Sentado otra noche más en este banco del parque en el que pone mi nombre. Sigue sin haber luz eléctrica, pero esta noche hay luna. También hay sombras, de las que suelen acechar a los transeúntes, solo que no hay nadie, excepto yo y la soledad, y a nosotros hace tiempo que nos dejaron por imposibles. Enciendo un cigarrillo y me dedico a contemplar la nada. Estoy harto de gritar silencios que no conducen a ninguna parte. Siento un frío eterno que me congela el alma, una sensación gélida cuya raíz parte de mí mismo. Las ideas fluyen independientes a mi voluntad para caer al suelo de una en una para hacerse añicos. La soledad recoge los trozos, dice que va a hacerse un collar con los retazos de mi penitencia. El parque parece un campo abonado cuya cosecha yerma de flores marchitas nadie recogerá. Apago el cigarrillo y el canto de los grillos cesa, solo por unos momentos, segundos que aprovecho para darme un baño de melancolía inútil. La soledad me mira de soslayo y sonríe por primera vez desde que me acompaña. Lo insólito de la situación me roba una mueca que pretende ser una sonrisa. Ella me guiña un ojo.
Páginas
domingo, 4 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (21), por Paco Gómez
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola Paco.
Me gusta leer lo que publicar en el facebook,son muy entrañables tus relatos.
Un abrazo
Tessa
Publicar un comentario