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sábado, 16 de mayo de 2009

Lucha de gigantes, de Paco Gómez

La capilla ardiente de Antonio Vega fue testigo de que al músico se le idolatraba. En la cola había gallegos, catalanes, andaluces, extremeños y, por supuesto, madrileños. Madrid fue testigo en los 80 de una explosión cultural sin precedentes. En el Pop, Antonio Vega fue uno de los abanderados, aunque no el único. Porque en el Madrid de aquellos años, salía un músico de detrás de cada esquina. Genios anónimos, en la mayoría de los casos. Chicos jóvenes que aprendían a tocar la guitarra como podían, sin medios, sin dinero, sin Internet: lucha de gigantes.


Lucha de gigantes


Convierte,


El aire en gas natural


Un duelo salvaje


Advierte,


Lo cerca que ando de entrar


En un mundo descomunal


Siento mi fragilidad.


Chicos que, sin la mínima disciplina en casa y en la escuela, sin embargo tenían la paciencia de estar horas y horas intentando arrancar notas a una guitarra de segunda mano. Lucha de gigantes, como el título de, quizá, la mejor de las canciones de Antonio Vega, el chico triste y solitario, el chico de cristal, el chico enfermizo y pálido, pero el poeta urbano más grande que dio ese Madrid, mi Madrid de los 80.


Vaya pesadilla


Corriendo,


Con una bestia detras


Dime que es mentira todo,


Un sueño tonto y no más


Me da miedo la inmesidad


Donde nadie oye mi voz.


Puso música a sus poemas, pero sus canciones no eran do-sol-re, no. Sus melodías, pegadizas, eran sin embardo piezas de acordes extraños y complejos, difíciles de interpretar, con cambios imposibles. Tuvo una vida difícil, lastrada por las drogas y el alcohol, no fue el único. Y de esas vivencias extrajo el duende para plasmar sus mejores versos, para componer sus mejores canciones.


Por la capilla ardiente desfilaron legiones de fans. Y todos sus amigos músicos, que le apreciaban y le querían, que sabían que era el mejor de entre ellos. Junto al ataúd, una guitarra acústica, una eléctrica, un piano y un micro, a disposición del que quisiera dar el último adiós a un músico, a un poeta, lucha de gigantes.


Deja de engañar


No quieras ocultar


Que has pasado sin tropezar


Monstruo de papel


No sé contra quien voy


¿O es que acaso hay alguien mas aquí?


Luchó contra sí mismo. Fue el único que no podía soportarse. Luchó contra sus adicciones, contra sus miedos. Huía constantemente de fantasmas que sólo él veía, hasta que cayó, cuando ya no podía más. Harto de huir y de luchar. Harto de que, a pesar de haber sido uno de los grandes, le persiguiera la miseria, la desgracia y el desgarro. Lucha de gigantes.


Creo en los fantasmas terribles


De algún extraño lugar


Y en mis tonterías


Para hacer tu risa estallar



Deja de engañar


No quieras ocultar


Que has pasado sin tropezar


Monstruo de papel


No se contra quien voy


¿O es que acaso hay alguien más aquí?



Deja que pasemos sin miedo.


Especial de Antonio Vega en El Mundo

Publicado en el diario Área del Campo de Gibraltar


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