Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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lunes, 24 de mayo de 2010

¿Tenemos lo que nos merecemos? Por Paco Gómez

El pasado sábado paseaba yo por un parque con una novela bajo el brazo. Daba gusto caminar disfrutando de la sombra de los árboles, de los aromas primaverales y de los trinos de los pájaros. Elegí un banco a la sombra, me encendí un cigarrillo y me puse a leer, dispuesto a ser un detective del siglo XIX en ese Madrid añorado, aunque no vivido. Porque una de las cosas que tiene la Literatura es eso, vivir experiencias que, de otro modo, jamás se experimentarían.

Cuando estaba yo más metido en la historia, vi aproximarse por la derecha a tres viejecitas encantadoras. Sin embargo, se me encendieron todas las alarmas, debe ser el sexto sentido. “Te vamos a molestar, hijo” me dijo una de ellas. No se imaginaba ella cuánto. Tomaron asiento a mi lado de forma estrepitosa. Empezaron a parlotear, subiendo cada vez más la voz, porque ni entre ellas respetaban turnos de palabra ni nada parecido. Una de las “entrañables ancianitas” sacó del bolso la revista “Hola”. Y a partir de ahí se dedicaron a comentar a voces la vida y obras de personajes famosos y de otros no tanto. A partir de ahí me fue imposible volver a concentrarme en la lectura. A las señoras parece que les iba la vida en dilucidar si quien tenía razón era el viejales que se había casado con una mujer que podía ser su hija o era la chica la que tenía derecho a exigirle no sé cuántos millones. Me levanté educadamente y me marché con viento fresco.

En este mismo momento que escribo esto, en mi cerebro resuenan las frases soeces de mujeres que vociferan desde la televisión de la cafetería, cuyo único mérito consiste en gritar y en decir que no les sale de, digamos su órgano sexual, hacer tal o cual cosa. Al mismo tiempo, en otro monitor, hay una turba que se pasan a un bebé de unos a otros, por el aire, con el único objetivo de que el infante roce el manto de la Virgen del Rocío, que horas antes han sacado unos señores enfervorecidos saltando una reja.

De verdad, a veces me gustaría vivir solo en una isla.

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