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viernes, 2 de julio de 2010

Yo lloré con terminator 2, de Carlos Salem, por Paco Gómez

Yo lloré con Terminator 2” es el título del relato que abre el último libro de cuentos de Carlos Salem publicados por la editorial Escalera. A la vez, es el título del propio libro. Siendo Carlos talentoso para los títulos, me consta, esta vez fueOlaia Pazos quien se lo regaló, como él mismo los ha regalado otras veces a otros compañeros en su condición de escritor dadivoso. El libro no empieza con un prólogo, como es lo habitual, sino con una serie de principios, siete concretamente, como los días de la semana, que vienen a definir el género en que Carlos enmarca esta serie de relatos: la cerveza-ficción. Esto viene a ser, más bien, otra cachondada de las de Carlos, una más, ya que él mismo admite que no pretende crear un nuevo género y abre el mismo para otros escritores que se quisieran incorporar. No obstante, los principios son curiosos:

1.- No hay principios. Ni siquiera hay finales.

2.- No es necesario ingerir bebidas espirituosas para escribirla. Pero ayuda cantidad.

3.- Aunque no todo acabe en un bar, debe comenzar en un bar o refereirse a un bar aunque sea en el recuerdo.

4.- Todo está inventado, pero nadie ha leído todos los libros que existen.

5.- La Literatura es una exageración.

6.- El género no importa.

7.- La posteridad no existe.

Como se puede observar, de estos siete principios escritos, seguramente, en una servilleta de Casa Tirso en Lavapiés en un estado alterado de consciencia, no se pueden extraer las pautas técnicas necesarias para escribir un relato de cerveza-ficción, salvo la referencia a los bares, que es lo que queda más claro. Una vez leído el libro, quizá el lector pueda extraer sus consecuencias, pero que no se haga ilusiones, Salem es Salem y hasta para imitarle, se necesita una buena dosis de talento.

El libro no está compuesto por una serie de relatos aislados y sí, los bares son importantes. Carlos concibe el bar como lo que es, un lugar extraordinario en el que se juntan personas que, de otra forma, nunca lo harían. Un espacio de encuentros en donde la gente se relaciona ayudados en gran parte por la desinhibición que produce el bourbon y la cerveza Mahou, siempre Mahou. Una atmósfera no recreable en laboratorio que propicia poemas y relatos llenos de ternura.

El personaje principal de los relatos que componen “Yo lloré con Terminator 2” se nos presenta ya en las primeras páginas. Es el Poe, diminutivo de poeta, pero grande como lo demuestra su sombra que planea por todo el libro. El Poe, ex periodista, ex escritor y ex todo, que no para de repetir que “está harto de majaras” pero que tiene imán para atraerlos porque, en definitiva, él es el mayor majara. Por eso los entiende y por eso se arriman a él. Pero, en el fondo, es un majara muy cuerdo, con mucho talento, tanto, que el Perro y el Gato, dos policías muy chungos, acuden a la oficina del Poe, un bar, como no podía ser de otra forma, a contarle los casos que no pueden resolver para que él se los resuelva. Y lo hace aplicando la lógica deductiva holmesiana, dejando pasmados en cada caso a los de la Pasma, siempre ante la atenta mirada de Lola, la dueña del garito.

Los relatos que nos cuentan las peripecias del Poe se van sucediendo pero se ven cortados por otros relatos que actúan como cuñas, como “separapáginas”. En ellos, Carlos Salem nos presenta a otros dos extravagantes parroquianos del bar de Lola, el Tony, según él un artista, pero que en realidad vive de las mujeres a las que chulea, y el Ray, una especie de machaca, que juegan al gato y al ratón librando una batalla que al final gana el débil, el ratón, o sea el Ray, ayudado en la resolución por otro de los secundarios que es el nexo de unión con los relatos que protagoniza el Poe,el Loco.

