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martes, 12 de mayo de 2009

Lizarran: Algeciras, de Paco Gómez

Hay muchas cosas que hacen grande a una ciudad. Por ejemplo, se me ocurren varias ideas: un equipo de fútbol, un premio literario, una institución, un escritor..., pero también los restaurantes y los bares. En Algeciras hay un bar que es una franquicia: Lizarran. Está situado en Plaza Mayor, es decir, Blas Infante. Parece que abrir una franquicia es eso, una imagen, un método y ya está. Nada más lejos de la realidad. De acuerdo, abrir una franquicia te garantiza una imagen, una forma de trabajar, etc. Pero, en verdad, quien apuesta por un negocio de este tipo se lo tiene que currar a base de bien. De hecho, conozco varias locales de la mencionada franquicia que tuvieron que cerrar. No es el caso de la de Algeciras, que desde que abrió ha tenido un éxito sin precedentes en la ciudad. Me consta que el dueño se ha gastado una pasta en abrir el local. El riesgo era fuerte. Pero se lo ha montado de tal manera que el local está lleno todos los días. Se nota que los camareros están formados. Te atienden a las mil maravillas. Hay varios turnos, como en todos lados. Pero el cliente no lo nota. El trato siempre es el mismo: caballero por aquí, señora por allá... Están atentos al mínimo detalle. Que se te acaba la cerveza, pues te preguntan que si quieres otra. Que ya no quieres más pinchos, pues te ofrecen el típico browny o la tradicional tarta de queso.
La franquicia está inspirada en los bares del País Vasco, en los que el mostrador está lleno de pinchos. Aun siendo el pincho un genero menor dentro de los parámetros de la Gastronomía, no hay que desdeñarlo. De hecho, el panorama de concursos gastronómicos a nivel nacional dedica un porcentaje relevante a este género. En el Lizarran de Algeciras, a parte de los camareros, hay unos cocineros de escándalo. En la menciondad franquicia, no se limitan a exponer los pinchos en el mostrador. Los camareros sacan bandejas de pinchos recién hechos y los ofrecen a los clientes de uno en uno. Hay veces que, aunque no tengas ganas, el ofrecimiento es una provocación, y acabas cogiendo otro pincho. Los camareros están atentos, de forma que, si has acabado con los pinchos salados, te ofrecen los pinchos dulces.
En fin, un éxito. Todos los días lleno. Se da la circunstancia de que al Lizarran de Algeciras le flanquean otros dos bares. A diario, ocurre que el Lizarran está lleno y los otros dos están vacíos. Por algo será.

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