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martes, 16 de marzo de 2010

Presentación de "El asedio" en Madrid, de Paco Gómez

El pasado lunes 15 de marzo, el Teatro Español, enclavado en la madrileña Plaza de Santa Ana, fue el escenario escogido por Alfaguara para presentar “El asedio”, la última novela deD. Arturo Pérez-Reverte. Tuve la suerte de estar hace unos años en el Teatro Falla con mis alumnos en la presentación, ante cientos de jóvenes estudiantes de institutos de Secundaria de la provincia de Cádiz, de su novela “Cabo Trafalgar”. Disfruté tanto en aquella presentación que no dudé ni por un instante acudir el lunes al Teatro Español.

El acto estaba programado para las ocho de la tarde y la entrada era libre hasta completar aforo. Fui previsor y aparecí por la Plaza de Santa Ana a las seis y media. Ya había unas ochenta personas haciendo cola, así que me puse a la misma. Me aburren las colas, pero por lo menos el lunes disfrutamos en Madrid de sol y buena temperatura, algo insólito después del frío que ha hecho y de las constantes lluvias. Y para la espera, nada mejor que la lectura que, en este caso, como no podía ser de otra forma, era “El asedio”, cuyas 725 páginas me dejaron las muñecas un poco..., digamos cansadas.

Cuando abrieron las puertas la cola era inmensa. No sé si entrarían todos, pero el teatro estaba lleno, tanto el patio de butacas como los palcos.

Entre los asistentes al acto, cupo destacar entre otras la presencia de Javier Marías, amigo de Reverte y, como él, columnista, novelista y Académico de la Lengua, aunque había muchas más personalidades. El acto empezó con unas palabras de una señora que debía ser de la editorial, pues habló del autor y de su novela. A continuación, el actor Ginés García Millán leyó diversos pasajes de “El asedio”. Y al término de su intervención, entre aplausos del público salieron al escenario el periodista Juan Ramón Lucas, conductor del acto, y el propio Pérez-Reverte, ambos aplaudiendo al unísono con el público.

El evento fue una conversación entre el periodista y el autor. Éste empezó diciendo que la que se presentaba era quizá su novela más ambiciosa y en la que íbamos a reconocer a todas las anteriores. Una novela que transcurre durante el asedio francés a Cádiz en 1811, aunque el objetivo de la misma, no es narrar ese asedio, eso ya lo ha contado Galdós y muy bien, ha dicho en más de una ocasión D. Arturo. Ese asedio es el telón de fondo sobre el que transcurre la historia, compuesta por varias tramas, muchas subtramas y muchos personajes, media docena de principales y bastantes secundarios. Podríamos decir que hay una trama policíaca, otra de espionaje, una trama sentimental entre una mujer burguesa y un corsario, una trama de aventuras, una trama científica, bastantes desafíos en los que entran el ajedrez, la taxidermia, la balística y la artillería. En definitiva, quizá sea el libro más complejo de Pérez-Reverte; desde luego es el más voluminoso.

Hizo el autor una descripción para situar la novela en el periodo histórico correspondiente, un periodo protagonizado por una ciudad liberal, la Cádiz del siglo XIX que, debido a la Guerra de la Independencia, albergaba la sede de la Regencia y las Cortes. Liberal por abierta ya que en ella en aquel momento se hablaban todos los idiomas europeos. Y por el comercio con las colonias, que reportaba beneficios, que se traducían en prosperidad y bienestar. Decía Reverte que habría sido fantástico que Cádiz hubiera contagiado al resto de España. Pero que ocurrió al revés y España perdió la oportunidad de haberse desarrollado como país liberal, al igual que Francia o Inglaterra. Decía también el autor, que en este país siempre nos equivocamos a la hora de elegir a las víctimas. Y sacó a relucir la guillotina para afirmar que si se hubieran cortado las cabezas de Fernando VII y Carlos IV, las de unos cuantos aristócratas y las de unos cuantos clérigos, habríamos tenido ese país añorado por el autor, más parecido a las democracias europeas.

Habló Reverte también de la labor de documentación, la cual le ha acarreado mucho trabajo, aunque yo creo que no tanto debido a que él es ya todo un experto en Historia de España, sobre todo del período que transcurre entre los siglos XVII, XVIII y XIX. Maneja como nadie los términos de la marinería de la época. Quizá lo que más trabajo le haya dado, como el mismo dijo, haya sido el estudio de la taxidermia, oficio de uno de los principales personajes que además es espía, y la investigación para hablar de balística, así como el trabajo para documentarse en artillería.

Reverte plantea como desafío, según sus palabras, el que el lector llegue a identificarse totalmente con Rogelio Tizón, uno de sus personajes principales. Es un policía corrupto, oscuro, torturador y violador que, sin embargo, es el encargado de investigar los crímenes de las muchachas que aparecen muertas y salvajemente torturadas. Los lectores que había por allí y que ya han leído la novela daban fe de que el escritor lo consigue.

Juan Ramón Lucas interpeló al novelista al respecto de la consecución de hacer una novela tan compleja. Pérez-Reverte nos obsequió con una disertación en la que nos explicó lo que significa ser un escritor que escribe novela y que yo ya he oído en diversas ocasiones a otros escritores de éxito. Aseguró que si bien la escritura surge como consecuencia de la creación y del talento del escritor, ésta tiene mucho de oficio y de trucos del escritor para liar y enganchar al lector. Y que él, como consecuencia de llevar muchos años en esto, domina el oficio. Recalcó que el lenguaje es sólo una herramienta para narrar una historia y que se debe aplicar en cada contexto narrativo con la correspondiente habilidad.

Tras una hora de conversación entre el presentador y el escritor vinieron las firmas. Tardé casi cuarenta minutos en que me firmara mi ejemplar y cuando abandoné el teatro había todavía una cola que iba desde el escenario hasta la puerta de salida. No quiero terminar esta crónica sin resaltar la simpatía y la amabilidad del novelista, siempre con una sonrisa en su rostro. A cada lector que subía al escenario para la firma de su ejemplar le decía algo, le saludaba y se hacía una foto si así se lo requerían, cosa que se agradece, porque no sé a qué hora saldría de allí este hombre con la cola que había.

Después de lo de ayer, si no era yo ya lo suficientemente partidario de D. Arturo Pérez-Reverte, por sus novelas, sus artículos y su forma de ser, admiro todavía más a este hombre que además es académico de la Real Academia de la Lengua Española. Continuaré leyendo “El asedio”, pero ahora con mi ejemplar firmado. Y lo mejor que me ha podido pasar, tras llevar leídas ciento veinticinco páginas, es saber que me quedan todavía seiscientas, o lo que es lo mismo, muchas horas de placer y de disfrute de esta gran novela.

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