Por tanto, los verdaderos “separadores” o “cuñas” no son los relatos del Tony y del Ray, sino otros como “Déjate las gafas” (único relato en el que no sale un bar), en donde Carlos nos propone un juego con evidente y deliciosa carga pornográfica; “El petiso milonguero” en donde en el colmo de la hilaridad el autor nos propone un sugerente encuentro entre Carlos Gardel (no es la primera vez que Carlos resucita al más grande) y Hitler en el París de 1928; y Toditos los feos” en donde se nos sugiere un soliloquio de un hombre que cree estar atrapado por el espejo.

Carlos Salem acostumbra a meter personajes de algunas de sus novelas en otras. Y en el relato titulado “Una bola de cristal de las buenas”, al Gato y al Perro, en una de sus visitas al bar de Lola en busca del Poe, les acompaña el inspector Arregi. Sabemos por las novelas de Carlos que el inspector acaba abandonando el Cuerpo para montar su agencia de detectives. Por tanto éste es un Arregi temprano cuyo encuentro con el Poe es magistral, ya que entre ellos, después de estudiarse minuciosamente ante dos bourbons, se establece una corriente de empatía. Ellos no lo saben, pero en el fondo son iguales. Su sagacidad y su personalidad me hacen suponer que el Poe no ha muerto con “Yo lloré con Terminator 2” y que Carlos nos lo volverá a mostrar en el futuro, seguramente en una novela y como protagonista.

Nada hay que decir a estas alturas sobre la narrativa de Carlos Salem. En este caso, el escritor baja al inframundo, nos muestra los personajes que lo habitan y tiene la habilidad de presentárnoslos de forma que no nos queda más remedio que admirarlos. Porque les dota de una ternura y de una personalidad que destilan Poesía, la Poesía de la marginalidad dotada de trazos surrealistas y humorísticos. Los personajes, lejos de dar pena, despiertan admiración, y eso es mérito de este pedazo de escritor.

Como no podía ser de otra manera, me dejé los dos últimos relatos, memorables y que constituyen en sí el espectacular desenlace del libro, para leerlos después de tomar unas cervezas. Y como dice el propio Carlos, el amor a la Mahou no es estrictamente necesario para afrontar la lectura del libro, pero ayuda. Me tomé la última en la bodega del Suso, en mi barrio. Estuve charlando con el Ricky, un personaje que parece que se ha escapado de un relato de Salem, ex yonki y ex todo, hasta ex escritor, que me dijo una frase que puso el colofón a la lectura del libro. Me miró muy serio y me soltó: “Yo soy un poeta, pero también soy un hijo de puta”. Me lo dijo tras una mueca graciosa pero con mirada de acero. Le di a leer un relato y se rió tanto que casi se atraganta. Me dijo que era muy bueno y se fue. Quiso hacerme creer que había leído el relato entero, pero yo sabía que no había sido así. El Ricky no tiene concentración para leer tantos párrafos. Pero como uno de los personajes de los relatos de Carlos Salem, también resulta entrañable y lleno de ternura.

Carlos Salem: (Buenos Aires, 1959), autor hispanoargentino, ha dirigido diarios como El Faro de Ceuta y El Telegrama o El Faro de Melilla, y colabora con distintos medios de comunicación. Ha publicado los poemarios Te he pedido amablemente que te mueras (1986), Foto borrosa con mochila (2005) y Poemas al otro lado de la barra (2007). Su primera novela, Camino de ida (Salto de Página, 2007, y traducida al francés como Aller simple), fue galardonada con el Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela policíaca. En 2008 publicó su segunda novela, Matar y guardar la ropa (Salto de Página, 2008) y en 2009 publica la tercera, Pero sigo siendo el rey (2009 Salto de Página). Desde 2006 codirige el espacio literario Bukowski club de Madrid. Además ha publicado los libros de relatos Yo también puedo escribir una jodida historia de amor y Yo lloré con Terminator 2 (Relatos de cerveza-ficción). Es profesor en el Centro de Formación de Novelistas, con sede en Madrid y dicta talleres de narrativa creativa en Madrid y en Ginebra. Es autor de los poemarios Te he pedido amablemente que te mueras (1986), Foto borrosa con mochila (2005) y Poemas al otro lado de la barra (2007). Recientemente ha publicado otros dos poemarios: Si Dios me pide un Bloody Mary y Orgías de andar por casa.

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