Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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viernes, 11 de febrero de 2011

“A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de Raquel Zarazaga por Virtudes Reza



Ha llegado a mí “A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de CVA. Me ha llegado hasta aquí, el sur más al sur, la Bahía de Algeciras, cerca de la Bahía de Cádiz, donde su autora Raquel Zarazaga percibe aromas cercanos al punto cardinal de la madurez. En este poemario con aromas a salitre nos da pistas de cómo sanar el alma y cómo sanar el cuerpo y de cómo cabalgar por los picos más altos de la vida sin hacer planes y sobre todo sin caer estrepitosamente.
La sal escuece pero también es un bálsamo y para Raquel esta ambivalencia le confiere la versatilidad necesaria para investigar al ser humano desde su propia experiencia.
«Hay quien dice que la vida/”es una tarde con olor a sal”». Versos que denotan que la vida está llena de heridas y cicatrices. La vida es un tránsito como la brisa cerca de la costa, llena de tiempo y de puntos de inflexión: «Solo quiero existir/ y ayer ni eso».
«¿Qué queda de quien llevaba mi nombre?»
da muestra de la evolución y de la tentación de todo ser humano de volver la vista atrás. A veces es doloroso mirar la vida que tuvimos en el ayer, a veces la visión nos redime si la evolución es positiva, de ahí que el olor a mar, el olor a salitre vivido, nos marca con surcos en la piel y en el corazón.
Unos versos sublimes: «Leo en las nubes/la canción de las lágrimas». Una mujer indefensa ante el dolor, intentando remontar el vuelo ante la impotencia. Solo queda llorar hasta vaciar el mar de infortunio interior, esperar que la tempestad amaine, que el sol salga y seque las velas mojadas. Alas rotas para volar, alas rotas para continuar con el presente, alas rotas en el recuerdo que es traído por el viento una y otra vez.
«Es entonces cuando las alas/las que te izan y sustentan/aparecen rotas, yacentes» Raquel se sumerge a lo largo de su poética para intentar descubrir la condición humana a través de los puntos de fuga donde el ser humano deja escrito sus bondades y sus miserias. «Somos tal como somos./Mitad magia, mitad desorden» A veces vivir es sobrevivir. A veces vivir es contemplar las manecillas del reloj y navegar por los segundos de sus horas, un viaje iniciático hacia la nada como futuro. Un viaje basado en la inercia de la existencia como rutina. «La vida como inercia»
Superar los acontecimientos o que estos te superen. La vida como un tránsito tortuoso en el aprender a ser libre. La vida como camino de crecimiento, como puerta que cierra esa habitación oscura para pasar a esa estancia sonde el sol abraza con sus rayos. «Parece ser que algunos nacen/con la noche puesta» del poema Suspiro y «El aire que te toca sabe/el nombre de tu sed» en Umbral, dan buena cuenta de ello.
El olvido definitivo o temporal es la señal del proceso de cicatrización. Aprender a olvidar es el proceso que todos necesitamos para poder seguir viviendo. El olvido forma parte de la vida y forma parte de la muerte. Es un factor determinante en el proceso de transición hacía la búsqueda de la libertad, llamada por algunos felicidad, y de la búsqueda de la luz. Olvidar definitivamente o al menos temporalmente es el pilar del perdón. Olvidar es perdonar y perdonarse uno mismo. «La vista absuelve/ a quien te mira en el espejo». No es fácil ese tránsito y en ese viaje aparentemente de ida a veces hay vestigios de viajes de vuelta. El retorno siempre acecha como una rapaz hambrienta. «En el basural de la angustia/te vuelves espectro de ti.»
Raquel cierra este recorrido hacia la sanación con un mensaje de esperanza. En extrañas ínsulas, perfila esos islotes donde aferrarse. Esos suspiros que casi sin buscar aparecen como brisa que calma. «Si el viento sopla y nace la brisa, si se cuela bajo la puerta o arrasa en los tornados, hay que agarrarse al aire y sentir la certeza de su tacto y dejarlo ulular».
Raquel desnuda su alma más íntima y nos desvela en este poemario el sentimiento de una mujer herida, sensible, buscadora de la libertad, una mujer transparente que a pesar de las cicatrices, lucha por seguir adelante entre las mareas siempre acechantes.
“A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal”, de Raquel Zarazaga, es la promesa de esperanza, es ese aroma que nos recuerda que vivir no es fácil, pero sobrevivir es una deuda que nos debemos a nosotros mismos.









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