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lunes, 1 de agosto de 2011

La Semana Negra debe continuar, por Paco Gómez

No sé por qué escribo. Supongo que un lector compulsivo de novela como yo no podía acabar de otra forma. Pero no todos los lectores acaban escribiendo, es un hecho. Quizá lo haga porque no me gustan los psicólogos y escribir es una terapia. O quizá escribir, en mi caso, sea una necesidad. Lo que está claro es que no lo hago por dinero. Al contrario, desde que he publicado mi primera novela, los ingresos derivados de mi trabajo disminuyen a un ritmo más fuerte. Eso sí, mi novela, a pesar de que su trascendencia al haber sido publicada en una editorial modesta no está siendo muy mediática, me está dando muchas alegrías. Sobre todo cuando los lectores me dicen que les ha gustado; esto no tiene comparación con nada. Las presentaciones y las firmas me siguen pareciendo como un cumpleaños. Y venir a la Semana Negra de Gijón ha sido una experiencia inolvidable.

La Semana Negra es coger el ascensor del hotel y ver a un tipo despistado que acaba de llegar y no sabe muy bien dónde tiene que desayunar. Y que ese tipo es Alfonso Mateo-Sagasta que comparte ascensor contigo. Y que una hora más tarde estoy con él y con Juan Madrid en una mesa del Don Manuel charlando sobre Literatura. Es hacer una tortilla de patatas en casa de Cristina Macía junto a Fernando Marías y María Zaragoza. Es sentarte a una mesa con gente a la que no conoces, pero que llevan la acreditación de autor, como tú, y empezar a charlar, bien sea sobre novelas, sobre fútbol o simplemente escuchando chistes.

La Semana Negra es compartir coche con Maruja Torres, Diego Ameixeiras y Cristina Fallarás, una sensación tan desconocida como agradable. Es tomarte un pulpo con cachelos con Rafa Marín y Adrián Gómez o compartir unas fabes en la Iglesiona con Paco Balbuena. Pero sobre todo es una gran fiesta de la cultura. Son diez días durante los que se puede asistir a presentaciones de libros, mesas redondas y debates sobre Literatura. Es dar un paseo por las casetas y comprar unos libros de gente con la que compartes cafés y copas a diario.

Esta fiesta de la cultura es capaz de llevar a las carpas a gente que han estado disfrutando con sus familias de una tarde de atracciones de feria. Gente que se sienta a escuchar lo que dicen los escritores y que, de otra forma, quizá nunca asistirían a un evento semejante. Una fiesta con una organización intachable que regala libros a todas las personas que se acercan a disfrutar de la cultura.

La Semana Negra es una feria de los libros que, aun en tiempos de crisis, ha tenido unas ventas de 43000 ejemplares, aumentando la cantidad que se vendió el año pasado. Es una fuente de ingresos para la ciudad de Gijón impensable con otro tipo de eventos. Me lo han dicho taxistas, hosteleros y gente de a pie. Es una fiesta de la cultura que sitúa a Gijón en el mapamundi, una ciudad maravillosa de cuya existencia se tiene noticia en el mundo gracias a la Semana Negra y a las noticias que de ella dan cuenta los diarios de medio mundo.

Es volver a encontrarte con amigos que tienen tus mismas inquietudes y conocer a otros nuevos cuyas amistades quedan fraguadas para siempre. Y para mí ha sido todo un placer presentar mi novela en la caseta de “35 Baker Street” cuyos libreros me trataron con un cariño fuera de lo común a pesar de conocerme solo virtualmente a través de Facebook. Aún recuerdo mi estupefacción cuando en la firma estuve acompañado por mi colega Pedro de Paz. Aunque esto estaba anunciado, no sabía yo que además iba a estar acompañado por Jerónimo Tristante, Carlos Salem, Javier Márquez, José Ramón Gómez Cabezas, Vanesa Montfort, Carmen Moreno, Adrián Gómez y... seguro que se me olvida alguien.

Es escuchar a los lectores que se acercaron a la caseta a que les firmara su ejemplar diciéndome que les había gustado mucho la novela y haciéndome preguntas sobre la misma. Lectores que se sabían el libro mucho mejor que yo, lo cual emociona.

Es un encuentro con gente que trabaja por amor al arte en portales tan prestigiosos como Culturamas o Anika entre libros, o con gente de blogs que ocupan su tiempo haciendo reseñas y crónicas que, en ocasiones, resultan tan dignas o más que las publicadas en los medios profesionales. Es un reportaje fotográfico que me llevo y que permanecerá conmigo hasta el final de mis días.

Y sí, la Semana Negra también ha sido este año la valla de la ignonimia que la Universidad ha utilizado para proteger sus instalaciones de presuntos e hipotéticos ataques de personas que estamos por la cultura, que no nos dedicamos precisamente al asalto de instalaciones, sino a otros menesteres. Más les valdría a las autoridades universitarias el haber participado en los foros y en los debates en vez de haber cercado su recinto y haber contratado a vigilantes ¿para vigilar qué?

Un diez para la organización que nos ha tratado a todos estupendamente. Y a su director, Paco Ignacio Taibo II, que en el discurso de clausura prometió que la Semana Negra continuaría. A poder ser en Gijón y si no en cualquier otra parte, en una edición, la próxima, en las que se cumplirán las bodas de plata del festival.

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