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jueves, 12 de agosto de 2010

Viajar por carretera, de Paco Gómez

Lejos quedaron los tiempos en que el personal fardaba de tardar poquísimo en realizar tal o cual trayecto en coche. Ayer me monté en mi Clío en Algeciras a la 13.30 horas y estaba aparcando en mi barrio de Madrid a las 23.30 horas. Diez horas de viaje con atasco incluido pasado Sevilla. No es normal. De hecho, tanto tiempo en la carretera, lejos de ahuyentar el riesgo de accidente lo incrementa. Tardar tanto tiempo es el resultado de respetar todas las señales de tráfico, la mayoría absurdas y caprichosas. Viajar en coche con las nuevas normas se ha convertido en una pesadilla.

No obstante, respeto todas las señales, y aún así, en Diciembre me pusieron una multa en Ciudad Real. Lo de esta provincia en la A-4, lejos de protagonizar el afán recaudatorio de la Administración, es la reencarnación del impuesto revolucionario. Salí con la máxima cautela de Despeñaperros. Enseguida vislumbré las conocidas y amarillas señales de obras. Discos de 80 y 60 por todas partes, pero luego se olvidan poner la señal de fin de obras. Después, cartel de 120, y a los cien metros, otra vez obras. En realidad no hay obras en la carretera, se puede circular perfectamente. Si acaso se ve algún pivote de plástico por el arcén, pero el caso es ralentizar el viaje, lleno, por otra parte, de discos de 100 por donde se podría circular sin peligro a 140. Y “se olvidan” premeditadamente, ayer lo comprobé, de poner el fin de 100.

El tedio de circular a cien por hora como máximo, cuando no a 80 y a 60, por la provincia de Ciudad Real en la A-4, en plena canícula estival, hizo que respirara hondo cuando, por fin, aparqué en el barrio, con la idea de no coger más el coche hasta que la necesidad lo requiera. Desconozco a los responsables de esto del tráfico en Ciudad Real y no tengo ni ganas ni tiempo de averiguarlo, pero compadezco a los que tengan que pasar por allí a diario. Qué alivio al llegar a la provincia de Toledo.

Esta es la España plural y con talante de Zapatero, el país de las prohibiciones, en donde multan al ciudadano por circular o por fumar, por poner rótulos en castellano en Cataluña...; el país en donde uno puede acabar en la cárcel por tomar unas copas en la cena o dormir en el calabozo porque una mujer te acuse de maltratarla. ¿Prohibir es de izquierdas? Me da que sí, dado el afán prohibitorio zapateril.

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