Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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sábado, 13 de junio de 2009

Contaminación acústica, de Paco Gómez

Cuando uno pasea o camina por la ciudad, no suele ser consciente de la cantidad de ruidos que le rodean, al menos yo no lo pienso. Pero esta mañana me apetecía relajarme, en plan tranquilo. Al levantarme me he hecho un café, he mirado el correo electrónico y he escrito unas pocas líneas de mi novela. Después, me he puesto ropa cómoda y me he bajado a la calle en compañía de “Ojos de agua”, una novela de Domingo Villar que no está nada, pero que nada mal, con la humilde pretensión de sentarme tranquilamente en alguna terracita y pasar el rato leyendo. Así que me he acomodado en la primera que he visto en la calle Ancha. Había que ver el bullicio de gente dando voces y de niños emitiendo berridos con la consiguiente ración de decibelios. Además hacía frío, la brisa no llegaba a ser del todo agradable. Total que, como no estaba cómodo, he pagado y me he marchado. He enfilado la calle hacia la Plaza Alta con la intención de sentarme en la terraza de Mercedes, como así he hecho. He abierto el libro y no me he podido concentrar lo más mínimo hasta que me he dado cuenta del motivo: unos notas en plena plaza tocando tambores al ritmo de salsa. Es un grupo que, últimamente veo por todas partes. Llevan camisetas con rótulos que anuncian “capoeira”, ya saben, ese estilo de lucha brasileña tan exótico. Y venga tambores, hay que ver la pasión que ponían. Así que ni he pedido. Me he levantando y he buscado la ausencia de ruidos como si fuera un yonki del silencio. He dirigido mis pasos por la calle Convento y me he sentado en la terraza del Ópera junto a un café con leche, un pitillo y mi novela. La verdad es que al final he podido leer pero acompañado de los gritos de los transeúntes. Y cada dos por tres..., en fin, no falla. Si oyen un “chunda, chunda” que se aproxima incrementando el volumen por momentos, automáticamente verán un beemeuve con las ventanillas bajadas y con un niñato al volante rapado y con pendientes que lleva la música a toda hostia, si es que a eso se le puede llamar música. Y luego el omnipresente vehículo de la contrata del ayuntamiento limpiando el pavimento, que feo es un rato, y de ruido hace que ni les cuento; conducido por una niña sin cascos de protección acústica. Los mismos iban colgados en el salpicadero, como de adorno. Y después los de Algesa, de la compañía del agua, montando un escándalo del carajo con un compresor.En definitiva, que me he cogido mi novela y me he ido aburrido. Otro sábado, si quiero leer a gusto, me buscaré otro escenario. Y eso que hablamos de Algeciras, que si fuera Madrid o Barcelona las cosas están bastante peor.

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