Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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domingo, 23 de octubre de 2011

Fin de semana mágico en Barcelona, por Paco Gómez


Llegué a Barcelona en AVE a las 17.30 horas. Mi amiga, la escritora y periodista Cristina Fallarás, me esperaba en el hotel. Tras los saludos de rigor me llevó a tomar una caña al hotel Rívoli y me presentó al camarero, un hombre de color con voz de Louis Armstrong con un pasado relacionado con los mejores cócteles que se sirvieron en el Ritz.

Atravesando las Ramblas, llegamos a El Corte Inglés de Portal de l’Angel. Había en la puerta un cartel en grande anunciando la presentación de “El círculo alquímico”, del escritor Paco Gómez Escribano, o sea, del que escribe estas mismas líneas. Me fotografié junto a él para llevarme el recuerdo. Ya en la sexta planta, nos dirigimos hacia el salón de actos de Ámbito Cultural, en donde había un cartel idéntico al anterior. Tras saludar a mi hermano y a algunos amigos conocidos a través de Facebook me subí al estrado. Abrió el acto Nuria Asprerilla, en representación de la agencia Mediática, que es quien organizó el acto. Y bien preparado que lo llevaba, ya que quedé gratamente sorprendido de cómo sabía los datos de mi biografía.

Tomó la palabra después Cristina Fallarás, que desmenuzó mi novela y la puso por las nubes, insistiendo en la amenidad de la trama y en la caracterización de los personajes. A esas alturas yo ya estaba inflado como un pavo y pensaba que después de la intervención de estas dos estupendas mujeres, no tenía mucho yo que decir. Me equivocaba. Porque Cristina, además de periodista, escritora y muchas cosas más, es una estupenda comunicadora.

Consiguió interesar al público tanto, que entre sus preguntas se intercalaron otras expresadas por la gente que allí se había reunido, haciendo que el acto fuera ameno. Al término del mismo, volvimos al Rívoli. Ella, el escritor Pedro de Paz, que se había pasado porque circunstancialmente él presentaba su novela al día siguiente en “Negra y criminal”, mi hermano y mi cuñada, y todos los amigos que decidieron acompañarnos.

Posteriormente, un grupo ya más reducido, cenamos en la Taberneta. Una velada que, aparte de charla literaria, no estuvo exenta de buenas viandas y un magnífico vino del Penedés. Más tarde hubo copas por las Ramblas.

A la mañana siguiente me levanté aún con el buen gusto del recuerdo entrañable de la presentación. Desayuné, pagué la cuenta del hotel, y me dirigí en taxi a la calle de la Sal, que acoge el domicilio de la emblemática librería “Negra y criminal”. Los libreros me trataron bien. Me regalaron la típica camiseta negra de la librería y me hicieron la sesión de fotos. Me encontré con Alejandra Guerra, ávida lectora, y con Pedro de Paz. Nos tomamos una caña en la terraza del mercado. Ella se fue luego a dar una vuelta y Pedro y yo nos dirigimos a la librería. La imagen que nos encontramos al llegar nos sobrecogió un tanto, ya que una gaviota picoteaba el cuerpo mutilado de una paloma en la misma puerta de la librería. Inevitable pensar en “Los pájaros”, de Alfred Hitchcock en un marco tan criminal.

Poco a poco la librería se fue llenando de lectores y escritores, como la propia Cristina Fallarás, el mismísimo Andreu Martín, y Empar Fernández, que fue la que ejerció de madrina en la presentación de “La senda trazada”, de Pedro. La librería estaba llena y Pedro firmó de lo lindo. Al término del acto se sirvieron los típicos mejillones al vapor y el vino. Me despedí de Paco Camarasa y de Montse no sin antes encargar la nueva de Petros Markaris, que pasará a firmar esta semana. Me encanta este autor que en el trasfondo de su nueva obra sitúa la crisis griega como escenario de las andanzas del teniente Kostas Jaritos.

Estuvimos comiendo en un restaurante en que nos sirvieron unas tapas estupendas. Mención especial para las alcachofas con foie y el vino blanco espumoso. Hasta la hora de irnos a la estación, nos sentamos en una terraza en compañía de unos chupitos de hierbas para dar paso, finalmente a las despedidas. Pedro y yo volvimos en el mismo AVE e hicimos más de una incursión en la cafetería.

La experiencia ha sido de lo más enriquecedora, en una ciudad que tiene magia y que espero volver a visitar muy pronto.

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