Poemario NO TARDES EN VOLVER A LA CRISTALERA DEL TIEMPO, de Virtudes Reza. EDITORIAL LEDORIA

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martes, 21 de abril de 2009

Muerte lenta, de Paco Gómez

Disecciono el instante vacío,
no encuentro nada,
sólo soledad vacía
y retazos de nada.
Siento que me muero,
pero no sé morirme
porque nadie me ha enseñado,
y sin embargo fenezco,
lentamente, sufridamente,
no hay nadie,
me muero solo,
abrazado a la tristeza,
a la negrura de la melancolía,
estoy enfermo y no hay cura,
camino entre tinieblas,
se puede cortar la oscuridad
con el bisturí de la vida,
mi alma taladrada,
mi mente no da señales de vida,
la razón, perdida del todo,
no tengo energía,
la rodadora me golpea, me hiere,
sangro y me ahogo,
no hay salida.

Comienza el día,
hace sol, pero estoy helado,
camino inmóvil, desesperado,
mi alma a kilómetros,
en un limbo inerte,
empadronada en la miseria adquirida,
y mi espíritu se ha ido de viaje,
estoy descompuesto,
la vida me ataca en cualquier esquina,
estoy indefenso,
y sangro, y me desangro,
me ahogo y me muero,
soy un muerto viviente,
un vivo que ha muerto,
en la miseria de su vanidad,
mis ojos ebrios, opacos,
mis manos rojas de sangre,
me han atropellado
y estoy tirado en la acera,
abrazado a la tristeza
de la ausencia,
y al maltrato de la razón,
con tu huida,
con la vida demasiado quieta.

Mato el tiempo con lágrimas de sangre,
que desfiguran mi rostro,
que fatigan mi espíritu
y ruedan por mi cuerpo marchito,
mi alegría se ha extinguido,
no tengo energía,
hace un viento gélido
que congela mi sentido común,
que anula el poco juicio que me queda,
soy un autómata
que ve pasar los días,
tengo miedo, mucho miedo,
me miro al espejo
que me devuelve la nada absoluta,
el reflejo no está,
también se ha marchado,
¿qué me queda?
No lo sé,
quizá nunca lo supe
y nunca lo sabré,
me muero,
mi vida se extingue
en una ciudad desconocida,
en una ciudad sin vida.

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