Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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El círculo alquímico, de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-95690-73-9. A la venta en enero.
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lunes, 13 de abril de 2009

La Niña Poeta VI, de Paco Gómez

Lo último que hizo Virtudes, la Niña poeta, la niña de Algeciras, fue plantarse en Londres, ir de visita a la Abadía de Westminster y visitar, cómo no, el Rincón de los Poetas, yo tuve el placer de acompañarla. El mencionado rincón es una idea genial y hay que felicitar al que la concibió. Yo creo que el hecho es único, me refiero a que haya un santuario dedicado a escritores dentro de un templo cristiano. Uno va recorriendo capillas dedicadas a santos y a otros avatares y lo que menos se imagina es que va a haber una capilla dedicada a novelistas y poetas. Los ingleses son únicos, sí señor. Bueno, pues allí que nos sentamos Virtudes, la Niña poeta, la niña de Algeciras, y yo. Y esa niña que percibe, y yo que me doy cuenta, y que la veo cómo entra en trance. Y observo cómo saca su libreta y cómo empieza a escribir y me digo “ya está”. Es un espectáculo contemplar todo el proceso, ver cómo se le van ocurriendo esos versos suyos que hace, su rostro al reflexionar, sus ojos al escribir, en fin..., que la imagen estaba espléndida: la Niña rodeada de Gótico Inglés y escoltada por las placas conmemorativas de Lord Byron, D.H. Lawrence, Dylan Thomas, Henry James..., es decir, de los grandes. Toda la gracia de Algeciras en Westminster, hay que ver qué arte.

Sobrecogido estaba yo, como siempre que estoy con ella, pero claro, tengo el privilegio de ser el primero que lee sus “cositas”. Cuando leí el pedazo de poema que hizo en unos minutos, allí, en ese escenario tan apropiado, me quedé muerto. Y eso que ella, con su habitual modestia y naturalidad, me susurró que no sabía si lo que había escrito estaba bien. Terminé de leer aquel prodigio y la besé en la mejilla dándole la enhorabuena. Entonces fui yo el que me puse a reflexionar. Paseé la mirada entre las placas de Anthony Trollope, Lewis Carroll, Edward Lear, etc., y me entraron dudas. Ya no sabía si los grandes eran los muertos o la Niña, bien viva y bien algecireña, rodeada de Gótico Inglés y de Londres. Supe en ese momento que, si bien los muertos tenían en Westminster su merecido reconocimiento, Virtudes, la Niña poeta, la niña de Algeciras, tendría el suyo en un breve espacio de tiempo, estando viva, bien viva y bien algecireña. Supe que se acerca el momento en que algún editor publique la vasta colección de poemas que ella ha escrito. Porque si el mundo no pudo pasar sin Henry James y sin Dylan Thomas, tampoco podrá pasar sin Virtudes Reza. Niña, nunca pierdas mi número de móvil.

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