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miércoles, 10 de febrero de 2010

De cafés a bares

Antiguamente en este país existía la sana costumbre de sentarse alrededor de unas tazas de café y conversar, hablar de política, de literatura, de arte, de la vida, etc. De hecho, a finales del siglo XIX y principios del XX, existían en Madrid tantos cafés como ahora bares. La costumbre, dicen, empezó en Viena, y rápidamente proliferó por el sur de Europa que, con el buen clima, permitía que los establecimientos prolongaran su ambiente en las terrazas. Los suizos tenían también esta sana costumbre y mucha fama de buenos conversadores. Tal era su fama que la mayoría de las ciudades europeas tenían su “Café Suizo”. El primero en tenerlo en España fue la ciudad de Granada. Madrid también lo tuvo, situado en las inmediaciones del Casino, en la calle Alcalá, y allí departieron en famosas tertulias, sobre todo, los artistas plásticos de Academia de Bellas Artes de San Fernando. Hoy es una sede bancaria.

Entre los más antiguos se encuentra el Café de Sólito, citado por Fígaro en sus artículos costumbristas y por Zorrilla en “Recuerdos del tiempo viejo”. Y no podemos olvidar algunos de los establecimientos, que fueron estandartes, mentideros nacionales y cuna de tertulias de literatos y de todo tipo de gentes interesadas en la Cultura, como por ejemplo El Colonial, El Café Lyon, Fornos, el Café de Oriente, la Flor y Nata, el Café de Pombo y el Café Gijón. De los antiguos, el Gijón, después de pasar sus crisis que casi lo llevan al cierre, sigue abierto al cabo de más de 100 años. Y el restaurante Lardhy sigue acogiendo intelectuales y políticos de alto nivel económico.

Las paredes de estos establecimientos albergaron a los jóvenes intelectuales con más inquietudes del momento y fueron auténticos gimnasios de la dialéctica entre escritores, políticos, pintores, artistas de diversos ámbitos y vividores de todo tipo.

Hoy en día la costumbre se ha perdido y los cafés han ido evolucionando hacia establecimientos en los que se consume alcohol y poco más. Las charlas ya no son como las de antes y los bares están poblados, si acaso, de filósofos de barra de bar con el conocimiento justo para echar el día.

Otro aspecto interesante de los cafés era su aspecto estético: madera y mesas de mármol. Actualmente los bares son cutres, cuando no de diseño, que más que bares parecen peluquerías de caniches.

En fin, que los cafés son parte de nuestra tradición y es una pena que se hayan perdido o en lo que se han convertido.

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