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lunes, 5 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (22), por Paco Gómez
Esta noche me ha sorprendido que hubiese una persona sentada en mi banco. Sin tiempo para reaccionar, la soledad se ha sentado al lado del transeúnte despistado y este ha salido huyendo despavorido. Me temo que le mostrado el peor de sus rostros. Me acomodo junto a mi dama y enciendo un cigarrillo. Llueve, pero es una lluvia finísima que resulta agradable. Nieva en mi alma, cuya costra gélida ni se inmuta. Miro el cielo para comprobar que la luna guía a las criaturas de la noche. Después reclino la cabeza y doy la última calada. Pienso en lugares que nunca he visto como si fuera la última reflexión. Rememoro episodios inconclusos de mi vida como si fuera el último recuerdo. Contemplo a la soledad como si fuera la última vez que la viera. Noto la zozobra en mi estado de ánimo, a pesar de que mi compañera intenta infundirme su aliento vital inanimado. Empiezo a pensar que este parque no existe, que es una jugarreta más de esta imaginación mía adulterada y maltrecha. Empiezo a pensar que soy un espectro de la noche, aunque los espectros no fuman.
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