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lunes, 14 de junio de 2010

Por qué no he hecho huelga, de Paco Gómez

Me parece que son varios los señores columnistas que, a la vez actúan como tertulianos televisivos y radiofónicos, se han columpiado con respecto a la huelga y a los funcionarios. Lo que más me maravilla es que hablan impunemente amparados en la libertad de prensa de cosas que ignoran o bien no ven tan altos como están en sus poltronas mediáticas. Lo digo porque gran parte de ellos, han hablado de la huelga como concepto obsoleto, obviando que es un derecho constitucional. Y han arremetido contra los funcionarios con odio y desprecio. Que se atrevan a decir ellos lo que ganan entre columnas, tertulias, libros y demás. No se atreven, ¿verdad?

La bajada del 5% sólo ha sido la gota que ha colmado el vaso. Lo que nadie dice es que llevamos años en los que nos han ido subiendo el 1,5% y el 2%. O sea, que yo tenía más poder adquisitivo en comparación hace 20 años cuando trabajaba de oficial de primera en una fábrica. Motivos para la huelga hay y de sobra, pero no una huelga como la planteada por los dos líderes de los sindicatos verticales. Me explico.

Soy funcionario, profesor para más señas. La profesión, desde cuando yo entré en esto a ahora, no se parece en nada. Los sucesivos gobiernos con sus logses, lodes y demás paridas psicopedagógicas, no han hecho nada más que deteriorar una profesión que antaño era bonita y que hoy es poco más o menos que un infierno. Y han condenado a generaciones y generaciones a la más absoluta ignorancia. Así que, fíjense si no tengo yo razones para hacer una huelga, aparte de la precariedad de mi sueldo. Pero no una huelga de un día que no vale para nada, sólo para que al día siguiente los dos líderes de nuestros sindicatos mayoritarios y vendidos salgan en la tele.

Una huelga se hace bien o no se hace. En nuestro colectivo está claro que deberíamos ganar más. Pero deberíamos reivindicar también unos planes de estudios coherentes, no como los de ahora. Y que en las aulas mandáramos los profesores, que somos los profesionales. Y que nos dotaran de las herramientas pertinentes para dar clase, empezando por el respeto de los alumnos, que nos han ido quitando progresivamente. Partiendo de estas reivindicaciones que cualquiera con dos dedos de frente plantearía, se podría ir a la huelga, pero no de un día, sino del tiempo que hiciera falta hasta que se atendieran nuestras peticiones. Y ya está bien de monsergas y mojigaterías. Ah, y una cosa, ¿sería mucho pedir que los sindicatos vivieran de las cuotas de sus afiliados? Porque a mí no me convencen nada las subvenciones estatales.

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