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domingo, 8 de marzo de 2009

El drama de Selamha, de Paco Gómez

Vamos a dejarnos de historias. Las tradiciones de algunos países no son tales, son malas costumbres, reminiscencias del pasado, un atraso. Como tales, deben ser erradicadas. La concertación de matrimonios no es patrimonio de los países árabes. En Europa también tenían lugar estas prácticas no hace mucho tiempo, hasta que fueron eliminadas. El casar a una niña de catorce años con un hombre de 40, 50 o 60 años a la fuerza, a cambio de una dote es una aberración, una vejación para las mujeres y un crímen contra los derechos humanos más básicos.
En estos días ha saltado a la palestra el caso de Shelama Mint, obligada por sus padres a casarse con su primo mayor de 40 años cuando ella sólo contaba con catorce. Sólo la niña Shelama sabe el calvario que habrá tenido que pasar. Los hechos que ahora se han denunciado en un juzgado, deberían constituir en cualquier sociedad civilizada un escándalo mayúsculo. El marido acude a la casa tras un viaje y exige tener relaciones sexuales con la niña, ya de 16 años. Ella se niega. Los propios padres la obligan a satisfacer los instintos más básicos del marido amenazándola con la lapidación, y la niña es violada. ¿Se puede ser más salvaje?
La familia es originaria de Mauritania, país que está indignado con las sentencias condenatorias de los padres y el marido de Shelama y pide a España que sea comprensiva con las tradiciones. Insisto, ni tradiciones ni gaitas, costumbres abominables amparadas en preceptos religiosos que deben ser erradicadas allá donde se den.
Es éste un caso que ha saltado a los medios de comunicación, pero otros permanecen en el más estricto anonimato y ocurren a diario. He visto a un niñato musulmán abofetear brutalmente a su hermana mayor por hablar en el patio de recreo de un instituto con un cristiano. Ojo, hablar, sin tocar. Veo amenazas, chantajes y secuestros que desembocan en enamoramientos frustrados. “Nuestras mujeres no se tocan”, parecen ir diciendo en nombre de no se qué preceptos mal entendidos.
Ya está bien. Señores míos, evolucionen. No sean tan bestias.

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