Suspiro por efemérides de mi existencia fantasma. Enciendo un cigarrillo y soporto una vez más esta levedad mía tan infame. Me encuentro en mi hogar, este banco del parque que se ha convertido en el lugar más agradable de todos los que conozco. La soledad intenta imprimir a la noche un atisbo de cordura irracional. Me mira y hace un gesto de contrariedad para acabar susurrándome algo ininteligible. Hago como que no la escucho, aunque le hago un arrumaco imperceptible. La noche va a ser larga. Hay luna llena y la luna llena atrae todo tipo de espíritus y espectros que junto a las sombras danzarán entre la hojarasca que despiden los árboles. Criaturas de la noche de otra dimensión que sin embargo yo puedo ver desde siempre. También ellas me perciben. Y yo me pregunto si no seré una de ellas aprisionado en este cuerpo humano. Más de una vez la soledad se ha puesto celosa y has espantado a todos esos fantasmas. A mí no me molestan, pero ella está acostumbrada a tenerme solo a mí. A mí no me molestan. Soy un espectro de la noche.
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viernes, 9 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (26), por Paco Gómez
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