierre de un círculo.

Enhorabuena, escritora.

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