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lunes, 16 de noviembre de 2009

Encuentro en la Besteiro, de Paco Gómez


La Escuela Julián Besteiro, dependiente del sindicato UGT, es algo más que una escuela. Sí, dan cursos para trabajadores y desempleados, pero sobre todo se distingue por su implicación en la organización de eventos. Actos en forma de seminarios, conferencias o cursos que tienen que ver con la memoria histórica o con temas de actualidad política. Pero también con la Cultura, pues hacen ciclos dedicados a poetas, cineastas y a artistas plásticos entre otros representantes de diversas disciplinas artísticas. No obstante, este año están echando el resto organizando diversos eventos relacionados con la Novela Negra. Y, por lo que se ve, según me comentaba esta misma tarde el director de la escuela, van a seguir en la misma línea el año entrante en el que piensan organizar unos talleres dedicados al género.

Pues bien, hoy tocaba una interesantísima conferencia titulada “Límites y contaminación entre la realidad y la ficción. ¿Periodista de día y novelista de noche?”, con tres primeros espadas que son o han sido periodistas y además novelistas de género negro: Juan Madrid, Rafael Reig y Carlos Quílez. La presentación y moderación ha corrido a cargo del, una vez más sensacional, Paco Camarasa, dueño de Negra y Criminal de Barcelona que ya nos sorprendió en septiembre en la Besteiro impartiendo el curso” De Edgar Allan Poe a Stieg Larsson. Historia de la novela negrocriminal”, en el que los aficionados nos pudimos deleitar con sus exposiciones.

Hablaron por este orden, Juan Madrid, Rafael Reig y Carlos Quílez, exponiendo sus particulares puntos de vista sobre el oficio de periodista. Y los tres coincidieron en manifestar las dificultades de los profesionales libres en los medios de comunicación, controlados cada vez más por intereses políticos y empresariales, cada vez más siniestramente fusionados. Luego vino el turno de preguntas y yo expuse que, lógicamente, no todos los novelistas son periodistas, pero que cada vez son más los que cambian el oficio de la columna, la crónica o el reportaje por la novela. Ante mi pregunta de que si la novela era el último territorio de la libertad de expresión del periodista la respuesta fue contundente: “sí”. Después silencio. “Es que no te podemos decir más –decía Carlos Quílez-, es que lo has clavao”.

Tras la ronda de preguntas, Juan me miró y me dijo de echar un cigarro fuera, que ya llevábamos allí hora y media. Así que salimos con Rafael Reig a ejercitar el vicio, segregados en una esquina del patio exterior. Lo que allí hablamos empezó por mi pregunta a Rafael Reig respecto a por qué había dejado de escribir su columna diaria en un diario de tirada nacional de cuyo nombre no quiero acordarme. A partir de ahí se generó una amena conversación que duró por lo menos una hora y tres o cuatro cigarrillos y que me reservo por confidencial. Tan entretenida estuvo la charla que me perdí el corto programado para después de la conferencia, pero se da por bueno. Cuando volvimos a entrar todo el mundo estaba en el catering cortesía de la escuela y yo subí al salón de actos porque me había dejado allí mis cosas. Me despedí de Juan que, amablemente, siempre me pregunta que cómo me va con la publicación de mi primera novela y cuando llego al salón de actos y veo mi ejemplar recién adquirido de sus “Cuentos completos” que llevaba para que me lo firmara me di cuenta de que tendría que ser en otra ocasión. Así que salí a la calle y subiendo la calle Azcona me lo vuelvo a encontrar en camarilla con Reig, Camarasa y el director de la Besteiro. Tuve la suerte de subir charlando de nuevo con Juan hasta Francisco Silvela y volverme para casa con el libro dedicado y Juan, quizá porque siempre nos vemos esporádicamente, tuvo el detalle de escribirme su teléfono. “Si no te publican la novela me llamas, a ver qué se puede hacer” –me dijo-. Qué tío más majo.

Enhorabuena a los espadas, al profesor, moderador y librero y, por supuesto, a la Besteiro.

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